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“Dentro de poco os podré abrazar”: once historias de deportados republicanos para no olvidar el horror de los campos nazis

Carta de deportación de Elisa Garrido

Candela Canales

Zaragoza —

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Un joven de 23 años que iba a participar en la Olimpiada Popular de Barcelona: este era Ramón Cuesta en julio de 1936, cuando le sorprendió el golpe de Estado y tuvo que exiliarse a Francia. En mayo de 1940 fue capturado por los alemanes e internado en Mauthausen. Veinticinco años después, Ramón pudo volver a su casa, pero de visita. El régimen franquista impidió que pudiese rehacer su vida en su ciudad natal, y formó una familia en Revel (Francia) tras conseguir la nacionalidad.

La vida de Dámaso Ibarz también se desarrolló en Francia. Pasó más de cuatro años en el campo de Mauthausen. Este aragonés nacido en Fraga no pudo volver a su ciudad natal hasta muchos años después de su liberación. Esto no lo sabía cuando escribió la primera carta a sus familiares tras salir de Mauthausen: “Dentro de poco os podré abrazar”, les dijo, en una frase que mostraba el deseo de rencuentro que, en muchos casos, tardó años en materializarse. Cuando Dámaso pisó tierras aragonesas solo lo hizo de visita.

Estas son algunas de las historias recogidas en el último libro de Juan Manuel Calvo Gascón: 'Dentro de poco os podré abrazar: supervivientes aragoneses de los campos nazis' (Celan, 2019). Gracias a la documentación de la asociación Amical de Mauthausen y a la memoria de las familias se han recogido estas biografías, este estudioso de los deportados aragoneses ha dado forma a un volumen que pretende mantener su recuerdo “ahora que ya no quedan personas vivas que puedan darnos su testimonio”.

Aragonesas deportadas

Muchas de las vidas de los aragoneses supervivientes de los campos nazis ya habían sido publicadas con anterioridad, por eso en esta ocasión Calvo buscaba a personas anónimas y que hubiesen estado destinadas a diferentes campos nazis. “También era importante que las personas escogidas fueran representativas de los diferentes territorios de Aragón y con diferentes trayectorias, además tenían que estar reflejadas las mujeres, quería que la deportación femenina también estuviese recogida en el libro”. 

Esta deportación femenina fue minoritaria en el conjunto total: si hablamos de 9.000 personas, las mujeres fueron unas 300, y en el caso de Aragón, encontramos una docena entre las 1.020 personas exiliadas. Aun así, Calvo ha querido destacar el componente de género, lo que no ha estado exento de dificultades, ya que muchas de ellas aparecían con el apellido del marido en los documentos oficiales.

Esto es lo que ocurrió en el caso de Elisa Garrido, “una mujer muy valiente y avanzada en el tiempo”. Era una de esas historias que no estaban identificadas, “la conocíamos como Elisa Ruiz y sabíamos que era nacida en Magallón. En unas jornadas de memoria histórica en 2018 una conocida la identificó como la tía de una prima, y así se pudo dar voz a la historia de Elisa Garrido Gracia”. Participó como voluntaria en la Guerra y, exiliada en Francia, colaboró con la resistencia haciendo labores de enlace junto a su marido. En 1944 fue llevada al campo de Buchenwald, donde trabajó en una fábrica de obuses. Logró escapar y, en los años 50, regresó a España junto a su marido, aunque terminaron sus vidas en Francia.

Once biografías y un epílogo como homenaje al último superviviente aragonés, Román Egea Garcés, que falleció poco antes de terminar el libro. Eso es lo que se puede encontrar en las páginas de 'Dentro de poco os podré abrazar: Supervivientes aragoneses de los campos nazis'. Once historias con una característica común: la resiliencia, ya que “para rehacer su vida fue necesario dejar atrás el rencor y el odio”.

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