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La ciudad frente al colapso del planeta

Vista de San Juan y Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria
24 de junio de 2022 13:08 h

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Es inequívoca la advertencia del último informe del IPCC (acrónimo en inglés del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático): “El cambio climático constituye una amenaza cada vez más grave para nuestro bienestar y la salud del planeta. Las decisiones que tomen las sociedades ahora determinarán si nuestra especie prospera o simplemente sobrevive a medida que avanza el siglo XXI”. La protección de la biodiversidad, la gestión de los residuos, el control de los recursos hídricos, el cuidado del mar y del territorio y la atención a la calidad del aire son acciones impostergables para mitigar y adaptarse a los efectos del calentamiento global. Y, como apunta igualmente el citado organismo de la ONU, las ciudades son «puntos críticos de impactos y riesgos, pero también una parte esencial de la solución». Vayan estas palabras como preámbulo de nuestro agradecimiento a la ciudadanía que, el pasado jueves, a través de su Ayuntamiento, otorgó a la Federación Ben Magec-Ecologistas en Acción la Medalla de Oro de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria en reconocimiento a sus treinta años de trayectoria en defensa del medio ambiente. Pero sirvan también como llamada para que, desde la ciudad más poblada de Canarias, nos apliquemos con más intensidad a la transición social y ecológica y contribuyamos a evitar el colapso del planeta.

El ecosistema urbano que es Las Palmas de Gran Canaria concentra las mayores tasas de consumo de recursos materiales y energéticos y las mayores generaciones de residuos y contaminantes del archipiélago. La magnificencia de su condición geográfica, sus volcanes, su extensión litoral y su clima, no velan el hecho de que Las Palmas es una ciudad construida contra, y no con, la naturaleza. Vayan solo algunos datos a modo de recordatorio: el coche domina el espacio urbano en detrimento de la accesibilidad peatonal, buena parte de los barrancos, así como de sus espléndidos arenales han sido sepultados, la calidad del espacio público es más que deficiente, la dependencia de los combustibles fósiles que se importan del exterior, el tráfico y la actividad portuaria generan una elevada contaminación atmosférica, el consumo desproporcionado de agua de las fuentes naturales conduce a la salinización y agotamiento de los acuíferos, la playa de Las Canteras se expone a su desaparición por la subida del nivel del mar, el clima benigno que distingue a la ciudad está cada vez más afectado por calimas y olas de calor.

Aunque progresivamente más reducido, la humanidad tiene aún margen para mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático antropogénico y reconectarse con la trama de la vida . A este respecto, algunas de las tareas que urge hacer en Las Palmas son la creación de una agencia municipal de ecología urbana con carácter transversal entre concejalías, incrementar la buena gobernanza para interactuar en red con las instituciones, la ciudadanía, la sociedad civil organizada y el sector privado, para afrontar con alguna posibilidad de éxito los descomunales retos medioambientales; potenciar la economía circular y el consumo de productos de cercanía, reducir la producción de residuos sólidos y mejorar su tratamiento, así como fomentar la actividad agraria sostenible, proteger la biodiversidad y redistribuir con criterios de justicia social los recursos necesarios para una vida buena (hablamos en este caso del acceso a la vivienda, a los servicios sociales, educativos, sanitarios y a espacios públicos de calidad, además de a los recursos materiales más básicos). Es impostergable también que el Ayuntamiento, y las demás administraciones implicadas, impulsen la rehabilitación de la Autovía Guiniguada para su uso peatonal, la creación de un gran parque público en el Cono Sur, la recuperación como espacio público de la zona de las torres del Canódromo, la plantación decidida de árboles, el impulso firme a las azoteas verdes, el control de los vertidos de aguas residuales en el litoral, la implantación y buen uso de depuradoras y la apuesta todavía más firme por las energías limpias, el ahorro y el autoconsumo energético. Las propuestas son muchas y desde la federación vamos a seguir poniendo nuestra experiencia y acervo al servicio de la denuncia y la construcción de las soluciones, desde la perspectiva del ecologismo social. La batalla por la preservación del planeta para las generaciones actuales y las futuras se libra en buena medida en las ciudades. Y Las Palmas de Gran Canaria, urbe principal de un archipiélago frágil, tiene que implicarse en ella como la que más.

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