La restauración de un histórico refugio enfrenta a Sierra Nevada con ecologistas y montañeros: “Es un capricho peligroso”

Álvaro López

Granada —
29 de septiembre de 2025 06:00 h

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La restauración del refugio de Elorrieta, situado a 3.192 metros de altitud en el corazón de Sierra Nevada (Granada), ha desatado un conflicto que va mucho más allá de la mera conservación de un edificio en ruinas. El proyecto, impulsado por la Junta de Andalucía con financiación europea, ha sido presentado como una actuación patrimonial, pero ha encontrado la oposición frontal de ecologistas, montañeros y parte del Consejo de Participación del Parque Nacional, además de abrir una disputa administrativa sobre a qué municipio pertenece realmente la construcción: Capileira o Lanjarón.

Construido en 1931 como albergue forestal, abandonado durante décadas y casi desaparecido e integrado en la montaña, forma parte ahora de un plan de la Junta de Andalucía para restaurar quince infraestructuras similares con un presupuesto de más de 700.000 euros. Las obras, financiadas con fondos europeos que deben ejecutarse antes de abril de 2026, han comenzado este pasado verano haciendo uso incluso de helicópteros para transportar los materiales a una altura tan considerable. Pero esas mismas obras, que requieren de tal despliegue, también han abierto una fractura entre la dirección del Parque Nacional y buena parte de quienes integran su propio Consejo de Participación.

La Federación de Montaña y Ecologistas en Acción, dos de los miembros del citado Consejo, consideran que rehabilitar Elorrieta carece de sentido. “Es un capricho difícil de entender y peligroso para los que lo lleguen a utilizar como refugio”, deslizan en declaraciones a elDiario.es Andalucía. Alegan que un refugio por encima de los 3.000 metros es un riesgo para quienes buscan cobijo en condiciones extremas y, además, una amenaza para el entorno.

Concha Alfaro, representante de la Federación en el Consejo, recuerda que la asamblea de Antequera de 2015 fijó un criterio claro: los refugios deben situarse por debajo de los 2.500 metros. “Arriba siempre hace peor. Un refugio en esas condiciones da falsa seguridad y se convierte en una trampa”, advierte. Tampoco hay abastecimiento de agua, lo que presionaría a la laguna de Lanjarón, uno de los ecosistemas más frágiles de la zona, apunta.

A esas críticas se suma una visión conservacionista: la montaña debe estar limpia de infraestructuras que la modifiquen. “Lo que se está haciendo es empequeñecer Sierra Nevada”, denuncia Alfaro, recordando los proyectos para reabrir viejas carreteras, hacer accesos fáciles y ahora un refugio rehabilitado a más de 3.000 metros. Para los ecologistas, la consecuencia es clara: más accidentes, más presión sobre un entorno de altísima fragilidad y la banalización del esfuerzo que exige la alta montaña. “Ya no es un logro alcanzar la cima cuando todo se llena de facilidades. Hemos llegado a ver gente en chanclas subiendo al Veleta en autobús”, resume la montañera.

Los ecologistas ven también un síntoma de opacidad en la gestión. “En el Consejo siempre nos opusimos a reabrirlo, pero la dirección del parque mantiene un funcionamiento oscurantista. No nos facilitan la información con tiempo y las decisiones se toman de espaldas a la participación”, denuncia Javier Egea, de Ecologistas en Acción. Alfaro añade que ni siquiera se informó a tiempo de que las obras estaban en marcha: “Nos enteramos cuando vimos el helicóptero subiendo materiales”.

Desde Ecologistas en Acción apuntan además que la normativa del propio parque establece que las construcciones en ruina deben demolerse para recuperar la naturalidad de las cumbres. “Elorrieta es el ejemplo claro: debería limpiarse la cima y dejar que la montaña se recupere por sí sola”, sostiene Javier Egea. A su juicio, insistir en rehabilitarlo carece de lógica: “Allí no hay agua, es un lugar peligroso y sin sentido. Rehabilitarlo solo servirá para convertirlo en un foco de basura y de accidentes”.

Un refugio simbólico

Frente a estas críticas, el director del Parque Nacional, Francisco de Asís Muñoz, sostiene que no se trata de construir un refugio nuevo, sino de cumplir con la obligación legal de conservar un bien protegido. “Está en la lista roja del patrimonio y la ley nos obliga a conservarlo. No hacemos ninguna innovación, solo consolidación y mantenimiento. Se preservan elementos originales como el aljibe o las chimeneas, y se refuerza la seguridad para que no siga deteriorándose”, asegura.

Muñoz explica que el uso será muy limitado: “No será un refugio deportivo, no se ofertará como tal. Será un albergue de emergencia, como lo son tantos abrigos de ganado. Elorrieta ha salvado vidas y puede volver a hacerlo, pero no tendrá la condición de refugio de montaña”. El proyecto, insiste, ha pasado por el Consejo de Participación en varias ocasiones y cuenta con informe favorable de Cultura, condicionado a que se respeten los elementos históricos más relevantes. “Sierra Nevada no solo tiene un valor natural extraordinario. También alberga un patrimonio histórico y cultural que tenemos la obligación de mantener”, añade.

El Ayuntamiento de Capileira, en cuyo término se sitúa al menos parte de la construcción -aunque existe disputa con Lanjarón-, paralizó inicialmente las obras al no haber recibido notificación previa. “La primera noticia la tuvimos por la prensa, cuando ya se veían los helicópteros”, recuerda el alcalde, José Fernando Castro (PSOE). Tras estudiar la normativa, levantó la suspensión al considerar que la obra podía estar exenta de licencia por su carácter de interés general, pero matiza que el expediente se ha remitido a la Consejería de Fomento para una decisión definitiva.

El regidor reconoce que el debate de fondo no es sencillo. “Si hubiera que hacer hoy un refugio en Elorrieta sería una locura. A esa altitud no tiene sentido. Otra cosa es conservar un patrimonio ya existente, con un uso limitado y respetuoso. Pero lo primero debería ser deslindar oficialmente el término municipal y tener claro de quién depende”, señala. Su propuesta pasa por una rehabilitación que permita usos científicos o patrimoniales, con una parte mínima accesible como refugio vivac en caso de emergencia, pero sin publicitarlo como destino montañero.

La disputa sobre Elorrieta revela una fractura mayor: la forma en que se gestiona Sierra Nevada. Para el Parque, se trata de cumplir la ley y preservar un legado histórico. Para ecologistas y montañeros, es un paso más en la domesticación de la alta montaña, un “empequeñecimiento” que, como denuncia Alfaro, transforma el esfuerzo en la clase de turismo que tiende a la masificación. Elorrieta se ha convertido así en el símbolo de dos visiones enfrentadas sobre el futuro de la sierra granadina: conservar la montaña como patrimonio natural en su estado más puro o mantener vivas también sus huellas humanas, aunque sean de hormigón a más de 3.000 metros.

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