Regata de San Ginés: del azote de la ola al silencio inmóvil de Lobos

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Tres palmeros en  travesía hacia el mismo sueño.

En una de las ediciones más exigentes de la Regata Internacional San Ginés, el Sorcery, cruzó primero la línea de llegada en Arrecife el pasado sábado, con una clara ventaja sobre el siguiente barco en llegar a meta. Sin embargo, el rating ORC, que iguala el potencial de velocidad entre embarcaciones de distinta clase, lo situó finalmente en la segunda posición de su categoría. Un resultado de gran mérito en una regata marcada por mar dura, viento sostenido y una inesperada calma chicha que puso a prueba la paciencia de todas las tripulaciones.

Historia y prestigio en la mar

La Regata Internacional San Ginés, que este año celebró su 75ª edición, es una de las pruebas de altura más antiguas y prestigiosas del calendario nacional. Organizada por el Real Club Náutico de Arrecife, en colaboración con el Real Club Náutico de Gran Canaria y Calero Marinas, es puntuable para el Campeonato de España de Altura y convoca a algunas de las mejores tripulaciones del país.

Este 2025, quince embarcaciones zarparon desde la bahía de Las Palmas rumbo a Arrecife, Lanzarote, para afrontar una travesía nocturna con exigentes tramos de ceñida y una mar de ola alta, que combinó momentos de dureza extrema con pasajes de desconcertante calma.

La prueba técnica del Sorcery

En regatas de crucero, la “clase” agrupa a barcos con características similares (eslora, desplazamiento, superficie vélica…) y el rating —en este caso ORC— permite comparar el rendimiento real con el teórico de cada embarcación. Este sistema, pensado para equiparar oportunidades, puede alterar la clasificación respecto al orden de llegada real. Así ocurrió con el Sorcery: por asuntos burocráticos no pudo acudir a esta prueba con el rating actualizado, lo que penalizó su posición en la clasificación. “Fue una pena”, admitió su patrón. A pesar de ser el primero en entrar en puerto con ventaja de unas dos horas, su compensación horaria lo situó segundo en la clase ORC 3-4, un puesto que, lejos de restarle valor, confirma una vez más la solidez de su rendimiento.

Sorcery, con  impronta de Manrique, muerde rumbo hacia Arrecife.

Tres palmeros en el Sorcery

A bordo, habían embarcado tres jóvenes regatistas palmeros —Aulis, Kuan y Ezequiel— que comenzaron desde muy chicos su andadura en la Escuela Insular de Vela del Cabildo de La Palma, formados bajo la tutela de los excelentes monitores con los que cuenta el equipo de instructores de la Real Federación Canaria de Vela. En esta travesía, compartieron cubierta con los avezados tripulantes del Sorcery, veteranos de muchas millas que, junto a su patrón Toy, guiaron en todo momento la estrategia y el manejo del barco. Confiaron en estos jóvenes aún principiantes para asignarles funciones clave, integrándolos en el engranaje de una tripulación de altura. Cada virada, cada ajuste de escota, cada cambio de rumbo, se convirtió para ellos en una lección viva de mar y de oficio.

Durante más de diez horas de navegación, casi toda nocturna y en ceñida dura, soportaron vientos de 19 a 25 nudos y olas que llegaban a superar los dos metros rompiendo persistentemente y sin receso en la proa. Pero lo más extenuante no fue el azote de aquel recio y predominante componente Noreste de entre 19 y25 nudos además de la ola pertinaz y rompiente con fuerza sobre la proa, sino la tan engañosa como implacable calma chicha que les aguardaba al norte de la isla de Lobos. Allí, el viento se desvaneció de repente, en un en un muy inoportuno impás del soplo del mar abierto que dejó a las embarcaciones inmóviles. Las velas,que minutos antes crujían tensas bajo la presión del alisio, colgaban ahora inertes, sin una brizna que las hinchara, mientras la corriente llegó a hacer retroceder a algunos barcos. Esa calma inesperada minó más el ánimo que los esfuerzos por traspasar en bolina el muro dl nordeste, cuando este se tornaba intratable: la impotencia, la fatiga y la incertidumbre de no saber cuánto duraría, pesaron más que todas las tensiones soportadas durante el resto de la prueba.

Una escuela de mar y de vida

El Sorcery, preparado para la velocidad más que para la comodidad, ofreció pocas oportunidades para el descanso. Pero sí regaló a sus tripulantes algo más valioso: la certeza de que podían enfrentarse juntos a cualquier condición.

La expresión de sus rostros a la llegada lo decía todo: orgullo, camaradería y esa amistad templada a golpes de ola que promete ser para toda la vida.

En La Palma, esta gesta la recibimos con admiración y reconocimiento: no todos los días se ve a tres de los nuestros, forjados en la vela base, firmar una actuación así en una de las regatas de altura más emblemáticas del país.

Tripulación del Sorcery.
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