El estancamiento de la movilidad limpia pone en jaque los objetivos climáticos en Canarias

Una persona hace uso de la Sitycleta en Las Palmas de Gran Canaria

Toni Ferrera

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El nulo avance de Canarias hacia la ansiada movilidad sostenible pone en peligro los objetivos climáticos del Archipiélago. El último anuario energético muestra que, en 2022, el último año con datos disponibles, el transporte protagonizó la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero en las Islas, los gases responsables del calentamiento de la atmósfera y, por ende, de la crisis climática causada por los seres humanos.

El informe indica que las Islas emitieron 13.108 kilotoneladas de CO2 equivalente (la unidad con la que se miden estos gases) en 2022. De ese total, el transporte fue responsable de prácticamente la mitad, unas 6.241 kilotoneladas.

Pero no solo eso. Si bien es cierto que casi todos los sectores incrementaron sus emisiones ese año, todavía marcado por la recuperación pospandemia, la movilidad lo hizo más que el resto. Incrementó sus expulsiones en un 8,6%, más que las centrales térmicas (6,3%), el tratamiento y la eliminación de residuos (2,5%) o los procesos industriales y uso de productos (5,9%).

 “Los datos del anuario reflejan una realidad que no es exclusiva de Canarias, y es evidente que el transporte es hoy por hoy el gran cuello de botella de la descarbonización”, reflexiona Abel López, doctor en Geografía Física por la Universidad de La Laguna (ULL) e investigador de la Cátedra de Reducción del Riesgo de Desastres y Ciudades Resilientes de la misma institución.

“En España, y en buena parte de Europa, hemos logrado avances significativos en la generación eléctrica con una penetración creciente de renovables. Sin embargo, el transporte, y principalmente el transporte por carretera y aéreo, sigue muy dependiente de los combustibles fósiles”, agrega el experto.

Los datos avalan su visión. El transporte por carretera en Canarias expulsó 4.152 kilotoneladas de CO2 equivalente, el desplazamiento marítimo nacional lanzó a la atmósfera otras 1.363 kilotoneladas y el tráfico aéreo nacional unas 726 kilotoneladas. Eso sin tener en cuenta las emisiones vinculadas con las llegadas de millones de turistas en aviones, que según estudios equivalen a más de la mitad de las generadas por la economía canaria.

Habría que sumar todas las emisiones del sector energético (4.886 kilotoneladas de CO2 equivalente), los residuos (1.079 kilotoneladas) y la industria (303 kilotoneladas) para igualar la huella de carbono del transporte en el Archipiélago. Una huella cada vez más difícil de esconder.

“Aunque en otros sectores se recorten emisiones, el aumento de la movilidad y la lenta transición tecnológica (inaccesible para gran parte de la población) hacen que el balance final sea menos favorable del que cabría esperar”, incide López. De hecho, con datos de 2023, el último curso con registros oficiales, menos del 4% del parque de vehículos canario es eléctrico o híbrido, según el Instituto Canario de Estadística (ISTAC).

Pero ese no es el único problema. Canarias es una región altamente dependiente del vehículo privado por su dispersión territorial, con una tasa de 866 coches por cada 1.000 habitantes que crece todos los años, sin excepción. La invasión sobre ruedas es real: en 2024, el Archipiélago registró 76.000 matriculaciones de automóviles, pero solo contabilizó 11.718 nacimientos. Es decir, por cada bebé que nace en Canarias, hay casi siete vehículos más en las calles.

“Existe una fuerte dependencia cultural y económica del automóvil privado, y en Canarias, además, una movilidad aérea imprescindible que carece todavía de alternativas bajas en carbono a gran escala. También influye que las inversiones en transporte público y planificación urbana sostenible han ido siempre a la zaga respecto a otros ámbitos”, apunta López.

Yeray Hernández, profesor de Economía Aplicada al Medio Ambiente de la ULL, ahonda en la misma línea y señala una causa más: el “desgobierno” en políticas de movilidad que hemos tenido hasta ahora. “Se ha planificado mal, se ha fomentado la dispersión y se ha hecho a posta para darle cabida al automóvil. Ha pasado aquí y en otros sitios” expresa.

Hernández cita el libro Carmageddon, de Daniel Knowles, en el que se explica “cómo ha habido una connivencia entre el sector automovilístico, el sistema judicial, político e incluso la prensa para modificar el territorio de tal forma que se le dé cabida al automóvil y así expulsar a los peatones y otros medios de transporte alternativos”. Las consecuencias de ese monopolio están lastrando sobremanera la lucha climática.

Canarias se había marcado rebajar sus emisiones totales en 2025 a 9.478 kilotoneladas de CO2 equivalente y a 7.410 kilotoneladas en 2030, lo que implicaría reducir cerca de la mitad de las emisiones en 2022 en los próximos cinco años. Pero parece evidente que, con la tendencia actual, tanto aquí como en el resto del país, donde la movilidad insostenible también frena la mitigación de gases de efecto invernadero, es un objetivo imposible de cumplir.

¿Soluciones? No hay una respuesta única, matizan las fuentes consultadas. Las que se planteen, eso sí, ahora que está a punto de comenzar la tramitación de la ley canaria de movilidad sostenible, deben girar en torno al decrecimiento de la demanda de desplazamientos, refuerzo del transporte público y penalización del uso de medios impulsados por combustión.

“No podemos pretender que la neutralidad climática [que se emita la misma cantidad de CO2 a la atmósfera de la que se retira] llegue solo sustituyendo coches de combustión por eléctricos”, enfatiza Abel López. “Necesitamos, en paralelo, una apuesta mucho más decidida por reducir la demanda de movilidad motorizada, ciudades más compactas y sostenibles, y un evidente refuerzo del transporte público junto a políticas impositivas que penalicen los costes ambientales del transporte a combustión”.

Yeray Hernández, por su parte, pide centralizar todos los esfuerzos en el decrecimiento de la movilidad terrestre y vertebrar todas las medidas a partir de ahí.

“Hay que empezar a trabajar en las ciudades, a crear esa peatonalización de las zonas urbanas. Facilitar que la gente pueda caminar. Redes de carril bici, también. En Las Palmas de Gran Canaria hay algo más o menos decente, pero en Tenerife no hay nada. Y esas son las bases. Pero es que ni siquiera las tenemos”.

Más ideas: eliminar aparcamientos en las zonas urbanas para fomentar el uso de la guagua, restarle espacio al vehículo privado, aplicar las zonas de bajas emisiones (ninguna en Canarias, a pesar de que había que desplegarlas por ley antes de 2023) … “Pero nada de eso se hace”, lamenta Hernández. “En términos de movilidad hay un absoluto desgobierno”.

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