Benditos alisios
Extrañamos su frescura
cuando los seca el calor
del desierto abrasador
que en verano nos tortura.
Sin su aliento, la hermosura
del monte se desvanece,
sin ellos desaparece
el encanto singular
de ver la bruma melar,
secreto que lo aguarece.
Jócamo, 14.VI.2023
NOTA: El verano progresa y el calor derrite el mercurio hasta superar los 40°C en muchas localidades del interior de nuestras islas. Las calderas de Tirajana o de la Aldea de San Nicolás (Gran Canaria); Vilaflor (Tenerife); El Paso (La Palma); o El Pinar (El Hierro), suelen ser muestras de lo dicho.
Todas son localidades que miran a poniente y permanecen ajenas a la acción benefactora de los vientos alisios, que cargados de humedad refrescan las vertientes expuestas al noreste insular.
Además, la situación geográfica de Canarias, próxima al litoral africano, la exponen a los efectos tórridos del desierto del Sahara, inagotable fuente de calor que transforma al siroco en un potente agente desecante.
Cuando en verano se conjugan siroco y debilitamiento del anticiclón de Azores, las nieblas del alisio desaparecen y dejan de ejercer su papel de humectador ambiental, gracias al cual se aguarecen los bosques relícticos de monteverde (laurisilva) en las islas.
Ese y no otro es el secreto de la sorprendente existencia testimonial de los bosques de Anaga y Los Silos (Tenerife) Garajonay (La Gomera), nordeste de La Palma y El Golfo en El Hierro. Los de Gran Canaria, prácticamente han desaparecido de forma irreversible, producto de la explotación secular antrópica.
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