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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

Mujeres asesinadas. El Gobierno debe hacer más

Imagen de archivo de una mujer en una concentración en contra de la violencia machista. EFE/Villar López.

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Un mes de diciembre terrible: por lo menos 13 mujeres muertas y dos heridas por agresiones brutales de hombres, sean sus parejas, exparejas o cualquier otra relación. Da igual: la barbarie es indescriptible. En solo 48 horas un hombre acuchilló a su mujer en Bilbao en el bar que regentaban juntos. Dice la policía que el tipo, de 45 años, como la víctima, se fue a dormir y dejó el cadáver entre las cajas de cervezas. En Benidorm, una chica de 22 años se precipitaba desde un sexto piso. Su novio, de la misma edad y que estaba con ella esa noche, está detenido. Elena tenía 37 años y estaba embarazada de nueve meses. Ya no aguantaba más a su pareja, y cuando empezó a recoger sus cosas para irse, Juan José la mató delante de sus dos hijos de 14 y 13 años. La pequeña fue quien avisó del crimen, pero los servicios médicos no pudieron salvar a la mujer ni al bebé a pesar de realizar una cesárea de urgencia. Y hace nada nos enteramos de otro caso terrorífico en Brea del Tajo, Madrid. Guillermo, de 35 años, asesinó a su expareja, Shirley, de 33, y a su pareja actual, de 18: “Los he cocido dentro de la furgoneta”, confesó el asesino a su hermano antes de suicidarse. Acaba 2022 con 49 o 50 mujeres asesinadas, todavía pendientes de las investigaciones policiales en curso. 44 en 2021, 45 en 2020. 

Convendría situar estas cifras en relación con los países de nuestro entorno para borrar de las causas posibles de esta aberración el consabido machismo ibérico, recurso de perezosos, tertulianos y charlistas de café. En Francia, Italia o Alemania, el número de mujeres víctimas de crímenes machistas supera el centenar. Han leído bien: más de cien mujeres muertas en un año en cada uno de esos países tan civilizados. En Suecia, datos más confusos, por insólito que nos parezca, se produjeron 4,37 muertes de mujeres por millón en 2021, por 3,17 en España, teniendo en cuenta la diferencia de población femenina:  23.310.000 en nuestro país, 4.564.000 en Suecia. Así que dejamos para páginas más solemnes el estudio psicológico o sociológico de este fenómeno, que no es esta modesta columna el lugar adecuado para adentrarse en tan complejas profundidades. Han hecho poco los gobiernos europeos, o por decirlo de otra manera, mucho menos de lo necesario. Y admitámoslo, tampoco el español ha puesto en el horno toda la carne necesaria. 

Podríamos buscar un símil con la pobreza. Sería absolutamente injusto culpar al Gobierno de Pedro Sánchez de la miseria generalizada, niños mal alimentados y ancianos sin cuidados de los muchos barrios marginales de España: la madrileña Cañada Real, los Pajaritos sevillanos o la Juan XXIII alicantina. Muchas son las causas de ese deterioro, con las consecuencias de un capitalismo salvaje en primer lugar de la ecuación. Pero sí debemos exigirle al Gobierno, por supuesto que sí, que implemente todas las soluciones posibles para que esos niños puedan comer y los ancianos sanar. Para eso están y para eso los elegimos.

Volvamos a los crímenes machistas. ¿Tiene La Moncloa culpas en el salvajismo de unos animales que acuchillan diez, veinte, cincuenta veces, a la mujer con la que han convivido treinta años, y además lo hacen delante de sus hijos? No, claro. Pero cuidado, porque hemos conocido un dato estremecedor de este horrible 2022: en más de la mitad de los casos registrados en diciembre existían denuncias previas. Las autoridades, policiales o judiciales, eran conscientes del peligro que asumían día a día, hora a hora, esas mujeres. Así que permitan al Ojo que vaya de frente y con la bazuca a punto: esto es un rotundo y espeluznante fracaso de este Gobierno. Un fiasco sin paliativos de las ministras de Igualdad y similares, un desastre del ministro del Interior, una mancha negra y fea en la hoja de servicios de Pedro Sánchez. En definitiva, de todo el gabinete, uno a uno, una a una, incluido el titular de Agricultura. Por estar ahí. Es incomprensible que esta locura asesina se produzca ante la estupefacta mirada de un Gobierno que presume de igualdades, de feminismo feroz, de defensa de la mujer a ultranza como hasta ahora ningún otro conjunto de ministros de la historia podía ni tan siquiera llegar a las límpidas suelas de sus zapatos. Somos lo más de lo más. Pues no: se quedan muy cortos en su trabajo. Más, mucho más deben aplicarse para solucionar los problemas bajo su responsabilidad.

Porque de ninguna obligación va a liberar al Gobierno culpar a los agresores. ¿Despreciables, monstruosos, inhumanos? Ni tampoco exigir graves cavilaciones filosóficas para entender el problema que desgraciadamente siempre acaban con un indeterminado reparto de culpas. ¿De qué nos sirven esas constataciones? De nada. Es el Gobierno quien debe liderar y responsabilizarse de las medidas que ha de emprender toda la sociedad para acabar con esta plaga. Y no lo ha hecho. Porque la defensa ante este descalzaperros no consiste en engendrar leyes y más leyes, las más adelantadas del mundo conocido, si se desprecia la práctica del horror cotidiano, si tan altas mentes pensantes se olvidan de Elena o de Shirley. Quiera la diosa Fortuna que ninguno de los agresores beneficiados por los resquicios del sí es sí vuelva a agredir a mujer alguna, dinamita pá los pollos, caviar iraní para la derechona política, léase PP y Vox, la jurídica y la de los medios de la más abstrusa caverna. 

Decíamos de Interior. ¿Faltan policías o guardias civiles con los conocimientos necesarios para luchar contra esta lacra? ¿No tenemos agentes suficientes para proteger a las mujeres que jugándose el cuello han denunciado a las fieras que les amenazan? Pues búsquense por los lugares en los que nada hacen ni a nadie protegen, o convoquen ya -mañana mismo, a qué esperar- todas las oposiciones que se consideren necesarias para proteger a esas novias, a esas madres, a esas mujeres que unos salvajes, por el hecho de ser tales, quieren tratar como animales de su propiedad. 

Resulta hiriente la falta de autocrítica del Gobierno en esta barbaridad sin freno. Hay que insistir en que Pedro Sánchez y sus ministros y ministras, muchas y bien reconocidas, han hecho de la defensa del feminismo una de sus importantes razones de ser. Y está muy bien, como es obvio. Pero ya saben cómo se demuestra el movimiento, los hechos son amores, etcétera, etcétera. Nos falta una voz, seguramente la del presidente, que aparezca en público para decirnos a todos que esta brutalidad va a tener fin, que una mujer amenazada nunca más se va a sentir desprotegida por un Gobierno progresista y que el gabinete que él preside va a poner todos los medios, de verdad y no de boquilla, para acabar con el sufrimiento de esos miles de mujeres. Habrá más policías o guardias civiles para protegerlas, más pulseras de vigilancia, más fiscales y jueces para aligerar los procesos, más lugares, como farmacias, donde disimuladamente se pueda denunciar el criminal acoso. Todo eso puede hacerse y ya están tardando. La vida, ministros y ministras. La vida.

¿Preguntan al Ojo por la política, quizá por el resumen del año que ha hecho el señor Núñez Feijóo, ese líder increíblemente menguante? Pues eso, una risa. Es pura grosería intelectual que lance reproches al Gobierno por la situación económica o por el Poder Judicial. Qué tipo, qué cara tan dura. 

Adenda. Tiene el cuajo la reina del vermú de juntar las palabras covid y residencias de ancianos. La misma Isabel Díaz Ayuso que impuso un triaje demoledor por el que se impidió atender en hospitales a los enfermos de covid de las residencias que dependían de la Comunidad. A la canallada, desvergüenza. No tienen remedio. Excepto echarles con los votos.  

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El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

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