Más bibliotecas

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En casi todas las protestas, existe un punto intermedio en el que por alguna razón nos acomodamos y 'tiramos' con lo poco que nos han ofrecido. Con ese poquito somos capaces de hacer auténticas maravillas. Hablo de las personas profesionales de las bibliotecas, acostumbradas y experimentadas desde hace décadas en construir pequeños proyectos y convertirlos en auténticas 'obras de arte' en pro de la cultura, la educación y las conexiones sociales. Pero hoy no es ese día. Necesitamos más. No hemos alcanzado, ni por asomo, los pies de otras bibliotecas que lideran la forma en la que se utilizan estos espacios, bibliotecas del Norte de Europa, Canadá, Corea del Sur, Australia. Y claro, entiendo que no podemos compararnos con la idiosincrasia de otros países del mundo, tampoco podemos equipararnos a las inversiones de estos países, porque probablemente al nuestro le falten aún muchos años de democracia y avances en las materias que hemos nombrado, y tampoco entendemos bien lo de la transformación de nuestras bibliotecas. No se equivoquen no pedimos más medios, presupuestos o lavados de imagen, que también, pedimos que crean en la evolución, modernización, tecnología de la información y desarrollo educativo de nuestros espacios.

Jamás voy a cansarme de defender lo que pienso de mi profesión y pido perdón a todas las compañeras y compañeros que no piensan igual, respeto ante todo. Las bibliotecas no son centros o salas de estudio, podemos ofrecer ese servicio, pero no son lugares para estudiar que permanecen en silencio todos los días, con una serie de normas absurdas que convierten las estanterías de libros en grandes cajones olvidados. Y ahí están las estadísticas de la lectura, no me estoy inventando nada. Para ello, debemos habilitar salas insonorizadas u otros habitáculos que permitan al estudiante no molestar la labor que deben impulsar los bibliotecarios, y viceversa. O no, sin viceversa, que si no no es una protesta.

Una cosa es imaginar lo que podemos ofrecer y evolucionar, y otra muy distinta es imaginar, y llevarlo a la realidad: evolucionar. Recientemente, en algunas de esas actividades que observamos con asombro, porque nos sorprende ver a un bibliotecario en un centro educativo, en un espacio social, externos a nuestros lugares habituales de trabajo, sentimos una mezcla de asombro pero también una reacción esperada. Imaginen una dinámica con veinticuatro estudiantes de primero de secundaria, eslabón crítico en materia lectora, que tienen la convicción previa de que nuestros espacios son lugares oscuros, aburridos y ligados a una obligatoriedad de estudio. El bibliotecario muestra uno de esos ejemplos, que nos ponen los pelos de punta, bibliotecas que tienen estudios cinematográficos, teatros, espacios de ocio siempre ligados a la cultura, espacios deportivos ligados al impulso de la lectura, con cafeterías y restaurantes con temáticas culturales, espacios comunicativos donde hacer algo tan simple como hablar y comunicarnos, algo que cada vez hacemos menos; un sinfín de ideas con un objetivo común que es la mejora de nuestra relaciones sociales, el impulso de emociones en decadencia como la empatía real, no esa que se empeñan en mostrar porque la imagen es más importante que los hechos, el miedo, el dolor, la alegría, la admiración, el amor; el desarrollo educativo complementario y al mismo tiempo inclusivo en el famoso currículo, ya que muchas veces los centros educativos no tienen todas las herramientas, profesionales, disponibles para llevar a cabo impulsos de la lectura, comunicación, expresión escrita y oral dejando atrás metodologías arcaicas, libros obligatorios, y poniendo en valor principal el desarrollo interior, la creatividad, las ideas y el ahora por encima del futuro. Aquel cien por cien aburrido, en cuestión de minutos, se alzó hacia una emoción que es muy difícil de describir, ya que es cada vez más habitual, tristemente, la desolación del estudiante. Brutal. Diseñaron, literalmente, bibliotecas fundamentales e imprescindibles para nuestro presente, porque ya no hay tiempo para planificar un buen futuro. Diseños asombrosos, en forma de petición a gritos de un espacio juvenil de calidad y que centralice a lo grande todas las necesidades. Necesitamos transformaciones reales que se apliquen inmediatamente, no planes absurdos de diez o quince años, que sirven para ganar no se que tiempo, que es, precisamente, lo que nos falta. Pronto daremos a conocer estos diseños en una exposición itinerante. Los alumnos y alumnas eligieron El Fuerte de Breña Baja para reconvertirlo en una mega biblioteca insular en la que sabemos con absoluta certeza, y matemáticas de por medio, que generaría cientos de puestos de trabajo, nos colocaría en el mapa mundial del mundo cultural, educativo, social, bibliotecario y con una inversión, que si sumamos una sexta parte del dinero que muchas veces cae en un vacío lamentable, no supondría nada para las arcas de todas las personas, y mucho menos con una metodología, aunque parezca contradictorio, donde prevalece lo humano a lo material, donde poder deconstruir para desarrollar una nueva forma de convivir, de cuidar el lugar donde vivimos ¿Prefieren este espacio, o la OTAN?

Entonces volvemos al inicio, porque muy pocas veces el profesional de las bibliotecas pierde el norte, o el sur, y cuestionarán cómo nos hemos ido desviando poco a poco del objetivo principal de este artículo, con idealizaciones, utopías, sueños imposibles, pesados y absurdos porque son más importantes otras medidas que ésta, incluso nos parece un lujo y un peligro impulsar demasiado ciertos valores que nos equilibran. ¿Y cuál es el problema? ¿hemos alcanzado lo absurdo para instalarnos ahí y dejar que los golpes nos vayan matando poco a poco? ¿nos da igual todo? ¿utilizamos la ignorancia y la humillación como elementos positivos? ¿Creían que ahora iba a escribir que nos dan igual las respuestas o reacciones? claro que no, nos importan y mucho, no somos hipócritas en nuestro propio terreno. Queremos que ocurra lo mismo que sucedió en todas esas aulas a las que viajamos el curso pasado, y que pase en toda nuestra sociedad, y que sintamos con datos reales en las manos, que es fundamental que creamos en las bibliotecas como espacios de un presente justo, innovador, equilibrado, natural, accesible, universal y humano.

Dirigido a todas las personas que puedan imaginar, e imaginando todo lo cierto que puede ser lo que acabo de escribir, desafiando a los prejuicios de la comodidad, de la espera y la imposición de lo de siempre por ese miedo común a generar lo diferente. Me niego a ser esa generación escoba en la que nos estamos convirtiendo, pasando por la tierra desapercibidos. A lo mejor eso funcionaba en otros tiempos de guerra y prohibiciones, y era un buen elogio social. Me niego.  

Ya no se trata de luchar, se trata de conseguir, lejos de ganar o perder, de prevalecer en una cima que no existe, o caer a lo más profundo, distanciando el egocentrismo corrupto y aniquilador que nos hacen creer que somos, de nuestra naturalidad y sentido común. Las bibliotecas albergan más que una gran colección de libros, albergan las ideas de todas las personas, de un planeta que reclama imaginación, cuidar el interior para salvar el exterior, realismo humano y grandes dosis de emoción para poder sobrevivir.

*Pablo Díaz Cobiella es bibliotecario

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