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Apuntes carcelarios para la formación del sindicalista: el cuaderno perdido que Marcelino Camacho escribió en Carabanchel

Néstor Cenizo

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Por las celdas de las galerías tercera y sexta de la antigua prisión de Carabanchel, símbolo de la represión franquista, pasaron miles de presos políticos. Profesores o intelectuales, pero también obreros y trabajadores comunes. Curiosamente, lejos de “reconducir” su disidencia, muchos recibieron entre rejas una formación complementaria con la que apuntalar sus ideas políticas: se dice que la cárcel de Carabanchel se parecía a una universidad, con clases, apuntes e ideas que volaban, aunque fuera en voz baja. Ahora se publica parte de ese material: Apuntes sobre el movimiento obrero es uno de los 18 cuadernos que Marcelino Camacho escribió entre rejas para los seminarios que realizaban los presos, en los que el sindicalista fue clave.

El texto, publicado por la editorial sevillana Atrapasueños, es una historia del movimiento obrero que abarca desde el siglo XVIII hasta el final de la Guerra Civil. Camacho registró esas líneas a mano y en cuidada y minúscula caligrafía sobre papel carbón a principios de los años 70. Logró sacar los cuadernos cuando salió de la cárcel, en 1975, y habían permanecido ocultos hasta ahora. Sus hijos los encontraron al fondo de un cajón, detrás de unas carpetas atiborradas de facturas de banco y, partiendo de varias copias, reconstruyeron el dedicado a la historia del sindicalismo.

Apuntes para la formación de los sindicalistas

“Muchos presos en la cárcel aprendieron lo que el franquismo les ocultaba”, afirma Marcel Camacho, hijo del histórico sindicalista. Él mismo pasó por aquellos seminarios durante los tres meses que estuvo encarcelado. Tras los barrotes recibió clases de Filosofía de parte de un albañil y debatió por primera vez sobre Marx. Entre los presos había intelectuales muy destacados. Por ejemplo, a su padre le dio clases de Economía un eminente ejecutivo del Banco de España republicano. 

Pero más allá de las eminencias, para Camacho los seminarios carcelarios demuestran la férrea voluntad de los presos políticos de la época por sostener la lucha obrera con un sólido armazón intelectual. “Una persona para una buena lucha sindical tenía que tener una buena formación, porque si no están bien amarradas tus ideas, flaqueas a la primera de cambio”. Cree que esta actividad de estudio refleja también una especie de “sentido de republicano del estudio” por parte de trabajadores autodidactas sin estudios oficiales, pero con ansias de aprender. “No se planteaban escribir un libro, sino enseñar lo que creían que debía saber un sindicalista que iba a estar en la calle”.  

Cuando entra en prisión, en 1967, Marcelino Camacho se centra en preparar dos materias, Economía e Historia del Movimiento Obrero. Estudiaba los temas, tomaba referencias, y dejaba por escrito los apuntes en varios cuadernos de espiral, que luego se copiaban para ser distribuidos. Una de esas libretas ya fue publicada como libro en París, en 1975, después de que lograran sacarla de la cárcel incluso antes de la puesta en libertad de Camacho. Se tituló Charlas en la prisión, y recogía la lucha sindical durante el franquismo y el proceso de formación de Comisiones Obreras.

Apuntes sobre el movimiento obrero se ocupa del periodo inmediatamente anterior, desde los orígenes de la lucha sindical en España hasta la Guerra Civil. Otros tres se dedican al Proceso 1001, con el que el franquismo condenó a toda la dirección de Comisiones Obreras, los llamados diez de Carabanchel. Camacho, que fue condenado inicialmente a veinte años de prisión, transcribió a mano expedientes y declaraciones, y guardó todos los recortes de periódico sobre el tema.

Copias a mano de los libros citados

Uno de los detalles que llama la atención en los apuntes de Camacho es la profusión de datos, fuentes y citas, muchas de ellas a libros prohibidos por el régimen y proscritos, lógicamente, de la biblioteca de la cárcel, como las obras de Tuñón de Lara. Los apuntes a mano podían tolerarse en algunas prisiones, pero tener un libro prohibido era otra historia. Los presos se las arreglaban para introducir estos ejemplares y los escondían en las paredes de las celdas vacías. “Algunos estaban copiados manualmente”, explica Marcel Camacho. “Había una especie de amanuenses que solo se dedicaban a transcribir en letra pequeñita para que entrara en cuartillas. Luego los metían en ladrillos, despegaban los baldosines y los volvían a pegar”.

La tolerancia de estas actividades dependía también de la propia voluntad y carácter del director de la prisión. “A veces llegaban y se lo llevaban todo, incluidos los libros. Los cuadernos no. Carabanchel era demasiado grande, con muchos presos políticos. Era imposible”.

La clase obrera no es homogénea

Los cuadernos sirvieron para formar a cientos de cuadros sindicales porque recogen lo que se consideraba la formación básica del buen sindicalista. Apuntes, por ejemplo, es una historia del movimiento obrero en España, pero Camacho no evita destilar de ella algunos principios del sindicalismo. Sirve de manual de historia, pero no elude una evaluación de los procesos históricos.

Por ejemplo: concluye que el sindicalismo es “fundamentalmente reivindicativo, aunque no exclusivamente reivindicativo”; que el sindicato debe ser una organización de masas “abierta a todos los trabajadores (…) cualesquiera que sean sus opiniones”; y que la lucha legal se subordina a la lucha “extralegal”, que es la “única forma” de llevar una lucha de masas en las condiciones de una dictadura oligárquico-fascista“. El sindicalista advertía de que la clase obrera era homogénea en lo económico, pero ”no lo es en lo político o en lo religioso“.

Entrega al Archivo de Salamanca

Camacho fue puesto en libertad en diciembre de 1975. Tras su muerte, en 2010, los cuadernos permanecieron arrinconados en un cajón, hasta que en una limpieza rutinaria, sus hijos dieron con ellos. La semana pasada, la familia los entregó, junto con más de 25000 documentos de Marcelino Camacho y Josefina Samper, al Archivo de Salamanca, en presencia de la vicepresidenta Yolanda Díaz, el ministro Miquel Iceta y el secretario general de CCOO Unai Sordo.

Hay fotografías, carnets, objetos personales, artículos, conferencias, folletos, revistas y libros. A sus hijos les costó cinco años recopilarlos y, en el caso de los cuadernos, mucho tiempo encontrarlos. Hoy, Carabanchel es un solar y los apuntes que allí se escribieron han terminado siendo un libro sobre la historia del movimiento obrero que, paradójicamente, termina donde empieza la historia de Camacho y los sindicalistas que se formaron en la prisión.

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