Quien no haya estado en Lepe nunca entenderá estas líneas. Este barrio es la frontera entre Hermigua y Agulo. Perteneciente a este último, con acceso por el primero. Lepe, diríamos, está a caballo entre ambos. Es un lugar coqueto, pequeño, de sinuosas callejuelas bañadas por dos mares: el verde frondoso de los campos cultivados que perviven y el azul intenso que nace al pie de su callao. Lepe es vigía de Tenerife. Lo otea. Es como un faro, siempre atento. Este viernes es San Antonio y aquí se celebrarán sus fiestas. Pequeñas, sí, pero tradicionales. Con sabor a folclore. Porque Lepe, si nos vamos a su origen, podría no ser topónimo prehispánico, sino una mutación posterior, como el andaluz. ¿O era una criada llamada Lupe quien le dio nombre? ¿Qué importa eso ya? Como aparece en un documento de 1643: “allí donde dicen lo de Lepe”. Aquí, 400 años después, seguimos al abrigo de los dos mares que lo acogen como a un amante desdichado, pero enamorado. (961 caracteres).