Andalucía Opinión y blogs

Sobre este blog

Yo también le tengo ganas a García Montero

21 de octubre de 2025 05:30 h

0

El escritor y catedrático granadino Luis García Montero no deja indiferente a nadie, como está científicamente comprobado. Visto lo visto durante la última semana, si sus partidarios son acérrimos, sus detractores son ruidosos; pero, en cualquier caso, despierta pasiones, lo que no está nada mal para el imaginario romántico de un poeta que también tiene hechuras de intelectual antiguo, como él mismo se reivindica.

Permítanme informarles de que conozco al susodicho desde que éramos remotamente veinteañeros y, desde entonces, hemos compartido cercanías y distancias, sonrisas y lágrimas, la condición de abajo firmantes, marchas y manifestaciones, diatribas políticas y literarias, amoríos y desamoríos, afectos y desafectos. Hemos discrepado en cuestiones tan principales como la importancia de las croquetas o de la ensaladilla rusa en nuestras dietas, hemos llorado a la muerte y celebrado a la vida. Desde siempre, comprobé que ese tal García Montero hace bueno un verso de Joaquín Sabina, porque suele decir lo que piensa en lugar de pensar lo que dice. Y, así, ha vuelto a liarla con el director de la Real Academia, Santiago Muñoz Machado, cuya existencia ignoraba buena parte del pueblo soberano hasta que el autor de “El jardín extranjero” se metió en jardines y habló de su bufete. Desde entonces, sus adeptos nos han ido informando de que no sólo es Catedrático de Derecho Administrativo sino, al parecer, uno de los grandes humanistas de la España contemporánea. No piensa así García Montero y ha reincidido en su criterio, en un ámbito en el que la diplomacia se confunde a veces con la hipocresía.

Así que, en una vertiginosa sucesión de opiniones, el club de fans de Muñoz Machado no sólo se ha limitado a pregonar legítimamente sus virtudes sino a tirar al pim pam pum contra el director del Instituto Cervantes como si fuera un muñeco virutero de feria. Quizá, según sus propias palabras de antaño, porque algunos de ellos sean “mosquitos que vuelan a epidemias organizadas”: desde escoria a paniaguado, le han llamado de todo y él es mayorcito para driblar el balón y tirar a puerta. De hecho, también se enzarzó o le enzarzaron en polémicas en otras ocasiones –definitivamente, no tiene suerte con las viudas literarias--, pero no me sentí interpelado a compartir públicamente su causa, por la sencilla razón de que también siempre supo defenderse sin ayuda ajena.

Claro que no es perfecto, porque de serlo no seríamos compañeros de viaje, bendito Gil de Biedma. A lo largo de las décadas, guardamos distancias en tiempos de disidencia y nos amigamos con las bellas artes de la reconciliación. A través del calendario, oí como le vituperaban o le atribuían un poder que dudo que tuviera o que tuviese del todo. Tengo amistades que le detestan por motivos variopintos y otras que si él les llamara cogerían un taxi.

De repente, han ido saliendo de los callejones de la comunicación acérrimos camorristas y matasietes, dispuestos a un duelo a primera sangre, porque saben que si logran malherirle los goterones salpicarán, como siempre, a Pedro Sánchez

Sin embargo, ahora el albur calibro que es distinto porque, de repente, han ido saliendo de los callejones de la comunicación acérrimos camorristas y matasietes, dispuestos a un duelo a primera sangre, porque saben que si logran malherirle los goterones salpicarán, como siempre, a Pedro Sánchez.

En estos lances, me rijo por dos principios, el de mi barrio, cuando cerrábamos filas con cualquiera de nuestros compañeros de juegos si llegaba una pandilla rival a zurrarle. Y el de lo marines, que como hemos visto en las películas nunca dejan atrás a un compañero herido.

Así que debo declarar que yo también le tengo ganas a García Montero. Le tengo ganas de “Completamente viernes”, de que sus versos me sigan emocionando como logran hacerlo desde hace casi cincuenta años atrás, de que sus opiniones continúen sacudiéndome para compartirlas o para rebatirlas y de que sigamos encontrándonos en un abrazo también cuando deje de ser director del Cervantes. En ese momento, nadie podrá decir –como dirán, no me defrauden, de este artículo--, que cualquier defensa del amigo obedece al justiprecio de unas prebendas o de unas regalías. También entonces, ya fuera del poder temporal, espero que me siga recompensando la vieja complicidad con uno de los cerebros más lucidos de nuestros años y, al mismo tiempo, una de esas almas contundentes, capaces de enfrentarnos a un espejo y distinguir “mentiras de verdad, verdades de mentira”.

Más allá de la espuma de los días, la única verdad y la única mentira las dictará la historia. También, la historia de la literatura. Será entonces cuando los siglos venideros determinen qué fue lo mediocre y qué lo sublime de nuestra era. O qué lo mediocre y lo sublime al mismo tiempo. Si me permiten la apuesta, no creo que ese tal García Montero salga demasiado mal parado, pero puedo perfectamente equivocarme, aunque ni él ni yo, ni sus hinchas ni sus derrotistas de hoy, estaremos ya vivos para comprobarlo.