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Sobre este blog

Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

Es la economía y sobre todo el empleo, estúpidos

Debate en el Congreso de los Diputados.

Arsenio Escolar

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No. En la campaña electoral de 1992 por la Presidencia de los Estados Unidos, Bill Clinton nunca le dijo a George Bush padre lo de “Es la economía, estúpido”. Pero sí, la frase nació en aquella campaña, hizo fortuna y fue clave en la victoria de Clinton. Se popularizó porque James Carville, uno de los estrategas de la campaña del candidato demócrata, la imprimió en un cartel que pegó en las oficinas centrales de Clinton para que ni al candidato ni al equipo se les olvidara la estrategia que les iba a llevar a la Casa Blanca: “The economy, stupid”.

En las próximas elecciones estadounidenses, en noviembre, la economía también será clave. A cinco meses de la cita, a Donald Trump parece que le preocupa más llegar a las urnas con los 40 millones de parados que ha llegado a registrar EE UU hace tres semanas, debido al parón económico por la pandemia, que los 2,1 millones de contagiados y los más de 115.000 muertos que ya suma la COVID-19 en su país. Por eso su resistencia a reducir la movilidad de los estadounidenses o sus prisas por reactivar la economía pese a los riesgos para la salud pública.

Aunque no tenemos elecciones generales a la vista, el debate público en España sobre la pandemia está virando cada vez más de lo sanitario a lo económico y lo social. También la estrategia de los principales partidos. Los peores momentos de la crisis sanitaria ya quedaron atrás, las muertes y los nuevos contagios se han reducido muchísimo, los sistemas de detección temprana de posibles rebrotes covídicos parece que funcionan... y quien más quien mucho más todos los políticos (salvo el ministro Salvador Illa y los consejeros autonómicos de su ramo) ya han puesto el foco en la economía. El Gobierno, para utilizar todos los resortes y recursos a su alcance para reactivarla y evitar en lo posible los negros augurios que formulan las más variadas instituciones sobre nuestro PIB y nuestro empleo. La oposición de derechas, para perseverar en su intento de abatir al Ejecutivo.

Hace menos de dos meses, cuando en España morían muchos cientos de personas al día por la COVID-19, Pablo Casado y Santiago Abascal creyeron que el Gobierno de Pedro Sánchez estaba grogui y poco menos que zombi, y le molían a palos, a ver si caía del todo y lo enterraban. Ahora que han visto con estupefacción que pese a las terribles cifras sanitarias se les ha ido vivo, aunque muy magullado, vuelven a la carga con las cifras de la economía. A veces, cargados de razón, sí. Pero otras, con errores flagrantes de palabra y de obra, errores porque se les ha visto la patita que los delataba.

Entre los primeros, los de palabra, causó estupefacción incluso en sus propias filas un tuit de Casado, el pasado 6 de junio, en el que se escandalizaba de los horrorosos datos de producción industrial de abril, mes en que estábamos en plena pandemia, confinados y con la economía hibernada, y en el que, sin mencionar ni aludir al coronavirus o a la COVID-19, el líder del PP adjudicaba todo el desastre industrial a “la mala gestión de la izquierda”, que “lleva a España a más paro, crisis y recesión”. Entre los errores de obra, preocupante el de la semana pasada, cuando el PP se alineó con los países más duros de la UE, que piden férreos controles a los países del sur en la gestión de las ayudas europeas. Muchos ciudadanos, incluso muchos de derechas, habrán recordado estos días lo de “cuanto peor mejor” de algunos dirigentes del PP cuando gobernaba Zapatero, y especialmente lo de mayo de 2010, cuando Cristóbal Montoro (PP) pronunció aquella frase lapidaria de “que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”.

La economía pinta muy mal, en efecto, pero el Gobierno ha reaccionado con mayor celeridad en este campo que en el sanitario, y está tomando todas las medidas que cree necesarias. Ha creado un escudo de protección no solo social sino también empresarial: ERTE, moratorias y bonificaciones fiscales y de cotizaciones, financiación para empresas y autónomos con aval del Estado... Ha conseguido -entre algunos sobresaltos- un clima estable de colaboración con los agentes sociales, tanto con la patronal como con los sindicatos. Ha sacado adelante en tiempo récord una nueva prestación de la Seguridad Social, el ingreso mínimo vital, para combatir un problema ya endémico de nuestra sociedad, la pobreza severa (7% de la población española está en ella, frente al 3,5% de media en la UE). Junto a otros países muy afectados por la pandemia, ha convencido a las instituciones europeas de que liberen recursos ingentes para salir cuanto antes del enorme socavón. Y anuncia estos días planes específicos para algunos sectores claves en nuestra economía y en nuestro tejido social: turismo, automoción, sanidad...

Si en el debate y en la gestión económica la oposición pone muchos palos en las ruedas para tumbar al Gobierno, y se le ve que las está poniendo, no sólo le estará haciendo un flaco favor a los ciudadanos, que están muy preocupados y asustados por su futuro no solo económico sino también vital, sino que se estará haciendo un flaco favor a sí misma. Un nuevo “que caiga España, que ya la levantaremos nosotros” no haría otra cosa que debilitar a la oposición y reforzar al Gobierno.

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Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

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