“Aquí ondeaba la bandera de Gran Canaria, alguien la arrió, pero volverá a ser izada”. El twitt de Soria iba acompañado de una fotografía de baja calidad, seguramente obtenida con su teléfono móvil, donde se aprecia el mástil desnudo donde un día, siendo él presidente del Cabildo, colocó una bandera de enormes dimensiones que costó la módica cantidad de 360.000 euros, a los que hubo que añadir otros 18.000 de mantenimiento anual. Pronto le salió una twittera respondona, Vivi Mariscal, que le contestó de inmediato: “Y cuando caiga otra vez por el viento, volveremos a pagar una pasta gansa para seguir con tu empeño de la banderita”. Un toletazo en la frente, de esos que requieren una salida honrosa, mayormente por bambalinas. Pero Soria eligió la confrontación: “Falso, nunca cayó ni por viento ni por nada, entiendo que no queráis verla izada de nuevo, en vuestro caso es para sentir rubor”. Desconocemos a quién se refiere exactamente con “en vuestro caso”, si a la familia Mariscal, si a alguna afiliación política o social de la twittera o sencillamente a la masa seguidora de la red social contraria a la banderita. Vivi no reculó, ni mucho menos: “¿No se cayó por el viento? ¿por qué fue, por estar mal cosida? 360.000 euros, la mayoría estábamos en contra por el precio”. Soria tampoco se calló...