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Feijóo decae incluso entre los suyos

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Las propuestas de Alberto Núñez Feijóo caen en saco roto cada vez más deprisa. Incluso dentro de su propio partido. La última, la de que gobierne la lista más votada, ha durado muy poco tiempo en el debate público. Cuando la semana pasada la lanzó, pese a estar inmadura, probablemente el Partido Popular intentaba que los medios y la opinión pública dejaran de ocuparse de una maldita vez de las medidas antiaborto que PP y Vox trataban de poner en marcha desde el Gobierno de coalición que comparten en Castilla y León. Con lo del presidente castellano y leonés Mañueco (PP) y su vicepresidente García-Gallardo (Vox), en el PP nacional debieron de alarmarse. Primero porque le regalaba al Gobierno de coalición un respiro y una excelente baza de acción política justo cuando el Ejecutivo central estaba más desgastado por la reforma penal de la sedición y la malversación. Y segundo porque el enésimo intento de Feijóo de viaje al centro, esbozado pocos días antes con los nombramiento internos de Iñigo de la Serna y de Borja Sémper, se les convertía en un viaje a ninguna parte. O en un viaje en la dirección contraria, a la extrema derecha.

¡Había que sacar rápidamente otro conejo de la chistera! ¡Ahí va el de la lista más votada! ¡Lo antes posible, antes de que el Gobierno presuma de la subida del 8,50% a los pensionistas! 

Pareció al principio que lo de la lista más votada era una propuesta para las elecciones generales, pensada para que si el PP de Feijóo queda a final de año por encima del PSOE de Sánchez, como aún dicen muchas encuestas, pueda aquel llegar a la Moncloa sin depender de Vox. Alguien debió de advertir después que, para esa novedad, se requería cambiar no solo la Ley Electoral, sino también la Constitución, que en su artículo 99 no habla de quién ha sido el más votado sino que establece que para ser presidente del Gobierno y gobernar hay que conseguir antes la investidura en el Congreso de los Diputados, por mayoría absoluta o por mayoría simple.

El monte parió entonces un ratón (la propuesta de la lista más votada se rebajaba a los ayuntamientos), y quizás para disimular se le puso un envoltorio y un lazo: se incluyó en un llamado Plan de Calidad Institucional -por el partido que lleva 4 años bloqueando la renovación del CGPJ, sí, en efecto- acompañado de muchas otras medidas, buena parte de ellas inconcretas, y se fue Feijóo a presentarlo al lugar de Cádiz donde se firmó la Constitución de 1812, la Pepa. Pues ni aun así. Los alcaldes del PP que lo son pese a que su lista no fue la más votada en las anteriores elecciones municipales (José Luis Martínez-Almeida en Madrid, Jorge Azcón en Zaragoza...) pusieron cara de póquer. El paquete tampoco lo compró Isabel Díaz Ayuso, que dio un volatín y a la propuesta de Feijóo replicó con otra: mejor elecciones a doble vuelta.

Ya que el viaje a Cádiz no le ha servido a Feijóo para lo que pretendía, quizás sí le haya venido bien al líder del PP para en el camino leer la Pepa, una Constitución liberal (los liberales de entonces eran algo así como los socialdemócratas de ahora) que en su artículo 339 decía: “Las contribuciones se repartirán entre todos los españoles con proporción a sus facultades, sin excepción ni privilegio alguno”. Las ‘facultades’ en aquellos tiempos eran el dinero, los caudales. ¡Progresividad fiscal en nuestra Carta Magna de hace dos siglos! ¿Habrá tomado nota Feijóo?

Llegado al liderazgo del PP hace ya casi diez meses, Feijóo logró entonces darle un inmediato impulso a sus siglas, que pronto se colocaron por encima de las del PSOE en todas la encuestas. Él mismo consiguió incluso situarse por encima de Pedro Sánchez en valoración: en el Barómetro del CIS de abril de 2022, los encuestados le ponían al líder del PP una nota media de 5,20 frente al 4,65 que le daban al presidente del Gobierno y líder del PSOE. Pero el llamado efecto Feijóo duró poco. En el último Barómetro del CIS, de la semana pasada, la tortilla se ha dado la vuelta: Sánchez logra un 4,38 y Feijóo, un 4,27. Lo peor para este último no es solo la enorme caída -casi un punto en menos de un año- y quedar por debajo de Sánchez. Lo peor es que baja incluso ante su propio electorado. Los encuestados que en 2019 votaron PP le ponían a Feijóo un 7,07 de media en abril pasado y ahora le ponen un 6,75. Otro dato significativo de una y otra encuesta: en confianza generada, el 27,3% de los que en 2019 votaron al PP decían en abril pasado que Feijóo les inspiraba “mucha confianza”. En el último Barómetro han bajado al 17%. 

Pero la política no son solo datos y coyuntura. La política es volátil, muy volátil. Los escenarios cambian muy rápido, y las reputaciones suben y bajan con parecida velocidad, en función muchas veces del relato que los partidos logran que sea el dominante en el debate público. Aún faltan 17 semanas para las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo y casi un año para las generales. Ni la suerte de Feijóo ni la de Sánchez, ni las de sus respectivos equipos y formaciones, están echadas.

Las propuestas de Alberto Núñez Feijóo caen en saco roto cada vez más deprisa. Incluso dentro de su propio partido. La última, la de que gobierne la lista más votada, ha durado muy poco tiempo en el debate público. Cuando la semana pasada la lanzó, pese a estar inmadura, probablemente el Partido Popular intentaba que los medios y la opinión pública dejaran de ocuparse de una maldita vez de las medidas antiaborto que PP y Vox trataban de poner en marcha desde el Gobierno de coalición que comparten en Castilla y León. Con lo del presidente castellano y leonés Mañueco (PP) y su vicepresidente García-Gallardo (Vox), en el PP nacional debieron de alarmarse. Primero porque le regalaba al Gobierno de coalición un respiro y una excelente baza de acción política justo cuando el Ejecutivo central estaba más desgastado por la reforma penal de la sedición y la malversación. Y segundo porque el enésimo intento de Feijóo de viaje al centro, esbozado pocos días antes con los nombramiento internos de Iñigo de la Serna y de Borja Sémper, se les convertía en un viaje a ninguna parte. O en un viaje en la dirección contraria, a la extrema derecha.

¡Había que sacar rápidamente otro conejo de la chistera! ¡Ahí va el de la lista más votada! ¡Lo antes posible, antes de que el Gobierno presuma de la subida del 8,50% a los pensionistas!