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El experimento radical de Barcelona para renaturalizar la ciudad

El parque de l'Estació del Nord de Barcelona un día antes de reabrir los espacios verdes tras el confinamiento a finales de abril

Marta Montojo

Barcelona —

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Entre el 15 de marzo y el 28 de abril, ninguno de los casi mil jardineros del Ayuntamiento de Barcelona salió de sus casas para ocuparse de los espacios verdes de la ciudad. Cuando el 20 de mayo volvió al trabajo toda la plantilla, los empleados se encontraron con que nuevas especies habían ocupado árboles, arbustos e incluso el césped: amapolas, trébol blanco, manzanilla, gramo negro… Un plan totalmente involuntario había funcionado: renaturalizar la ciudad dejando de intervenir en ella.

El confinamiento ha dado a Barcelona la oportunidad de cambiar su estrategia sobre la gestión de los jardines que llevaba planteada dos años pero que nunca podía llevarse a cabo por la imposibilidad de cerrar estos espacios.

“La siega convencional en algunas zonas era demasiado frecuente”, explica Margarita Parés, jefa del programa de biodiversidad de la concejalía de Medi Ambient i Serveis Urbans-Ecologia Urbana de Barcelona. La especialista señala que cuando la siega se reduce se ahorran recursos (dinero, energía, agua) y se emite menos CO2. “Se pueden dedicar esos esfuerzos a otras tareas para activar la naturaleza y centrarnos en dar un suelo mejor y una vegetación que ayude más a la biodiversidad”.

Uno de los retos de Barcelona es que la trama urbana está ya demasiado ocupada. Casi no cabe un árbol más. “Hay una cierta insistencia en plantar muchos árboles, pero lo que necesitamos en realidad es que cada árbol tenga las condiciones adecuadas para dar esos beneficios ecosistémicos tan necesarios para la adaptación climática como la sombra, por ejemplo, o la capacidad de absorber carbono”, mantiene Parés. “El problema es que el subsuelo no cuenta con la calidad suficiente para que cada árbol tenga el agua y nutrientes que necesita”.

El plan de la concejalía de emergencia climática, que se ejecuta a través de los servicios externalizados de parques y jardines, es mejorar las condiciones del suelo. “Cuando no es afectado por el paso de perros o personas, como ocurrió en el confinamiento, el suelo se pone más en marcha, crecen las hierbas en más altura y permite que se reproduzcan una gran cantidad de insectos que generan alimento para pájaros”.

El confinamiento brindó la oportunidad única de comprobar el efecto a gran escala que estas medidas de gestión verde tendrían en los jardines y parques de Barcelona. “De no ser por la pandemia este experimento tan radicalizado no se hubiera podido llevar a cabo, porque los parques no podrían cerrar, han de prestar un servicio público a las personas”, alega esta especialista.

Fue, dice, “la prueba del algodón”. Los resultados de que los parques se volvieran salvajes durante unos meses fueron muy positivos para la biodiversidad: las poblaciones de mariposas, por ejemplo, se multiplicaron. Entre mayo y junio, el Observatorio Ciudadano de Mariposas Urbanas contabilizó un 74% más que las identificadas en el mismo periodo del año anterior. También la variedad de especies fue superior. En concreto hubo un 28% más que en 2019, según el mismo centro especializado en biodiversidad urbana que monitorea el estado de las mariposas en 27 parques y jardines de la ciudad catalana.

“La naturaleza, a la que la activas un poco y creas unas buenas condiciones, reacciona de una manera muy rápida”, señala Parés. Tras el confinamiento aparecieron algunas especies que no se habían conocido en Barcelona en 2019, como la mariposa pardo-rubia (Hipparchia semele). El ejemplo de las mariposas no es baladí. Son un muy buen indicador para medir la salubridad de un entorno. Además, su función polinizadora es vital para el conjunto de la cadena trófica.

La primavera especialmente lluviosa de 2020 también contribuyó a mejorar el hábitat de estos insectos, que tuvieron mayor facilidad para encontrar alimento.

El nuevo plan de gestión verde pretende naturalizar 17 espacios de diferentes zonas verdes de la ciudad, que representan 783.300 metros cuadrados de nuevo ‘espacio bio’, y 49.000 metros cuadrados más en espacios verdes viarios.

Además de haber identificado aquellas zonas donde no es necesaria la siega o se puede acortar, se han llevado a cabo otras acciones como crear estructuras de fauna, refugios para animar a pájaros, erizos o murciélagos a habitar allí. En concreto, se han aplicado estas medidas en el parque de la Ciutadella, las plazas de Sagrada Familia y de Gaudí y el Parque de Diagonal Mar.

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