Sobrevivir en un contexto de guerra expone a elevadas dosis de violencia. Con frecuencia, se generan heridas en la identidad de los individuos que son difíciles de cicatrizar. En Psicología, se habla del efecto acumulativo del trauma como un factor de riesgo para desencadenar problemas psicológicos. Es decir, a una mayor exposición a situaciones traumáticas, existe una mayor vulnerabilidad al desarrollo de trastornos psíquicos.
Desde la Nakba de 1948, la vida y la muerte conviven con los palestinos en Gaza y en Cisjordania. En Palestina se han interiorizado prácticas como las detenciones arbitrarias, la tortura indiscriminada, las hambrunas y los desplazamientos forzados. Incluso se alerta del robo de órganos en prisiones y en cuerpos encontrados en fosas comunes.
Desde antes del 7 de octubre de 2023, el trabajo humanitario acompaña a las nuevas generaciones palestinas. La dinamización local y comunitaria es fundamental. La asociación Laylac camina en esta dirección. Está ubicada en el campo de refugio de Dheisheh, al sur de Belén y establecido en 1949. Pese a que inicialmente el asentamiento se estructuró con tiendas de campaña, hoy es una zona densamente edificada donde conviven cerca de 13.000 palestinos.
Naji Owda es una de las caras visibles de este proyecto de intervención psicosocial, en el que hay jóvenes que, entre otras actividades, dibujan. A través de él, hemos tenido acceso a estos dibujos que recientemente han sido encontrados en la asociación Laylac. No conocemos la autoría ni la intencionalidad de las obras, pese a que alguna de ellas está firmada. Tampoco la edad de las personas que las dibujaron, tan solo sabemos que fueron adolescentes de Palestina bajo un Estado de ocupación. Desconocemos todo, salvo el lugar donde fueron encontrados. Desconocemos tanto la fuerza del trazo como qué invitó a dibujar a los adolescentes, si fue pura expresión o una actividad dirigida en un curso de pintura. Digamos que lo único con lo que contamos es con el resultado y, desde ahí, reflexionamos.
Una representación de la realidad palestina
En Palestina, truena la vida, escupe la muerte. De una valla cuelgan ocho nombres de mártires. Es una representación del no-olvido. Resuena el 'solo muere lo que es olvidado'. Diecisiete ataúdes en el patio de un edificio, y otro en su interior, contienen números. No los sabemos descifrar. Más cuerpos sangrantes yacen sobre el asfalto. La cruda cotidiana realidad. La representación de la muerte en estos dibujos invita a reflexionar sobre la limpieza étnica de Israel en Palestina. A fecha de mayo de 2025, cerca de 55.000 gazatíes han perdido la vida desde el 07 de octubre de 2023. Recientemente, la película documental ‘No Other Land’, ganadora del Óscar 2025 en su categoría, refleja la sistemática vulneración de derechos humanos en Palestina. No es un hecho aislado. Tras los ataques de Israel sobre la franja de Gaza en el verano de 2014, un 2.251 palestinos murieron; 551 de ellos, niños y niñas. Estos hechos son una práctica periódica que tiene su fundamentación en la destrucción de la identidad del pueblo palestino. Una tesis en la línea del informe sobre genocidio contra el pueblo palestino impulsado por Franchesca Albanese, relatora especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967. Así, las alusiones a la muerte y a las personas desaparecidas tienen su razón de ser en estas imágenes. Carácter atemporal.
La violencia política se expresa a través del encarcelamiento. La tortura atraviesa la identidad del individuo. Difícil volver a ser quien fuiste. Difícil confiar. Difícil dejar atrás. Difícil cicatrizar. Grilletes, agua y sal. Más de 10.000 palestinos son prisioneros políticos, entre ellos hay mujeres y niños. La Palestinian Prisioner’s Society refleja que el número de detenidos se ha duplicado desde el 7 de octubre de 2023. Ni la sala de detención ni las cadenas permanecerán, en palabras de Mahmud Darwish, reza una de las imágenes. El concepto de opresión-cárcel en contraposición del de libertad. Una paloma, como símbolo universal de la paz y de la reconciliación, aparece en cautiverio tras unos barrotes. El arte palestino recurre a esta figura para representar la libertad del pueblo y el anhelo de una futura liberación de la tierra.
Amnistía Internacional alerta del incremento de las detenciones arbitrarias y de los casos de tortura tanto en Cisjordania como en Gaza, lugares que pueden considerarse actualmente como entornos de tortura. Tras el mencionado 7 de octubre, las Naciones Unidas denuncian la desaparición de miles de personas que han sido detenidas arbitrariamente. Se incluye a personal médico, pacientes, combatientes y civiles que han sido trasladados de Gaza a Israel encadenados y con los ojos vendados. Son detenciones anticipadas que se realizan en secreto y sin una garantía de defensa para los palestinos. Human Right Watch denuncia la violencia sexual, política y la deprivación alimenticia. No sólo por las condiciones sino por la escalada de abusos infligidos a los hombres, a las mujeres y a los niños palestinos presos en centros de detención israelíes. Razones por las cuales se evidencia que la expresión de encierro y de opresión son una constante en la idiosincrasia palestina y en los dibujos encontrados. Muerte y encierro: dos caras del mismo ‘shekel’ israelí.
¿Qué ves por tu ventana? La militarización de la sociedad. El muro recuerda día a día la no normalidad. Desde su construcción por Israel en 2002, el impacto del muro causa daño en la sociedad palestina de Cisjordania y del Este de Jerusalén. Separa a las comunidades, dificulta la capacidad de desplazamiento, de trabajo, de comunicación y de acceso a centros de estudio y sanitarios entre la población palestina. Grafitis en sus paredes, ¿romantización de la lucha o visibilización del apartheid? Realismo en esencia. Un señor árabe cruza la calle y un gato le acompaña. Fin de la escena.
Una imagen vale más que mil palabras: Handala, arquetipo de la infancia violada en Palestina. Memoria colectiva de resistencia. En una auto representación de sí mismo el exiliado palestino Nayi Al-Ali, asesinado en Londres en 1987, expresa la amargura, la resistencia y la dignidad palestina a través de un niño desarrapado y descalzo. Es una imagen de la resistencia que representa a ese niño de diez años que nunca crece ni lo hará hasta que regrese a su tierra. En un paralelismo biográfico, Nayi Al-Ali se identifica con Handala porque él se exilió con su familia a la edad de 10 años, cuando en 1948 más de 700.000 palestinos fueron expulsados de sus hogares en la Nakba y se proclamó el estado de Israel. En este mismo dibujo y a la izquierda de Handala aparece escrita la palabra ‘Palestina’ en rojo, verde y negro. A continuación, y en blanco, queda representada la llave del retorno. En la identidad palestina es un emblema de la esperanza y de la resiliencia frente a la adversidad. En la Nakba de 1948, las familias portaban las llaves de sus hogares al ser expulsadas de Palestina con la esperanza de poder regresar un día. Con el actual desplazamiento forzado en Gaza ha ocurrido lo mismo. Así, la narrativa actual palestina engarza con 1948 y con el derecho al retorno. En el campo de refugio de Dheisheh, esta llave está representada en la mayoría de las puertas.
Una mujer cuelga la decimosexta llave en una hilera. Lleva inscrita la fecha de 2018. El 30 marzo de 2018, siendo el día de la tierra, La Gran Marcha del Retorno movilizó la resistencia palestina con manifestaciones pacíficas multitudinarias en Gaza. Se trató de un movimiento comunitario sin recientes precedentes. Desde una perspectiva psicosocial, los profesionales de la salud mental reportaron consecuencias positivas, tales como sentido de dignidad, autoeficacia y autocontrol en las personas manifestantes. La ilusión de que estas movilizaciones impactaran internacionalmente y reportaran posibles soluciones al conflicto político desataron esperanza entre la comunidad palestina. Se observaron mejoras en los estados de ánimo y en las respuestas al trauma, ya que el factor político es un elemento resiliente y protege frente a la violencia política. Tras un año de manifestaciones bajo el lema de La Gran Marcha del Retorno, en marzo de 2019, se alcanzaron las tasas más altas de palestinos heridos desde las hostilidades de 2014. En este mismo dibujo aparece la fecha de 1917, previa al final de la Primera Guerra Mundial y al origen de la cuestión palestina como un asunto de la política internacional. En 1916, se anticipó la inminente desintegración del imperio otomano y tuvieron lugar los acuerdos secretos de Sykes-Picot donde el Reino Unido y Francia se repartieron las provincias otomanas de Oriente Próximo, entre ellas Palestina. Un año después, en la Declaración de Balfour, el ministro de Asuntos Exteriores británico invitó a la comunidad sionista “al establecimiento de una patria nacional para el pueblo judío en Palestina”. Así, durante el periodo del Mandato Británico en Palestina, no solo no se propició la construcción de una nación independiente, como ocurrió con otros territorios, sino que se facilitó el colonialismo sionista en Palestina. En 1948, Israel declaró su independencia, ocupó el 77% del territorio palestino bajo el antiguo Mandato Británico y se inició una guerra. Miles de personas árabes palestinas fueron expulsadas de sus hogares en lo que la historia reciente conoce como Nakba. Como se ha dicho, todas ellas se llevaron sus llaves.
Otro de los elementos presentes en los dibujos encontrados son los olivos. Son víctimas del castigo colectivo. La sociedad palestina es tradicionalmente agrícola y los olivos son un icono de resistencia e identidad. En la narrativa del pueblo palestino, las raíces de los olivos simbolizan el arraigo a la tierra y la fortaleza. Por su carácter longevo han sido testigos de la contemporánea política internacional que les rodea. Hasta el mismo Mahmoud Darwish, en su poema An Al Sumud (Resiliencia), escribió la famosa frase “Si los árboles de olivo supiesen la mano que les planta, su aceite se convertiría en lágrimas”. Sutilmente, estos versos encapsulan el dolor de muchos agricultores palestinos al tener que abandonar sus tierras. En 2023, más de 10.000 olivos fueron destruidos en Cisjordania y, desde 1967, más de 800.000 olivos palestinos han sido arrancados por las autoridades israelíes. Esta acción de violencia política no solo atenta contra la economía palestina, sino que propicia la extensión de los asentamientos colonos israelíes y la construcción de nuevas áreas del muro de separación. Además, son prácticas que encajan en la política del “castigo colectivo” que Israel ejerce contra Palestina, y que están prohibidas por la Convención de Ginebra de las Naciones Unidas.
Por último, la kufiya palestina. Su uso se extendió popularmente durante la Gran Revolución Palestina de 1936. Era utilizada por la población campesina para protegerse del sol y de la arena en las tareas del campo. Dado que la población campesina fue la primera en rebelarse contra el Mandato Británico, eran fácilmente identificables y detenidas en las ciudades. Por esta razón, comenzó a usarse entre la población de las ciudades, pese a ser prohibida por las autoridades británicas, y se convirtió en un elemento de identidad y de resistencia.
* La doctora Marta Guarch-Rubio forma parte del Grupo de Investigación de Psicología del Testimonio de la Universidad Complutense de Madrid. Julio L. Zamarrón es fotoperiodista.