Un rincón para 'rescatar' al poeta olvidado

Se trata de una de las figuras más injustamente olvidadas de las letras canarias. Domingo Rivero González (1852-1929) es mucho más que el autor de Yo, a mi cuerpo. Su nieto, José Rivero, lo define como “un poeta de izquierdas y republicano”.

Olvido que sus familiares, en especial su nieto José Rivero, quieren romper desde el que fuera hogar del poeta en la calle Torres en la capital grancanaria. Donde hoy encontramos Museo Poeta Domingo Rivero.

Entre objetos personales, recortes de prensa de la época, algunas fotos, pocas ?ya que era un hombre “al que no le gustaba que le fotografiaran”?, un busto del escultor Manolo González, caricaturas, incluso un árbol genealógico y, por supuesto, libros, nos adentramos en la figura poco conocida de Domingo Rivero. Y descubrimos que esa indiferencia que ha existido alrededor de su figura no tiene nada de casual.

Domingo Rivero nació circunstancialmente en Arucas, municipio que alberga una estatua del poeta y cuyo instituto lleva su nombre.

Su ideología, que marcó su vida y que el poeta volcó en gran parte de su obra, provocó que varios de sus poemas pasaran largo tiempo en la Oficina de Información y Turismo antes de ser publicados en la prensa. El ejemplo más claro es el del poema que Rivero dedicó a su camarada Unamuno, que pasó cerca de año y medio en manos de la censura hasta que por fin vio la luz.

Su nieto nos cuenta que en 1869 Rivero funda las Juventudes Republicanas de Las Palmas, organizadora de una manifestación recogida en los periódicos de la época. Hecho que hace que la policía comience a perseguirlo y tenga que emigrar a París a la edad de 17 años.

Pero su aventura no terminaría en París, donde se matricula en Bellas Artes: en 1870 estalla la Comuna de París y se traslada a Londres, donde vivió hasta 1873. En la capital inglesa disfruta de una de sus grandes pasiones, la música clásica, acudiendo con cierta asiduidad al Covent Garden. De su paso por Londres se conservan algunos de los libros que componían su biblioteca inglesa, varios programas de conciertos de música clásica y sus prismáticos.

Más tarde cambia su residencia a Sevilla donde estudia la carrera de Derecho. Estudios gracias a los cuales ocupará, años más tarde, la plaza de relator en la Audiencia de la capital grancanaria, y más adelante desempeñará en ella el cargo de Secretario.

“Era un personaje muy peculiar, tenía cierto embrujo”, así lo define José Rivero hoy, rodeado de objetos que relatan la vida de su abuelo. Embrujo que a Pepe Dámaso le sirvió para elaborar en 1979 una carpeta dedicada al buque insignia de Rivero, el poema “Yo, a mi cuerpo”.

Su nieto nos comenta con orgullo la obsesión de su abuelo por impulsar a los jóvenes talentos de la época. “Él creía en la gente joven, fue una especie de tutor poético de Alonso Quesada, Tomás Morales y Saulo Torón, con los que se llevaba 20 y 30 años. Se situaba en segunda fila, les consultaba y tenía encuentros poéticos con ellos”, asegura José Rivero.

En 1910 se entrevista con Miguel de Unamuno, con el que rápidamente estrecha lazos. Su nieto nos cuenta que, saliendo del hotel donde se hospedaba en París, Unamuno se encontró con una hija del poeta que casualmente estaba en la capital francesa en viaje de novios, y Unamuno le dijo que iba a la imprenta a publicar un libro y que el primer ejemplar se lo llevara a su padre, Domingo Rivero. Ejemplar que encontramos perfectamente conservado en la calle Torres.

Si de Domingo Rivero se ha hablado poco, de la mujer que lo acompañó durante casi toda su vida se ha hablado menos. “María de las Nieves del Castillo Olivares y Fierro era autodidacta, hablaba tres idiomas y ejercía de bibliotecaria y asesora de Domingo Rivero”, afirma su nieto.

Basta con echar un vistazo a su biblioteca personal para darse cuenta de que era una mujer culta. Obras de Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Claudio de la Torre, Blasco Ibañez, Unamuno, Montesquieu o Dostoievski formaban parte de su colección.

José Rivero reconoce que hubo varias propuestas para relanzar la obra de su abuelo, “pero no encontrábamos a la persona adecuada hasta que llegaron los hermanos Padorno (Manolo y Eugenio)”. Que más tarde publicaron la edición crítica de la poesía completa de Domingo Rivero.

Elisa Quintana, doctora en Filología y subdirectora del museo está elaborando una biografía del poeta que “va a resucitar al verdadero Domingo Rivero”.

Todavía no se ha cumplido un año desde la inauguración del museo (19 de Marzo de 2012), pero el amplio programa de actividades que se ha desarrollado en su interior define la ardua labor que realizan José y Elisa día a día. Todos los actos son gratuitos, “porque la memoria histórica de Domingo Rivero no se cobra”, afirma José Rivero.

Presentaciones de libros, recitales de poemas, exposiciones de pintura, charlas, conferencias y muchas visitas de personajes del mundo de la cultura del archipiélago hacen de la Casa Museo Domingo Rivero un lugar de reflexión y debate.

Sus responsables agradecen el apoyo recibido desde el principio y lo traducen en una amplia lista de propuestas para llenar ese espacio durante 2013. Esta semana estrenan un programa de conciertos coordinados por profesores del Conservatorio de Las Palmas de Gran Canaria y un taller literario que impartirá el escritor Alexis Ravelo. Entre los planes, está el de ampliar las visitas escolares, una tertulia literaria y celebrar el centenario de la aviación en Canarias, “Domingo Rivero fue un visionario. Le dedicó dos poemas a la aviación cuando ningún otro poeta en España se acordó de este fenómeno”, afirma José Rivero.

Ahora el reto al que se enfrentan es el de reforzar la estructura interna del museo. Elaborar la página web del mismo y terminar de catalogar la ingente colección de libros, un total de 4.500 volúmenes de los cuales 1.600 ya están clasificados.

Descubrir la figura de Domingo Rivero hoy es más fácil y obligatorio que nunca, porque, como dice su nieto José Rivero, “estamos ante un personaje distinto al que nos han vendido”.

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