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Se admiten apuestas

Si el ministro Garzón ha recibido presiones, como todo parece indicar, para descafeinar de semejante modo la regulación sobre la publicidad de las casas de apuestas, lo menos que podía haber hecho era reconocerlo. Por decencia, por respeto a la ciudadanía, sobre todo a sus votantes y a las asociaciones de afectados que anhelaban una ley mucho más restrictiva, por demostrar que de verdad podía ser un político diferente, que esos trajes que ha decidido vestir desde que ocupa el puesto no son el uniforme de otro mercenario más.

A medida que avanzan los días vamos descubriendo más detalles sobre la nueva ley, que entrará en vigor en verano. Y resulta descorazonador. Sabíamos ya que el marco regulatorio se aleja notablemente de la prometida equiparación con la ley de tabaco y alcohol (aunque Garzón lo niegue de manera ridícula y afirme que es “similar”), tal y como Unidas Podemos había recogido en su programa y luego había repetido tras su entrada en el Gobierno. Sabíamos ya que incluso, en los partidos de fútbol de máxima audiencia, la publicidad seguirá estando presente, que los equipos podrán incluirla en sus camisetas. El ministro había anunciado, como un logro, que al menos los famosos ya no anunciarán estos casinos y casas de apuestas, pero cuando ha trascendido el borrador nos hemos enterado de que eso no incluye a los comentaristas de los propios partidos. Un verdadero disparate.

 La desfachatez del ministro comunista ha llegado a tal extremo que en la rueda de prensa de presentación tildó esta futura ley de “estricta”, “un avance de gigante”, lo que viene a ser reírse, sin más, de “la gente”, ese término tan querido en sus filas. Las casas de juego entendieron a la perfección que, tras su verborrea, el ministro estaba apostando por ellas, y de inmediato la patronal del juego subió su cotización en Bolsa un 7%. Este mismo lunes, ante la tormenta desatada, aunque sin ápice de modestia y aún sin admitir presiones, Garzón ha asegurado que “se trata de un primer paso”. Daba a entender que habrá un cuerpo legal más severo en algún momento indeterminado, pero, al no ofrecer detalles, su credibilidad volvía a caer. Bien es cierto, y hay que reconocerlo, que poco después Codere bajaba un 4% en Bolsa.

Si no le presionaron es todavía peor

A todas luces parece una mentira que el ministro no recibiera presiones de diferentes grupos (desde las plataformas digitales hasta los propios clubs de fútbol, pasando, claro, por los principales operadores de juego), y así lo han publicado algunos medios. Juguemos, ya que de eso se trata, a que no obstante nos creemos a Garzón. En ese caso alguien le tendría que explicar que su figura queda todavía más desprestigiada, que no puede ser el ministro rojo, el orgulloso trajeado del Partido Comunista, para luego legislar muy por debajo de lo que el pueblo al que dice representar le exigía y, por añadidura, asegurar que lo ha hecho sin presiones de los malvados capitalistas (“No vamos a ceder a ningún tipo de presión”). Más bochornoso aún resulta la excusa de que “en treinta días es lo mejor que podemos hacer”, como si algún ente fantasmagórico le hubiera marcado el plazo exacto de un mes para su proyecto regulatorio.

Rubén Sánchez, presidente de Facua, se preguntaba en Twitter qué hará el ministro cuando le presionen la banca, las eléctricas y las telecos para que no actúe contra sus irregularidades. A la vista de este precedente, parece que se comprará un traje nuevo y, como sus socios de Gobierno, nos dirá que no nos enteramos, que él es la izquierda. Se admiten apuestas.

Si el ministro Garzón ha recibido presiones, como todo parece indicar, para descafeinar de semejante modo la regulación sobre la publicidad de las casas de apuestas, lo menos que podía haber hecho era reconocerlo. Por decencia, por respeto a la ciudadanía, sobre todo a sus votantes y a las asociaciones de afectados que anhelaban una ley mucho más restrictiva, por demostrar que de verdad podía ser un político diferente, que esos trajes que ha decidido vestir desde que ocupa el puesto no son el uniforme de otro mercenario más.

A medida que avanzan los días vamos descubriendo más detalles sobre la nueva ley, que entrará en vigor en verano. Y resulta descorazonador. Sabíamos ya que el marco regulatorio se aleja notablemente de la prometida equiparación con la ley de tabaco y alcohol (aunque Garzón lo niegue de manera ridícula y afirme que es “similar”), tal y como Unidas Podemos había recogido en su programa y luego había repetido tras su entrada en el Gobierno. Sabíamos ya que incluso, en los partidos de fútbol de máxima audiencia, la publicidad seguirá estando presente, que los equipos podrán incluirla en sus camisetas. El ministro había anunciado, como un logro, que al menos los famosos ya no anunciarán estos casinos y casas de apuestas, pero cuando ha trascendido el borrador nos hemos enterado de que eso no incluye a los comentaristas de los propios partidos. Un verdadero disparate.