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ANDALUCES EMIGRAOS
En defensa del 'bro' o en qué se equivocan los puristas del andaluz
ANDALUCES EMIGRAOS
Recuerdo perfectamente la primera vez que, estando yo en Madrid, el dependiente de una tienda se negó a atenderme porque decía que no me entendía.
“Me das un trozo de picsa, por favor”. El señor me miraba como si le hubiese pedido dos huevos de dragón y no un producto que tenía en la vitrina delante de mi cara. Le dije piza, pitsa, pisa y todo lo que se me ocurrió, pero nada.
Es un ejemplo de los miles que hay de la discriminación lingüística que sufrimos los hablantes de andaluz día sí y día también de Despeñaperros para arriba.
La defensa del andaluz lo tiene claro: la diversidad lingüística en Andalucía que es producto de nuestra historia tiene que ser protegida frente a los ataques del castellanismo mesetario.
El andaluz surge en el contexto de la Reconquista, donde se mezclan el castellano medieval con el árabe y el mozárabe, según el autor de un libro sobre la historia del español Ralph Penny.
Es muy difícil trazar un línea de causa a consecuencia en un proceso tan complejo como la formación de un lenguaje. De hecho, otros historiadores de la lengua han teorizado que el andaluz viene de una mezcla de lenguas romances, y que no es un producto directo del castellano.
Rafael Cano Aguilar, en su descripción del proceso lingüístico que terminó con lo que hoy conocemos como el andaluz, dice que los primeros indicios de este fueron en el siglo XV y que tuvo que ver con las repoblaciones del territorio tras la expulsión de los musulmanes y judíos.
A pesar de que en Andalucía sabemos que nuestra forma de hablar está mal vista en otros sitios, seguimos hablándola. El andaluz es canon en Andalucía, aunque fuera de ella no nos entiendan o no nos quieran entender.
Para García y Reondo, el origen de los rasgos del andaluz se sitúan en el siglo XIII, apenas conquistada la parte baja de Andalucía.
Sea como fuere, lo que sí podemos afirmar es que en el andaluz como dialecto y en la identidad andaluza hay una mezcla de culturas y de lenguas, empezando por el flamenco y terminando por la Mezquita de Córdoba.
Vale, todo esto para decir que el andaluz es mezcla. Sudandico estoy.
El andaluz ha estado estigmatizado desde sus orígenes, y a día de hoy este fenómeno continúa, como es palpable en la sociedad española.
La presión por un español hegemónico o castellano puro la estudia el profesor de lingüística Ígor Rodríguez Iglesias, cuya obra detalla los procesos por los cuales el andaluz está desvalorizado e inferiorizado respecto a la variedad dominante.
Sin embargo, según los lingüistas británicos Rusi Jaspal y Ioanna Sitaridou la comunidad lingüística andaluza mantiene su lenguaje pese a estar mal visto. Los autores llaman a esto un “ejemplo paradigmático” de este fenómeno.
Es decir, a pesar de que en Andalucía sabemos que nuestra forma de hablar está mal vista en otros sitios, seguimos hablándola. El andaluz es canon en Andalucía, aunque fuera de ella no nos entiendan o no nos quieran entender.
Entonces, la defensa del andaluz ha tomado por bandera unos ciertos tintes puristas que ya me vienen molestando desde hace tiempo.
Un ejemplo de este purismo es este vídeo de Instagram del creador digital ZestáPerdiendo, donde aboga por el uso de saludos andaluces tradicionales como “qué pasa hermano” en lugar del ahora ubicuo anglicismo bro. Que es, por puntualizar, la traducción al inglés de hermano.
La realidad de hoy es que a los jóvenes se les dice que tienen que aprender inglés en el desayuno, almuerzo, merienda y cena. Es de esperar que las generaciones jóvenes y revolucionarias del lenguaje van a innovar y crear nuevos usos del lenguaje haciendo mezcla–tal como se creó el andaluz.
Que conste que no tengo nada en contra de esta persona y me parece que hace una gran labor, pero también una mijita hipócrita criticar los usos lingüísticos de la juventud que está expuesta a dos variedades–español andaluz e inglés americano–desde la bandera de la diversidad lingüística andaluza.
Porque aquí es donde creo que se equivoca la defensa del andaluz, porque lo hace desde un punto de vista de purismo de la lengua, andaluza en este caso. Si quieres, incluso unos tintes defensores de la hegemonía del español que recuerdan a los señores más barbudos de la RAE.
Porque la realidad de hoy es que a los jóvenes se les dice que tienen que aprender inglés en el desayuno, almuerzo, merienda y cena. Es de esperar que las generaciones jóvenes y revolucionarias del lenguaje van a innovar y crear nuevos usos del lenguaje haciendo mezcla–tal como se creó el andaluz.
Si abanderamos el andaluz desde el punto de vista de que es un lenguaje puro y superior a otros, nos estamos equivocando. La defensa del andaluz tiene que venir desde la diversidad lingüística, con conciencia de que nuestra variedad es perfectamente buena, pero también lo son todas las demás. El colombiano, el murciano, el chileno, el llanito y todos los demás usos de la lengua son, a ojos de la sociolingüística más avanzada, creados iguales.
Por tanto, si te jode que los chavales digan bro pero no gachó, míratelo.