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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

Muñecas sexuales y su pornografía en la sociedad digital

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Denominadas sex dolls en el grueso de la sociedad digital, las muñecas sexuales son objetos de silicona o TPE (elastómero termoplástico) que replican el tamaño de las humanas, buscando un híper realismo con las mismas. Su apariencia adquiere el canon con el que tradicionalmente las mujeres han sido representadas en el contexto de la pornografía.

Actualmente, desde hace algo más de una década, en el mercado también encontramos las llamadas sex robots, un producto tecnológico originado a partir de las muñecas sexuales y que podría ser traducido al castellano como muñecas robóticas.

La diferencia entre un modelo y otro estriba en la introducción de un dispositivo que permite a la muñeca robótica tener ciertas características para interactuar verbalmente. A través del uso de inteligencia artificial, la muñeca aprende según avanza la conversación. Una app instalada en un smartphone o en una tablet da lugar a que el consumidor del producto pueda seleccionar el tipo de personalidad discursiva de la muñeca, de tal forma, que puede adquirir rasgos de que sean distintos, como el juego o el coqueteo, bajo demanda y orden externo. El control de lo que persigue replicar una mujer está al mando del consumidor. Él será quien tome todas las decisiones sobre cómo interactuar con la simulación de una humana.

La muñeca robótica también dispone de cierta capacidad de movimiento. Por ejemplo, Harmony, el modelo de Abyss Creations de California, pestañea, abre y cierra los labios, gesticula y mueve ligeramente la cabeza. A algunos modelos también se les ha dotado de la posibilidad de mover las caderas para favorecer la masturbación masculina.

Los fabricantes ofrecen a los consumidores multitud de opciones para seleccionar las características físicas de las muñecas, con el objetivo de poder adaptarlas al gusto individual. En el relato, lanzan ideas tales como que aportan el sueño de crear a la mujer perfecta. A través de las redes sociales, en reportajes que se pueden visualizar en las plataformas de vídeo, es interesante observar las imágenes de las cadenas de producción y montaje de las muñecas, en las que los segmentos híper realistas de cuerpos plásticos persiguen construir objetos similares a las niñas y a las mujeres.

Estos productos, según sus creadores, están diseñados para ofrecer compañía y ocupar una parte de la vida íntima de las personas. Más concretamente, están orientadas a un mercado masculino y, más allá de entender el objeto como un juguete sexual, el discurso que las acompaña gira sobre la idea de que las muñecas pueden ofrecer una relación romántica, sexual y apasionada, sin complicaciones emocionales. De hecho, se refieren a las muñecas como “chica ideal”, “mujer sintética”, “la mujer de tus sueños” o “tu novia virtual” y se publicitan con mensajes que prometen una equiparación con las mujeres.

Las muñecas sexuales de esta generación cuentan con un sector intelectual muy involucrado en promover y legitimar el producto como una pareja con la que hacer crecer el amor y el placer. Véanse como ejemplos, los trabajos de David Levy o Kate Devlin; o las tres ediciones que se han celebrado del congreso Love & Sex with Robots, con publicación de las comunicaciones en Springer.

Se reproduce la práctica de cosificar sexualmente a las mujeres, de una manera que representan un lugar subordinado al mandato de los varones, quienes ocupan, en contraposición, el papel de sujeto de la acción y de la escena, la posición dominante.

Efectivamente, las investigaciones en torno a las muñecas sexuales han dado como resultado un debate intelectual con una producción creciente de artículos en revistas especializadas y libros. Una de las líneas de investigación críticas corresponde a los estudios feministas, que como teoría crítica que analiza la situación material y simbólica de las mujeres en la sociedad digital; y como área intelectual que observa el devenir de la tecnología, ha hallado un caso de estudio relevante, por la trascendencia que tienen las muñecas sexuales y la pornografía que se ha generado a partir de su uso, en el proceso de construcción de discursos y prácticas que ofrecen ideas que deshumanizan a las mujeres y que, por lo tanto, crean mecanismos simbólicos de inferiorización cultural de lo femenino.

 ¿Qué es problemático en estos productos? 

A través del lenguaje que se está empleando en el contexto de las sex dolls, se establece un paralelismo simbólico y discursivo que ubica en el mismo plano a una mujer y a un objeto que la replica de forma híper realista. Aquí la mujer es inferiorizada, se le atribuye el mismo rango que un producto, que un juguete sexual. Es decir, se reproduce la práctica de cosificar sexualmente a las mujeres, de una manera que representan un lugar subordinado al mandato de los varones, quienes ocupan, en contraposición, el papel de sujeto de la acción y de la escena, la posición dominante.

Las muñecas y las robots son, en realidad, productos con un fundamento muy próximo a la idea original de la pornografía, que es la creación de un material específico en el que se exhiben los cuerpos desnudos de las mujeres, que bien son expuestos como objetos decorativos, bien como fragmentos explícitos de sus genitales. Dicho material persigue activar la excitación sexual masculina, para dar paso a la masturbación que dé lugar al clímax. Por ello, tal como acuñó la antropóloga británica Kathleen Richardson, la denominación que deben recibir ha de ser muñecas pornográficas.

El adjetivo sexual en compañía de la palabra muñeca plantea la confusión de que un humano pueda mantener relaciones sexuales con un objeto. Los humanos comparten su sexualidad entre sí, pero con los juguetes no se pueden establecer relaciones sexuales. Los humanos usan los objetos de manera unidireccional, para su propia satisfacción.

Uno de los puntos problemáticos de esta deriva es que gran parte de los varones que utilizan estos objetos, en sus testimonios presentes en las redes sociales y en Internet, hacen ver que asumen que la relación sexual es aquello que ellos hacen simbólicamente a las mujeres. Aquellas acciones íntimas que ellos controlan de principio a fin, coitocentradas, sin reciprocidad y bajo desconexión empática, son identificadas como “hacer el amor” o “tener sexo”. De lo que se desprende la existencia de una sexualidad construida desde el ensimismamiento del yo masculino y un gusto explícito por el uso instrumentalizado del cuerpo femenino para el placer vivido en ausencia de mutualidad. Es un escenario en el que las mujeres, simbólicamente, son cosificadas al extremo. 

Pornografía con sex dolls y muñecas con apariencia infantil 

Pese a lo mencionado, los consumidores de estas muñecas afirman construir relaciones amorosas, sexuales e íntimas con dichos objetos y han generado un despliegue importante de comunidades virtuales en el ciberespacio. Lugares del Internet en los que comparten las imágenes de la pornografía que han ido produciendo a partir del uso de las muñecas. Y canales dentro de las grandes plataformas de vídeos pornográficos gratuitos. Páginas que lideran el tráfico mundial del Internet, como las pertenecientes a la compañía MindGeek y que dan acogida a vídeos rodados con sex dolls que suman millones de visualizaciones actualmente.

Entre todas esas imágenes, también se encuentran aquellas que se han producido con el uso de muñecas que tienen apariencia infantil y a las que se las refiere como si fueran niñas. Es decir, los consumidores de muñecas híper realistas de apariencia infantil están produciendo material audiovisual explícito cuyo acceso es libre, gratuito y disponible en las páginas pornográficas de mayor tráfico mundial. También en blogs, redes sociales y revistas digitales.

El contenido es diverso. En parte de dicho contenido se practican torturas y aquello que sobresale, por encima de las narraciones con núcleo misógino sobre las mujeres, es la escenificación de la violación a niñas y a adultas. En ocasiones la alusión a la violación es directa. En todo ello, lo que se presenta en las imágenes es la representación realista de una niña o una mujer con apariencia de estar inconscientes, que son utilizadas por varones que poseen el control total de la situación. Este elogio a la violación, que se consume en millones de visualizaciones, constituye uno de los nudos más problemáticos del caso estudiado y plantea uno de los grandes retos que están presentes en la sociedad digital con la presencia de un modelo de pornografía desregulado que ha erotizado el ejercicio de la violencia contra las mujeres y que ha fortalecido los relatos de la dominación masculina y la subordinación femenina.

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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

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