Andalucía Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Salazar: el mapa de poder en el PSOE y en Moncloa que lo convirtió en impune
Así son los nuevos grupos terroristas de extrema derecha
OPINIÓN | 'La sociedad infantil y la libertad de expresión', por Enric González

Se archiva: ¿la justicia, la muerte o el duelo?

3 de febrero de 2025 21:04 h

0

En estos meses he estado en el entierro de un familiar y el familiar de una amiga. En estos espacios, de los que parece que no se debe hablar, entre llantos atronadores y atronadores silencios pensaba que no tengo claro cómo se entierra a una persona. Y con entierro me refiero a cualquier rito de despedida, a ese espacio diseñado simbólicamente para despedir a la persona fallecida. Y mientras lo pensaba, me interrumpió un amigo: “¿Sabes lo del hermano?”.

Tras conocer la noticia, entre todos los pensamientos llegué a una conclusión: vivimos en una paradoja, pues al mismo tiempo que recibimos información constante sobre el fallecimiento o asesinato de personas, hasta el punto de normalizar esas muertes o directamente no verlas, no hablamos de la muerte y del duelo si tan sólo son cifras. ¿Son acaso fallecimientos o tan sólo un número borrado? Entonces, ¿para qué vamos a hablar del duelo y de la despedida?

Pero hay números que no son sólo una muerte más, otra gota en el océano, aunque la sociedad y sus instituciones (políticas, jurídicas, securitarias, etc.) se esfuercen en definirlo y mantenerlo así. Es pues el archivo de la investigación de la muerte de Mamouth o el caso de Mame Mbaye, ambos trabajadores de la venta ambulante muertos en una persecución policial, al igual que en el caso Tarajal, parecen continuar una misma lógica: el racismo institucional y la necropolítica.

Y es que para entender cuál es la relación del racismo institucional con estos casos debemos entender qué es la necropolítica, que no es más que un concepto desarrollado por Achille Mbembe como el derecho a exponer a otras personas a la muerte, quién puede vivir y quién debe morir, a quién se hace morir y a quién se deja vivir. Esta necropolítica la vemos atravesando cada institución europea, desde los altos estadios de gobierno hasta instituciones locales, pues de pensamiento y obra esa indiferencia en estas muertes no son más que fruto de una ideología capitalista que ve a las personas migrantes, y en estos casos africanas, como un excedente de mano de obra para perpetuar los mismos ciclos de explotación que llevan siglos reproduciéndose.

Y es que no puedo no ver otro paralelismo con el caso de Tarajal, ocurrido un 6 de febrero hace 11 años ya, cuya instrucción investigaba la muerte de 15 personas se encontraban en el agua, cuando agentes de la Guardia Civil intentaron evitar que alcanzaran tierra firme mediante el uso excesivo de la fuerza y de material antidisturbios como pelotas de goma, salvas detonadoras, y botes de humo. En octubre de 2015 se encontró con el sobreseimiento provisional del caso y archivo de las actuaciones por el delito de homicidio y lesiones imprudentes, considerando que las “devoluciones en caliente” a Marruecos era una práctica habitual y, por lo tanto, no se podía sancionar a los agentes.  

En estos casos es destacable la visceralidad, que se alimenta de esas prácticas institucionales, y de quienes se alegran de que haya “uno (negro) menos”. Pero también considero importante destacar otro lado de la visceralidad, ya que existe y ha existido un factor fundamental que ha sido la presión civil, que no sólo han mantenido viva de diversas formas su memoria y las actuaciones desarrolladas, sino que han conseguido, desde lo más visceral del dolor, eludir el shock inmovilista y, colectivamente, defender el derecho a la justicia.

Su nombre era Mamouth, no “mantero fallecido”, porque tenía familia, y porque el archivo de su caso, considero con premura, archiva la posibilidad de conocer la verdad y llorar en paz su muerte, obteniendo justicia y reparación.

Porque todas esas muertes son evitables si la voluntad política lo quisiera, pero sobre todo voluntad de impartir justicia, garantizando los derechos de todas y no encerrándolo en un cajón lo antes posible para que muera en el olvido. Y porque, si de voluntad política hablamos, la necropolítica no se ejercería con la desvergüenza que vemos.