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El camello de Abu Dabi

El rey emérito Juan Carlos I en una imagen de archivo

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El rey honorífico de España -lo de emérito no gusta en la Casa (véase para más abundancia el BOE, RD 470/2014 de 13 de junio)-, dicen que ha decidido establecer su residencia fiscal en los Emiratos Árabes Unidos. Será verdad o no, pero no deja de sorprender que un miembro de la Familia Real pueda tener domicilio fuera del reino, siquiera fiscal. Sorprende por su poca ejemplaridad, propia de campechano de lo más vulgar; Juan Carlos debe al fisco español hasta de callarse. Al igual que otros patriotas plebeyos, escapa como si marcar distancias con los recaudadores fuera justificable.

En las Constituciones históricas, ni el rey ni el príncipe heredero podían viajar ni quedarse a vivir fuera del reino sin permiso de las Cortes. Y me dirán, pero es que el honorífico no es rey ni príncipe de Asturias. Cierto, es rey honorífico vitalicio, porque lo impuso por sus santos en su abdicación; además, a efectos de protocolo, títulos y honores, se equiparó, por lo mismo, es decir, por sus santos, al príncipe, princesa, en este caso, heredera. Diecinueve cañonazos es la medida de su honor y rango, si se diera el caso. Para los curiosos, acudan al Real Decreto arriba citado. 

A pesar de que los muy cortesanos periodistas y comunicadores de postín lo confunden todo, o quizá sea porque la pereza dinástica es contagiosa, la Familia Real no es lo mismo que la familia del rey (pueden acudir otra vez al BOE, RD 2917/1981 de 27 de noviembre), ni tampoco que la Casa Real. Para  entendernos, en Abu Dabi hay un miembro de la Familia Real, Juan Carlos,  y un miembro de la familia de rey, si se confirma lo del niño Froilán, aunque en este caso, cosas de la monarquía y sus listas únicas, resulta que es el cuarto llamado a  la sucesión de la Corona. Uno al amparo del otro, abuelo y nieto, y ambos al amparo de la Casa Real, vía presupuestos generales del Estado, es decir, por la vía de nuestros impuestos.  

Nada impide pagar a Hacienda que sí que no es emérita ni honorífica sino de casi todos, a pesar de los tirabuzones que se hacen los juristas de la corte, incluidos los hacendistas

Los  borbones están bien en aquella monarquía federal de las llamadas del golfo. Sí, que no se me enoje nadie, que no panda el cúnico, Emiratos Árabes Unidos es una monarquía  federal, como también lo es Bélgica.

Pues nada, que el rey allí se queda, no se sabe si con el acuerdo de la Casa pero sin ningún impedimento legal, en el limbo o vacío de los Borbones; debe quedar claro, sin embargo, que no hay Gobierno ni ley ni reglamento ni juez que impidan al honorífico volver a su reino, honorífico igualmente. Y, por cierto, nada impide pagar a Hacienda, que sí que no es emérita ni honorífica sino de casi todos, a pesar de los tirabuzones que se hacen los juristas de la corte, incluidos los hacendistas.  

Nunca hemos gozado de una Constitución que, siendo democrática y proclamada monárquica y parlamentaria, haya dicho tan poco sobre el rey. Nada que ver con otras históricas, las monárquicas, de las que nadie presume, pero que hablaban más. A estas alturas de la restauración, seguimos pendientes de una ley de la Corona, pero tanto PSOE como PP, los dos partidos de lógica dinástica, no han tenido a bien asumir sus responsabilidades en el desarrollo del texto constitucional, habiendo llegado incluso a admitir que la iniciativa legislativa, un acto de lesa dejación constitucional grave e irresponsable, pueda ser  compartida con la Casa Real.

Ninguna familia real ha recibido más condescendencia de un pueblo como el español, ni más complicidad, vasallaje ni pelotas

Independientemente de los diecinueve cañonazos (RD 684/2010 de 20 de mayo) -cuando toque se verá otro ejemplar-, los tics borbónicos no dejan de ser nefastos para la propia dinastía y por ende para la monarquía constitucional. Ninguna familia real ha recibido más condescendencia de un pueblo como el español, ni más complicidad, vasallaje ni pelotas, quizá porque, en el fondo, forma parte activa o con caenas de la misma conspiración de la poliarquía que rige los destinos del Estado español desde hace siglos, en cuya cima la monarquía o el monarca no son sino la guinda de una concepción arcaica e inestable del sentido y la razón de Estado, de la salus publica.

Juan Carlos y su nieto en Abu Dabi, con residencia o no, son una fuente de problemas para el rey, el jefe de la Casa y del Estado, y para la monarquía y su reputación que es nuestra forma constitucional de Estado. Su difunto cuñado, perdida la Corona en referéndum, vivía en Grecia. En sus contradicciones, por anacronismo y por ser constitucionalmente inconstitucionales, que diría Otto Bachof, quizá esté el reloj de su final.

Conviene aquí recordar un dicho de la sabiduría popular árabe, un consejo gratis que espero que no atiendan: “Más vale tener el camello dentro de la jaima y que mee para afuera, que tenerlo fuera de la jaima y que mee para adentro”. Inshaallah. 

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