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Frontera de miseria y tiranía

Jóvenes en el bosque de Branes, en Tánger.
23 de mayo de 2021 21:51 h

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La gente que va a Ceuta se queda en Ceuta, pero pasar de la frontera del Tarajal es entrar en otro mundo aunque no muy atrás era también el nuestro. Mi abuelo niño combatió en la guerra de Marruecos, en Melilla, mi tío hizo la mili en Tetuán, mi padre fue a visitarle y a llevarle los paquetes que las madres mandaban a los reclutas, ya se sabe, chorizo, queso payoyo, morcilla de hígado de Coripe.

Con el tiempo, hice con los recuerdos de mi abuelo su mismo recorrido y más. Castillejos, Rincón, Restinga, Cabo Negro, Martil, Chauen, Ued Lau, Tetuán... Había un tren que conectaba Ceuta con Tetuán, aún se puede disfrutar de la maravillosa arquitectura neomorisca de sus estaciones, sobre todo en Tetuán, donde hoy hay un museo de artesanía. Allí me compré una “billarda” berebere, un juego que los niños de Sevilla jugábamos en las calles, y un fuelle para la chimenea.

Lo que más me llamó la atención era lo cerca que estábamos, convencido de que sin la barrera idiomática aún lo estaríamos más, también de lo jóvenes que eran pero, sobre todo, de su pobreza. La gente era pobre, muy pobre, además, abandonada, por Marruecos y por la antigua potencia, es un decir, la protectora España. Pero lo peor es que era una pobreza terminal, permanente, sin esperanza alguna de mejorar.

Un día, en Tetuán, en la Plaza de Primo, un tetuaní me echó una bronca porque, decía, los habíamos abandonado, incluso, me dijo, estábamos consintiendo que el español se perdiera. Detrás de la plaza está la Casa de España, cerveza fresca y unos boquerones en vinagre y croquetas de cherna espectaculares. Cerquita, un puesto de calentitos.

Después he vuelto muchas veces y siempre me vuelvo con pena. Hay una relación de afecto muy especial. La última vez estuve en Asilah, en Casa García y en Tánger, explicando la descentralización política en España. En la clausura no estuvieron las autoridades, tenían la orden del rey de estar todos en Alhucemas, donde la revuelta contra el majzen iba creciendo.

Las inestabilidades internas de Marruecos, muchas, siempre tienen su reflejo en las relaciones con España, el vecino débil y acomplejado. El majzen y su cabeza, el rey, acuden al nacionalismo y a la miseria de su pueblo para utilizarlos en sus propósitos, sean jóvenes, niños o mujeres. Como en toda tiranía, como con Franco, la válvula de escape es la emigración.

España no tiene mal cartel en el norte de Marruecos a pesar de sus errores constantes; España siempre ha abandonado a sus antiguos protegidos de su antiguo Protectorado del norte de Marruecos. Apenas dos años después de la independencia, consintió de manera cómplice la represión contra los rifeños, napalm incluido, encabezada por un teniente general español franquista, ministro de Defensa del nuevo reino alauí, con el permiso de su amigo Franco: el general Mizzian.

España abandonó a los suyos, como luego hizo con los saharauis. Una tradición de la dictadura franquista que la España democrática no ha querido subsanar y que ahora paga a un altísimo precio.

Marruecos, sus gentes humildes, es un país maravilloso, próximo; el norte no solo fue abandonado por España sino que lo es por el propio Marruecos. En el majzen no perdonan que el antiguo Protectorado fuera territorio “Bled es Siba”, es decir, insurrecto con el sultán, con la dinastía alauí, el majzen, con la colaboración inexplicable del Estado español.

A las atrocidades y abandono de Hassan II quiso responder Mohamed VI con proximidad e inversiones pero, al final, todo está siendo olvido y opresión y algunos palacios para él y para sus cómplices españoles y europeos. No es de extrañar que los jóvenes y hasta niños expongan su vida en busca de la libertad y un futuro para ellos y sus familias. Todo acabó con algunas carreteras, un puerto, resorts turísticos y muchos funcionarios del sur ocupando casi todos los centros de responsabilidad del norte. El rey controla desde París o desde dondequiera que haya una fiesta o pingoneo que le toque.

La miseria hoy se sigue viendo por la carreteras de los alrededores de Ceuta, Melilla y más allá. Jóvenes, niños, caminando como zombies, mirando a Europa, a Ceuta, adonde sea pero huyendo de un régimen autoritario y egoísta que los condena a la miseria para siempre. De la propia miseria de su gente se aprovecha el majzen y su rey para sus propios privilegios, la emigración es considerada como su bomba nuclear para amenazar y chantajear a España y Europa.

La gente de Marruecos merece nuestro apoyo y aprecio, merece que los ayudemos a liberarse de décadas de opresión y tiranía. La solución no es apoyar al rey y sus corrupciones con millones de euros y privilegios cómplices, es apoyar al pueblo marroquí y liberarlo de la tiranía.

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