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Bloqueados en el desierto: miles de refugiados protestan por las condiciones de vida en Níger

Solicitantes de asilo y refugiados del centro de Agadez durante una de las protestas. Foto: cedida

Alicia Justo

Las Palmas de Gran Canaria —

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Más de 2.000 refugiados y solicitantes de asilo permanecen bloqueados en el centro humanitario de Agadez, Níger. En uno de los países más pobres del mundo, con temperaturas que superan normalmente los 40 grados y en una zona desértica, los usuarios de este recurso, que gestiona ACNUR, llevan 340 días de protesta pacífica porque consideran que viven en condiciones indignas y reclaman poder salir del centro. Las protestas de la semana pasada dejaron a varias personas encarceladas de las que aún no se sabe nada. “No nos sentimos seguros aquí”, se lamenta Halil, un solicitante de asilo sudanés, a quien se le ha modificado su nombre por seguridad.

El centro de acogida de Agadez, donde según cifras de ACNUR, residen más de dos millares de personas, de los cuales un 35% son niños y un 31% mujeres y niñas, se ha convertido en la prueba gráfica de los efectos que deja la externalización de fronteras. Miles de personas que huyen de sus países y que se encuentran a la espera de poder continuar su viaje, sobreviven en un entorno inhóspito y donde se denuncian el recorte de necesidades básicas. Desde hace casi un año, sus residentes critican la falta de médicos, de educación y ahora de alimentos. La organización Refugees in Níger lleva denunciando la situación a través de sus redes sociales, donde reivindica que “Agadez no es un lugar seguro para los refugiados”. Por ello, cada día se plantan delante del centro con carteles que muestran el número de días que acumula la protesta. La semana anterior, la intervención de las fuerzas y cuerpo de seguridad llevó a seis residentes a prisión, sobre quienes la relatora de la ONU Mary Lawlor ha exigido su inmediata puesta en libertad a través de su perfil en X.

La protesta se remonta a septiembre de 2024. Aunque desde hace unos meses se ha intensificado debido a la eliminación del servicio de alimentación. Halil señala que para comer debe pedir un adelanto a los comerciantes de la zona con la promesa de que pagará más adelante. “Hace unos días, le pedí un préstamo a un pequeño comerciante. Me dijo que no hasta que pagara lo que debía. Ahora estoy pensando en irme, como muchos otros, debido a la dificultad de la situación”, confiesa. En respuesta a este medio, la portavoz de ACNUR, Eujin Byun, reconoce “las dificultades” que enfrenta este centro, el cual ha sido “escenario de protestas por parte de algunos refugiados y solicitantes de asilo, quienes han expresado su frustración por las condiciones de vida y su prolongada estancia en el Centro”, detalla Byun. En cuanto al recorte del servicio de alimentación, la agencia defiende que se trata de un plan a largo plazo para fomentar la autosuficiencia y que su puesta en marcha ha venido “acelerada por los recortes actuales de financiamiento”. Byun también matiza que la asistencia alimentaria no afectará a los refugiados y solicitantes de perfiles más vulnerables.

Este centro alberga a un gran número de sudaneses que han huido del país debido a los conflictos y posterior guerra civil. Muchos de ellos llevan años bloqueados en esta zona. Halil tiene 29 años y era estudiante hasta 2019 de Administración de Empresas en la Universidad de Kordofan. Tras huir de Sudán por la guerra, se marchó a Libia, donde reconoce que “sufrió mucho debido a las prisiones donde se tortura”. Cuenta que cuando accedió a Argelia para poder llegar a Marruecos, fue interceptado por las autoridades argelinas, que lo abandonaron en la frontera con Níger. Sostiene que ya ha solicitado protección internacional, pero que aún no le ha llegado su documentación de refugiado. Lleva un año a la espera en este centro. “Hice una entrevista para obtener el documento hace unos cuatro meses y aún no ha llegado. Aunque aquí hay personas que llevan siete y cinco años sin documento”, mantiene.

Solicitantes de asilo y refugiados del centro de Agadez durante una de las protestas. Foto: cedida

Los refugiados y solicitantes de asilo también se quejan de la falta de acceso a educación y a asistencia sanitaria. Halil asegura que no hay ningún médico en el centro y que deben caminar varios kilómetros para llegar a un centro sanitario. “Si te enfermas de noche, morirás porque no podemos ir de noche”, asegura. En ese sentido, la agencia puntualiza que este centro de salud está a 7 kilómetros del recurso humanitario y que los casos graves son transferidos en ambulancia al hospital general de Agadez. “Una escuela primaria establecida por ACNUR, ubicada a una distancia caminable (700 metros) del Centro Humanitario, está operativa”, añade Byun.

El tiempo pasa, y los solicitantes de asilo y refugiados se desesperan en una zona árida sin nada que hacer. HaIil indica que no trabaja, ya que en esta zona es muy difícil conseguir un empleo y que, además, no sabe hablar el idioma local. Asegura que pasa su día a día intentando visibilizar a través de las redes sociales la situación que se vive en el centro, actualizando los vídeos y fotos, sobre todo a través de la red social X. “Se lo cuento al mundo hasta que llega la noche y me duermo dando vueltas en la cama y con pesadillas. Así hasta que amanece”, relata. “Nuestra demanda es salir del centro. Nunca pedimos el reasentamiento en un tercer país. Solo queremos salir de esta situación. Lo importante es ir a un país que respete mis derechos como ser humano, donde pueda vivir en paz”, recalca Halil.

La situación que se vive en el centro humanitario de Agadez evidencia los efectos de la política de recortes de fondos humanitarios que recorre el mundo. ACNUR reconoce que las dificultades que atraviesa este centro “forman parte de una reducción de financiamiento que está afectando las operaciones humanitarias en todo el mundo”. Ante la pregunta de si los recortes aplicados por la Unión Europea tras el golpe de Estado en el país han dejado un impacto en los servicios prestados por esta agencia, apunta que “aunque las contribuciones de la UE siguen siendo importantes, la reducción general de fondos de múltiples fuentes ha afectado la capacidad de ACNUR para mantener el mismo nivel de asistencia”.

Tras la llegada al poder de la junta militar que derrocó al presidente Mohamed Bazoum, varios agentes internacionales que no reconocían al nuevo Gobierno se apresuraron a anunciar un recorte de fondos para Níger. Tanto la UE como Estados Unidos comunicaron que diferentes fondos quedarían bloqueados. Entre estas líneas de financiación estaba el NDICI - Global Europe, un instrumento de la Comisión Europea para ayudar a los países más necesitados. Para el doctor en Historia especializado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Dagauh Komenan, esta política de recortes es clave para entender la situación que viven los migrantes y refugiados del país. “Níger es uno de los países más pobres del mundo y que además tiene que hacer frente a la insurrección yihadista. El nivel de capacidad para acoger a la persona que ha sido devuelta de Argelia con fondos propios es un poco complicado. Dependía casi al 100% de esta cooperación de la UE”.

El especialista detalla que este escenario viene además propiciado por la premisa de la UE por la que los fondos de cooperación se vinculan a la predisposición del país para bloquear el paso de las personas migrantes. “A partir del acuerdo de Cotonu, en el 2010, y el de Samoa, se estableció que la cooperación está enfocada en aceptar o contribuir a bloquear los flujos migratorios que vienen hacia Europa. Todos esos fondos a raíz del golpe de Estado se han visto bloqueados. El país está haciendo más o menos lo que puede con sus nuevos aliados”, apunta.

Los nuevos aliados de Níger son especialmente Rusia y China. Por un lado, la cooperación rusa se reserva a instrucción militar: “Níger al contrario de Mali y al contrario del pronóstico de muchos, no ha caído del todo en los brazos ahora de África Corps, antes Wagner”. Por su parte, el principal socio comercial de Níger es China, país que ha visto “abrirse un bulevar con la salida de todos los socios occidentales” y de donde interesa especialmente el uranio, tal y como detalla el historiador. Sin embargo, dos años después del cambio de gobierno, puntualiza que el ciudadano no ha notado mucho los cambios: “Salvo un poco el orgullo nacional, su cartera no está más llena”, destaca.

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