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Un Feijóo de premio
Antonio Muñoz, hoy alcalde de Sevilla y, por lo que se ve, también en un futuro, ha recibido un apoyo inesperado a su campaña: en Sevilla se han celebrado, además de otras muchas cosas, los Premios Oscar (¿por fin somos la California europea del PSOE, después de tantos momentos imparables?). Alberto Núñez Feijóo ha sido el encargado de propagarlo a los vientos. En realidad, el líder de la derecha española trataba tan solo de congraciarse con el sector cinematográfico pero en su entusiasta nueva moderación vio los Premios Oscar en Sevilla. No es la primera vez que ve cosas extrañas.
Quizá sea parte de su proceso imparable de marianización, quizá sea que como aventurero de la política esté dispuesto a navegar en todas las aguas con tal de llegar a La Moncloa. Asunto grave porque sabe que si no llega ya, lo devolverán a su Galicia natal.
Con el aborto, del que hemos hablado profusamente en otras columnas, le está pasando algo parecido a todo lo que le pasa, siempre entre las risas de los que ríen aún y reían con las similares ocurrencias de su paisano Mariano y punto. Ahora resulta que le parece correcta la ley del aborto, después de que los suyos, hasta última hora y aún al alimón con la extrema derecha, intentaran bloquear, después de trece años, la decisión del Tribunal Constitucional de validar la Ley Zapatero.
El tribunal de garantías al final ha decidido no atender el recurso del PP e iniciar el trámite para dar por buena la ley que ahora me permito citar como Ley Bibiana Aído, tras años y momentos de tortura moral, presión mediática, dura penitencia, insultos e intentos de torcer la voluntad del Parlamento.
Y todo ello, después de politizar, beatos de por medio, el Tribunal Constitucional, querer erigirlo en una tercera cámara legislativa y someterlo, contra su propio papel constitucional, para convertirlo en una institución sujeta a mayorías mecánicas.
Aún y así, se les acabó el chollo, 13 años contra las mujeres y sus derechos. Ahora dicen Feijóo y los suyos, solo hablan los moderados, que la ley es correcta; su nuevo moderado portavoz, Borja Sémper, se aviene compungido a reconocer que trece años han sido demasiados. Ni rastro de su labor, en estas cosas, en esta última década, ni de cristiano arrepentimiento.
Feijóo lo mismo se acerca al cine que a cualquier otra causa, sin despeinarse, sin un mínimo decoro tras ser derrotado, sin una disculpa. No duda en olvidar que Pablo Casado dijo ayer que el aborto no es un derecho; que un correligionario onubense suyo dijera que es un asesinato de niños; se olvida del protocolo de Castilla y León, de que gobierna con o se ha apoyado en la extrema derecha; del otrora consejero de Salud de otro gobierno popular, de un moderado más, Moreno Bonilla, que dijera que eso del aborto era un chupetón -hoy presidente del Parlamento de Andalucía-. Tampoco se acordará del frufrú de las sotanas cuando tomaron las calles de Madrid bajo el palio de la España más cristera y la curia episcopal.
Feijóo se quiere olvidar y que nos olvidemos de que se opusieron a la ley. Votaron en contra, con la extrema derecha entonces en su totalidad dentro del PP, junto con sus escisiones regionales y también la derecha cristera catalana. A favor, junto con los socialistas, IU, ERC, PNV, BNG, diputados disidentes catalanes, es decir, los enemigos de España, ¿no?
También olvida que su partido, que es el mismo que el de ahora -debería sonarle-, acusó entonces a Rodríguez Zapatero de ir contra la sociedad española y, esto les sonará más, de carecer de la legitimidad democrática necesaria.
Después de trece años y de soportar el filibusterismo popular, contaminando el Tribunal Constitucional y otras instituciones, las mujeres y sus derechos están algo más tranquilas. El PP y Feijóo no han cambiado, solo están derrotados por la sociedad española y, por eso, de manera taimada cambian de plumaje para engañar otra vez a la gente.
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