No ha tardado mucho José Manuel Soria López en ponerse nervioso, es decir, en recuperar su imagen natural de hombre poco dado a los balones pa'l pie, levantada de cabeza y pase en profundidad. Cualquier viento en contra trata de corregirlo aplicando para ello todos los mecanismos a su alcance, los democráticos y los antiestéticos. Si un secretario de Estado resbala, allí está él para echar la culpa a sus socios nacionalistas; si los ciudadanos ganan el pulso de Unelco, ahí está Soria para echar la culpa a los socios de ATI; si un concejal suyo derrapa en lo político y en lo etimológico, ahí va nuestro hombre a ridiculizarlo en público diciendo que “se le calentó el pico”. Todo vale en aras de la imagen, de aguantar el tipo de aquí a mayo, de tapar vergüenzas propias o anexas... Hasta vale que su escudero fiel, Larry Álvarez, apriete aún más la tuerca del disparate y empiece a rebasar lo democráticamente admisible en la errónea creencia de que ese supuesto poder del que cree gozar será eterno y que el respeto que supone le profesan es tal y no una situación cuyuntural previa al “aquí te espero”. Demasiados nervios para tan pocos cerebros.