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Las lágrimas de la Macarena
Ni la Macarena ni ninguna imagen, sevillana o andaluza, son responsables del uso que hacen de ellas quienes se creen sus dueños materiales. Son imágenes canalizadoras de una religiosidad popular que no tiene ni admite normas ortodoxas porque superan, con creces, cualquier tipo de clasificación. No significan lo mismo para todas las personas, pero forman parte de sus vivencias, emociones, recuerdos familiares, identidad de barrio y sentimientos muchas veces inexplicables, pero no contradictorios, de millones de andaluzas y andaluces de todas las ideologías y de todas las sensibilidades espirituales, desde la católica a la atea.
Si la Macarena pudiera hacerlo, sacaría arrastrando a Queipo de Llano de su casa porque una mujer judía, pobre, con un hijo perseguido y asesinado por el poder político y religioso, símbolo de un barrio sevillano obrero donde se levantaron barricadas contra el fascismo y donde ella presidía la cabecera de muchas camas de mujeres comunistas y anarquistas violadas, pisoteadas, denigradas por el general franquista y su gente, no podría hacer más que arrastrarlo fuera de su casa y tirarlo al contenedor más próximo. Pero no puede y posiblemente sufra por no poder hacerlo, sufra por ver cómo, lo que ella simboliza es manipulado por ‘creyentes’ sin escrúpulos que la convierten en mercancía, en propiedad y en símbolo de todo lo que ella no es. Seguramente, sus lágrimas son también por este motivo.
Si la Macarena pudiera hacerlo, sacaría arrastrando a Queipo de Llano de su casa
La Macarena es el símbolo de las madres que pierden a sus hijos en el mar, de los hombres y mujeres que tienen que huir de sus tierras, como ella tuvo que hacer, de los hombres y mujeres que engrosan las colas del paro, de los barrios obreros donde la mayor parte de su gente está en riesgo de exclusión, de los que esperan una ayuda mínima para poder comer.
No es propiedad de nadie más que de la gente de su barrio y de los miles y miles de hermanas y hermanos que, aunque no la vean más que unas pocas veces al año porque no frecuentan la visita a su casa, la guardan en su memoria, una memoria heredada a su vez de la memoria de quienes les precedieron. Muchas de ellas y ellos esperan aún en fosas comunes a poder ser llorados y enterrados por sus familiares.
Y a ellas y ellos se debe: a la gente sencilla que la lleva dentro. Que se enteren de una vez los hermanos mayores, los guardianes de todo lo que ella no es, los que permiten que Queipo de Llano siga a su lado, ofendiéndola, y los que permiten que una señora de extrema derecha como Macarena Olona, que representa lo que representaba el franquista Queipo de Llano, que intenta insultar a los andaluces un 28-F negando nuestra identidad, nuestros símbolos, nuestras luchas, nuestras aspiraciones como pueblo, tenga el privilegio de acercarse a ella como no lo tienen los hijos y las hijas de su barrio ni los que la visitan con mucha más dignidad que esta señora de ultraderecha que se aprovecha de ella para sus fines electorales, sabiendo el beneficio que la Macarena puede reportarle. Si de verdad quisiera ver a la Macarena, lo haría de forma anónima y cualquier otro día, como lo hacen los hijos e hijas del barrio de la Macarena.
Vergüenza les debería de dar a quienes permiten que la Macarena sea utilizada para fines tan despreciables, a menos que, en su mayoría, quieran también utilizarla para los mismos fines y si es así, tendrán que dar muchas explicaciones porque no están por encima del bien y del mal y las sevillanas y sevillanos nos merecemos, como la Macarena, más respeto por parte de quienes tienen las varas de mando.
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