La portada de mañana
Acceder
El ataque limitado de Israel a Irán rebaja el temor a una guerra total en Oriente Medio
El voto en Euskadi, municipio a municipio, desde 1980
Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Tristes trópicos, triste política

José Antonio Younis Hernández / José Antonio Younis Hernández

0

En el mismo fango revuelto estaba López Aguilar, que cayó en la red de hinchar como nunca los males de la patria chica con sello de origen exclusivo en CC.A la hora de exigir responsabilidades y las posibles metas morales a las que un colectivo debe aspirar frente a sus conciudadanos, es curioso comprobar que entre los políticos no existan héroes, sino corruptos frente a honrados. Es la categoría moral que se ha instalado en nuestras democracias. A un político se le exige honradez, tal es la meta moral. La política que se percibe es la del engaño y del autobeneficio. Eso es real. Entre los militares o policías sí que hay héroes: héroes y salvadores protectores frente a cobardes, delincuentes o anarquistas. La moral del militar y del policía es la del caballero, noble guerrero que nos protege de enemigos reales o inventados, enemigos de la patria, enemigos internos como los anarquistas o los delincuentes o enemigos extranjeros. Ahora, por ese arte de birlibirloque de la historia, los militares van en misión humanitaria y los policías son nuestros arcángeles de la inseguridad ciudadana. Las encuestas dan a los militares y a los policías más credibilidad que a los políticos. Los ciudadanos creen más en la “moral de los cuerpos” que en el “cuerpo de la moral política”. Desde esta nueva moral conferida a los cuerpos de seguridad y protección colectiva, es que hay que entender que la sociedad del bienestar ha dado paso a la sociedad del malestar difuso y flotante, por eso hay un avance de los conservadores en toda Europa: prometen cuidarnos y tienen la imagen de hacerlo. El político conservador vende seguridad. Si antes Europa aspiraba a la libertad y a cuajar proyectos políticos de cambio social, a cuestiones más de tipo público, ahora aspira a sentirse seguro en casa y en la calle. Del ámbito público, del debate en la polis, se ha pasado al ámbito íntimo, a la privacidad, al último bastión que me proteja de las miserias ajenas que arrastran a millones de personas a querer entrar geográficamente en mi bienestar nacional o en mis pertenencias por atraco a mano armada en casa o en la calle. La seguridad ha dejado de estar en la política y ha pasado a manos de los militares y los cuerpos policiales, de tal manera que la propia exigencia moral ha cambiado. Más de lo que la gente se cree y se nota en el progreso del voto conservador en Europa. ¿Por qué si no esa medida de protección social de pagar 2.500 euros a los padres que traigan hijos recién nacidos a partir de una determinada fecha? Es una medida preelectoral desesperadilla, ¿no?Sin embargo, a todo esto y muy paradójicamente, la moral imperante es nacionalista, pero de un nacionalismo feudal, basado en el modelo de los “señores del castillo”. Proteger y vender seguridad a los que son de los míos, a mi mundo próximo de iguales, donde la idea de prójimo se desdibuja a favor de la de vecino de sangre o nacional, es una deriva moral conservadora, clasificadora y cosificadora de los seres humanos.En el debate de investidura, Paulino ha exigido responsabilidad desde dos discursos policiales implícitos y desde el tono atacado del feudalismo nacionalista. Reactualizando la moral de fondo que ha llegado con la derrota del estado social y la izquierda canaria, él plantea defendernos del gobierno central y de los que fomentan el pleito insular. Han hecho tan bien el diagnóstico de sus pérdidas electorales que intentan por todos los medios inflar el discurso del pleito para alejar el sambenito de un mal que ellos y ellas mismas han construido durante estos últimos años de gobierno de autocomplacencias y de hacer como si. En Canarias las cosas que no se explican, se explican mal o no se quieren explicar, siempre se ha llamado pleito insular, un comodín muy oportuno en el póker de la política canaria. Lo que no se explica es que el sistema electoral fomenta por sí mismo el sentimiento del nacionalismo feudal, ése que evita sentir a Canarias como una, frente a los sentimientos insularistas que no sólo separan por agua a las islas, sino por intereses caciquiles. ¿Por qué hay que creer a priori que cualquier diputado electo de una isla no puede pensar y actuar con visión de una sola tierra? La respuesta es que los nacionalismos que últimamente nos han gobernano -paradójicamente ayudados por la derecha nacional- son nacionalismos feudales, grupos políticos dirigentes que se relamen en su sentimiento medieval, sustentados en unos valores y una idiosincracia abstracta de lo canario cuando llegan al poder, pero que antes de llegar todo se resumía en mi isla es mi castillo: si los afanes nacionalistas de sectores ultras de la derecha española es que España es Asturias y el resto, tierra conquistada; entre nosotros se trata de que Canarias es mi isla y el resto, tierra por conquistar. Conquistar el gobierno de Canarias para mi isla y por mi isla, después ya veremos. De ahí que todo ese juego de alternancias, sedes, proporciones y un largo etcétera de equilibrios malabares son indicadores de que Canarias no existe sino como palabra, en la geografía, pero no en la conciencia, como sentimiento. Pero tengamos la fiesta en paz y digamos también que la izquierda, lo que se dice la izquierda, la que hasta ahora ha gobernado con programas de derechas en toda Europa, ha preparado su propia merienda y nos han dejado fuera, solos y desamparados, únicamente acompañados por nuestra eterna, atlántica y poética soledad. El PSOE ofrece ahora su compañía para atenuar nuestros males, pero no es tanto compañía lo que se demanda sino un mejor diagnóstico de qué procesos sociales e históricos, qué agentes políticos y poderes fácticos han cortado la posibilidad de una conciencia canaria de unicidad en su destino. Sin considerarme independentista, siento que igual que la ley de la gravedad de Newton explica por qué todo lo que sube vuelve a bajar, el peso del colonialismo económico, psíquico, ambiental, lingüístico y sociopolítico durante siglos explica más cosas de las que cualquier ciudadano o político se atrevería a reconocer.Soledad del votante de las democracias occidentales ante el Club de la OTAN, la ONU, El FMI, Banco Mundial, Tratado de Libre Comercio, Unión Europea y, en Canarias, soledad insular, nacionalista, cada isla un castillo con su señor y señora ondeando banderas nacionalistas de derechas, como la de Soria en Gran Canaria.

José Antonio Younis Hernández

Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Etiquetas
stats