Esos que no aman el fútbol

Enrique Bethencourt

Las Palmas de Gran Canaria —

Llevo más de cuarenta años siguiendo a la UD Las Palmas y he visto comportamientos ejemplares y también, gente impresentable entre los aficionados amarillos. En una ocasión, con Juan Luis Calero y mi hermano Juanma, tuvimos que increpar a unos energúmenos que en la Grada Naciente quemaban una bandera del Athletic de Bilbao y expresar nuestra solidaridad con un grupo de aficionados vascos. Pero fue una excepción, afortunadamente.

Como supongo sucede en muchos estadios y con muchas aficiones. Aunque es cierto que aquí nunca hemos tenido grupos ultraviolentos y fascistas como en otros campos. Pero lo vivido este domingo en el Estadio de Gran Canaria me ha sumergido en una enorme desolación y tristeza.

Amo el fútbol. Lo he señalado en diversos artículos. El último convertido en un homenaje a La Roja y todo lo que ha significado en esta etapa prodigiosa. Y creo que es de los deportes más bellos, alumbrado por equipos maravillosos (el Brasil del 70, el Milán de Sacchi, el Barça de Guardiola...) y por jugadores como Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona. O el gran Xavi.

Estupidez

Deseaba que la UD regresara a primera división. Como cientos de miles de canarios que ahora estarían celebrando ese logro, que estuvo a punto, a un minuto y medio, de lograrse. Y que se frustró por la estupidez de unos y los graves errores de otros. Jugó mejor que el Córdoba, tuvo más oportunidades y mereció la victoria que se le negó en el último momento.

Los centenares de aficionados que abandonaron la grada antes de que terminara el partido para prepararse para invadir el campo fueron determinantes en cómo acabaron las cosas. El parón descentró a los amarillos y el Córdoba aprovechó su oportunidad para llevarse el premio.

Lamentable la acción de ese grupo de exaltados a los que el fútbol no creo que les importe gran cosa. Van a montarla a un estadio como la montarán en los carnavales o en un multitudinario concierto. Constituyen un problema social. Una muestra de los bajos niveles educativos y cívicos de una parte de la población que debe preocuparnos. Y mucho.

Seguridad

Suya es la primera responsabilidad, sin duda. Pero también de una seguridad inexistente o, al menos, escasa e inoperante. Cómo es posible que ante un evento de esas características, con los riesgos que supone, hubiese tan poca presencia policial, ya sea pública o privada.

Si solo un par de centenares de energúmenos son capaces de armar la que armaron, ¿qué hubiese pasado si miles de espectadores hubiesen invadido el terreno de juego? ¿Estaríamos hablando de algo mucho más grave, con numerosos heridos o algo peor?

Lo que debió ser alegría colectiva, de la que tan necesitados estamos, se tornó este domingo en depresión. Felicidades al Córdoba y su afición por el éxito. Y también al equipillo amarillo que estuvo a punto de conseguir el ascenso. Y rechazo a los que no hacen las cosas bien hechas. Y, especialmente, a esos exaltados que no aman el fútbol.

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