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Por una escuela diversa e inclusiva: hacia la escuela 'queer'

Nuria Sepúlveda Castilla, área de Feminismos de APDHA y profesora de la escuela pública

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Cuando educamos, hacemos política. No es posible la tarea de enseñar en la absoluta neutralidad. Los llamados discursos que apelan a esta imposible neutralidad (me refiero a los que pretenden excluir de la escuela un determinado tipo de discurso o que esto quede en manos de las familias a través del pin parental) en realidad luchan por defender los privilegios de la mal llamada “normalidad”, es decir, de un determinado modelo de familia, de alumnado y de sexualidad.

La ultraderecha y sus aliadas han sacado el hacha de guerra para defender a la familia tradicional que está adaptada y refuerza el modelo individualista y capitalista que requiere que la escuela construya niños y niñas heterosexuales y generonormados. No se defiende, en realidad, a ninguna persona sino las normas sexuales y de género que crean los privilegios y el desequilibrio de poder entre las personas que están dentro del sistema heteronormativo, y aquellas otras que están en los márgenes y sobre las que podemos imponer nuestra discriminación y nuestro rechazo.

Nuestra sexualidad, lejos del binarismo al que nos hemos visto abocadas, es un crisol diverso y lleno de colores brillantes

Todas sabemos que, en la comunidad educativa, en nuestras escuelas, sobre todo en las públicas, existen muchas personas que desafían a esta norma impuesta. Hay una multiplicidad de infancias, adolescencias y juventudes y variados y ricos tipos de “familia”. Y no solo en virtud del sexo, el género o la orientación, sino también en razón de la etnia, la raza, la religión y las distintas capacidades, entre otras cuestiones.

Paul B. Preciado en “¿Quién defiende al niño queer?” ya se preguntaba quién protegía a los y las “diferentes”, quién les daba reconocimiento y, por tanto, derecho a ser y a existir. Y no se trata de buscar la igualdad a partir de una atención a la diversidad compartimentada, que nombre lo otro pero sin sacarlo de su otredad, con procedimientos y prácticas especiales para los y las “especiales”. Se trata de establecer pedagogías y metodologías lo suficientemente abiertas, cohesivas y no marcadas para integrar a todas y que nadie se sienta discriminada ni en los márgenes. Porque nuestra sexualidad, lejos del binarismo al que nos hemos visto abocadas, es un crisol diverso y lleno de colores brillantes, permanentemente abierta y en constante construcción (de ahí el nombre “queer” de este tipo de pedagogía, a la que no le preocupa trabajar con la incertidumbre y lo hetereogéneo).

Ideas y propuestas

La escuela en la que creemos debe estar abierta a aceptar toda esta diversidad y a trabajar con ella, antes que intentar perpetuar una norma que deja fuera a muches de nosotres y nos hace muy desgraciades.

Termino con algunas ideas/propuestas que como educadores y educadoras en defensa de los derechos humanos deberíamos incluir en nuestras escuelas y nuestras prácticas. Es necesario cuestionar qué cuerpos son los privilegiados en nuestras escuelas para procurar, a partir de su identificación, deshacernos de estos privilegios. Para empezar, podríamos intentar desarrollar el espíritu crítico que permita ver estos privilegios. 

Hay que revisar unos currículos que Flores (2013) califica de logo-falo-etno-adulto-céntricos e incluir en ellos, en los materiales que usamos, en los libros que leemos, referentes diversos en cuanto a familias, orientaciones, procedencias, etc. 

Hay que analizar el sesgo androcéntrico y heterocéntrico de todas las producciones culturales (música, plástica, biología,…) y también de la visión de la historia

Debemos considerar que las identidades no son inamovibles y que las diferencias son parte de la riqueza humana. Desterrar la visión de la diversidad como otredad (todes somos diverses) y visibilizar todas esas diferencias.

Hay que cuestionar los medios de comunicación, la política, las religiones, la medicina, la psicología, los mandatos familiares, las tiendas de ropa y la propia escuela constantemente, descubriendo los intereses que se encuentran ocultos en cualquier visión del mundo. Hay que analizar el sesgo androcéntrico y heterocéntrico de todas las producciones culturales (música, plástica, biología,…) y también de la visión de la historia.

No preguntar por el sexo

En cuanto a otras cuestiones más prácticas pero no menos importantes, habría que evitar que haya normas de vestimenta, ya sean explícitas o se hallen en el currículum oculto de la escuela, favorecer la idea de que la ropa no tiene sexo ni género y que somos libres de vestirnos como nos apetezca. Se debería procurar también la existencia de baños y vestuarios en los que no se marcara el género. En muchos documentos oficiales: matrículas, cuestionarios, debería evitarse la presunción de cisheterosexualidad. Si no es necesario, no preguntar por el sexo y cuando lo sea, incluir otras opciones como “no binario”, “prefiero no contestar” o “no sé si lo tengo claro”, así como en contraposición a la opción de “padre” o “madre”, podríamos ofrecer opciones más abiertas como “personas encargadas de tu cuidado”, que incluyan así a todos los otros tipos de familia.

Es importante también que se responda siempre a comentarios prejuiciosos, fóbicos o insultos. No hay que dejar pasar esta oportunidad de aprendizaje. No solo hay que actuar cuando se abre un protocolo de acoso, sino que se haga una labor de prevención en las aulas.

Uno de los mandatos de la educación es conseguir ciudadanes comprometides y felices.

También el lenguaje con el que te diriges a tu alumnado es importante, hay que reconocer todas las realidades que hay en el aula y hablar para todas ellas.  

Uno de los mandatos de la educación es conseguir ciudadanes comprometides y felices. Las prácticas que ayudan a poner en valor la diversidad humana, inclusivas y generadoras de cohesión, que fomentan comunidades respetuosas con sus gentes y favorecen el desarrollo de sus vidas y proyectos, son aquellas en las que el respeto por los derechos de todas las personas son una oportunidad de conocimiento, aprendizaje y felicidad. 

Debemos tomar conciencia de que les otres somos todes, los valores hegemónicos no representan a casi nadie y convertirlos en universales genera violencia y dolor en muchas personas, que no se sienten reconocidas en ellos. 

BIBLIOGRAFÍA:

FLORES, V. Interruqciones. Ensayos de poética activista. Escritura, política y educación. La Mondonga Dark. 2013

PRECIADO, P.B. Un apartamento en Urano. Anagrama. 2019

SÁNCHEZ SÁINZ, M. Pedagogías queer. ¿Nos arriesgamos a hacer otra educación? Ed. Catarata. 2019.

Cuando educamos, hacemos política. No es posible la tarea de enseñar en la absoluta neutralidad. Los llamados discursos que apelan a esta imposible neutralidad (me refiero a los que pretenden excluir de la escuela un determinado tipo de discurso o que esto quede en manos de las familias a través del pin parental) en realidad luchan por defender los privilegios de la mal llamada “normalidad”, es decir, de un determinado modelo de familia, de alumnado y de sexualidad.

La ultraderecha y sus aliadas han sacado el hacha de guerra para defender a la familia tradicional que está adaptada y refuerza el modelo individualista y capitalista que requiere que la escuela construya niños y niñas heterosexuales y generonormados. No se defiende, en realidad, a ninguna persona sino las normas sexuales y de género que crean los privilegios y el desequilibrio de poder entre las personas que están dentro del sistema heteronormativo, y aquellas otras que están en los márgenes y sobre las que podemos imponer nuestra discriminación y nuestro rechazo.