FOTOGALERÍA | La piel con antojo de arte
En un rincón de Andalucía perdura un oficio que convierte el cuero en algo más que pura artesanía. Dan fe Stephen King o el rey de Arabia Saudí. Con productos exclusivos y realizados a mano, el taller de Cordobán y Guadamecí de Osuna (Sevilla) mantiene técnicas tradicionales de origen árabe heredadas por el paso de las épocas y los imperios. Trabajos robustos y curtidos para mil batallas o con finos acabados decorativos. Un legado de la cultura atávica que pervive. “La piel hecha arte”, dicen.
“Un material noble, la piel, y un arte casi olvidado”. ¿Qué es el Cordobán? Piel de cordero curtida, de calidad, flexible, resistente y duradera, que se emplea para recubrir arcas, cofres, baúles e incluso prendas de vestir como zapatos y chalecos. Siempre son objetos de uso práctico, que pueden estar decorados con motivos pintados, repujados o grabados y realzar así su valor y suntuosidad. La técnica, antaño, entró por Córdoba. De ahí su nombre.
¿Y qué es el Guadamecí? Este proceso está caracterizado por la aplicación de pan de plata sobre la piel ya repujada y envejecida. Tiene una función estética y decorativa. Se aplica para recubrimiento de paredes, biombos, cobertores o cojines. También con fines religiosos, en retablos, frontales de altar y casullas. Su denominación, de origen árabe, está atribuida a la ciudad norteafricana de Ghadamés (Libia).
“Así a lo grande, que yo sepa, no hay talleres como este”, dice Alberto Delgado, socio junto a Manuel Morillo del taller ursaonense Arte2, enclavado en una de las paradas de la ruta Caminos de Pasión. Ambos trabajaban para un artesano que legó el conocimiento. “Le dieron un mes de vida y antes de morir nos enseñó”. Así es la historia, así se transmite el arte. El “maestro”, como le llaman, era Antonio Rodríguez, que fundó el taller en 1995. Alberto y Manuel aterrizaron en el Cordobán y el Guadamecí al unísono con la llegada del nuevo siglo.
“El 90% de la producción va al extranjero a través de ferias de arte y de internet, principalmente”, refiere Morillo. “¿Clientes? Casas, hoteles… en todos los continentes. Árabes, asiáticos, africanos”, recuerda Delgado. Y trazan mapas mentales: un cabecero de cama para el reino de Bahréin, encargos desde Nueva Delhi (India), Rusia, república de Uzbekistán… “La mayoría de clientes son del Golfo Pérsico”, confiesan. Y nobles europeos. Petróleo por piel. Qatar. “Al rey de Arabia Saudí –Abdalá bin Abdelaziz al-Saud– le revestimos los ascensores hará más de cuatro años”. ¿Precios? “No es caro, pero cuesta dinero”, contestan. Un ejemplo: un baúl, unos 1.300 euros.
“Tengo la sensación de haber estado durmiendo dentro de una obra de arte”, dijo el escritor estadounidense Stephen King tras pernoctar en la habitación de un hotel de Sevilla decorada con estas técnicas de origen árabe. Para hacer esta artesanía que roza el arte, es preciso una lenta labor de manufactura que hurga en diseños antiguos. Técnicas añejas que suman ahora la herramienta informática, un ordenador con el que adaptar cada modelo o inventar, según el gusto del cliente. Como un escudo del Betis, que preside uno de los espacios de trabajo del taller para guiño de Manuel y agravio contenido de Alberto.