En los últimos tiempos, la trayectoria de Camela ha venido marcada por los rumores. Primero, por el presunto deterioro de las relaciones entre sus dos componentes en activo, Dionisio Martín y Mari Ángeles Muñoz, y más tarde por los problemas de salud del primero, que les obligaron a cancelar varias actuaciones y podrían, según algunos, precipitar el fin de una aventura musical sin parangón: la de unos artistas que partieron desde cero para vender millones de discos sin contar con el apoyo inicial de la industria. La última cancelación ha sido la del concierto del Festival del Patio de Sevilla, anunciado para la semana pasada, y que abre un interrogante para las próximas fechas del grupo.
A la cita hispalense iba a acudir un Dioni que aseguraba a elDiario.es sentirse en buena forma, pero que venía de pasarlo –según él mismo afirmaba dos días antes del recital– muy mal. “La verdad es que ha sido duro. Al principio parecía solo una laringitis que no se curaba. Al final, gracias a mi fisioterapeuta, descubrimos que era una inflamación en el músculo del cuello producido por un desgarro, que me impedía que se movieran las cuerdas vocales. Con mucho trabajo estoy ya casi recuperado. Estoy en muy buenas manos, me trata una otorrino increíble y mi fisio de toda la vida”.
Finalmente, la organización del evento emitió un comunicado en el que lamentaba que “el artista de la icónica banda presenta una recaída en la afección de garganta que le mantiene apartado de los escenarios desde el mes de agosto, circunstancia que le impide subirse al escenario en las condiciones necesarias para garantizar la calidad del espectáculo y su bienestar físico. Por respeto al público y a su compromiso artístico, el dúo madrileño de tecno-rumba ha decidido finalmente cancelar el concierto programado para este viernes 10 de octubre en Mairena del Aljarafe. Desde la Diputación de Sevilla se desea una pronta recuperación al artista”.
Del casete a las plataformas
Echando la vista atrás, lo cierto es que son 35 años los transcurridos desde ‘Tinieblas’, una maqueta casera que grabaron en 1990 para repartirla entre los parientes y amigos y que no llegó a comercializarse, pero sirvió para echar a rodar el proyecto que el dúo compartía con el teclista Miguel Ángel Cabrera. También comenzaba ahí una andadura con muchos kilómetros de carretera que, inevitablemente, deben pasar factura al cuerpo, aunque Mari Ángeles rechaza esta idea. “Se sienten bien los años cuando uno hace lo que le gusta hacer”, asevera. “Nosotros, obligados, no hemos hecho ni haremos nunca nada”.
La única mujer de esta formación del madrileño barrio de San Cristóbal de los Ángeles asume la voz cantante en la entrevista y quita también importancia al hecho de que, en aquella década de los 90, Camela lograra imponer sus canciones sin pasar por las radiofórmulas, casi conquistando uno a uno a sus seguidores. Cuando se le pregunta si fueron la demostración de que el negocio musical no lo es todo, responde: “Los pioneros de esto no fuimos nosotros, hay muchos más grupos que demostraron en su día que el márketing está sobrevalorado”.
Indiscutibles reyes de las gasolineras y los bares de carretera durante años, Camela son un buen ejemplo de la evolución de la industria discográfica en España: pasaron de vender cientos de miles de cintas de casete a discos compactos, regatearon mejor que muchos el azote de la piratería y asistieron asombrados a la irrupción de internet y las plataformas digitales. “Sentimos nostalgia, pero sobre todo a la hora de reproducir música”, comentan. “Antes era algo mucho más especial. Los tiempos fueron cambiando y todos, desde los artistas hasta los vendedores de las tiendas o los directivos de las discográficas, tuvimos que adaptarnos. Ahora el panorama musical no se parece en nada al que conocimos en nuestros comienzos”.
“Lo único que no ha cambiado son las ganas de hacer música, y con eso continuamos”, asevera Mari Ángeles, quien no sabría decir si, en el caso de empezar hoy desde cero, Camela tendría el mismo recorrido. “¿Quién puede saber eso? Suponemos que sí, porque seguimos viendo a niños pequeños cantar todas nuestras canciones junto a sus padres, y eso es maravilloso. En el fondo, por muy diferentes que sean las cosas, los músicos siempre tenemos la sensación de volver a empezar, una y otra vez”.
Cantar a Wallapop
Y cantando al amor, el tema más trabajado en las letras del grupo, ¿creen que la forma de entender las relaciones ha cambiado sustancialmente? “El verdadero amor nunca va a cambiar”, sentencia la artista. “Si es amor de verdad, siempre será romántico y habrá gente deseando verlo reflejado en las canciones”.
Eso sí, con la irrupción de las modernas tecnologías y las redes sociales, el motor compositivo de Camela se ha alimentado de nuevos argumentos. Sin ir más lejos, recientemente lanzaron una serie de canciones inspiradas en chats de la plataforma de compraventa Wallapop, “algo que nos propusieron y nos pareció divertido”, apuntan. “Nos lo pasamos muy bien dando forma a esos temas que, en efecto, se salen de la línea habitual de nuestras canciones”.
Tras la estela de Camela surgieron muchos proyectos similares, algunos con notable éxito, pero muy lejos del que tuvieron ellos. Formaciones como Calaítos, Ríos de Gloria, Chalay, Kayma, Bernardo Vázquez, Piel Morena o Kalentura ahondaron en el auge de aquella tecno-rumba que puso a bailar a jóvenes y mayores en verbenas, ferias y discotecas de toda la geografía nacional. “¿Por qué Camela era especial? Esa pregunta es más bien para el público. Ellos lo sabrán mejor que nadie. Suponemos que cada uno es como es”, añade Mari Ángeles tan lacónicamente como cuando se le pregunta qué música les interesa del panorama actual: “Toda, en su totalidad. Es música”.