Tres miradas al puerto de Santa Cruz de La Palma (I): un depósito con permiso y un debate pendiente con la ciudad
La Autoridad Portuaria ejecuta a la entrada de Santa Cruz de La Palma, junto al Club Náutico, dos aljibes reguladores para abastecer a los buques sin afectar a la red urbana. La obra, plenamente tramitada, reabre las costuras entre Santa Cruz de La Palma y su puerto por la falta de información pública y la sensación de que ‘Puertos’ decide de espaldas a la ciudad.
A la entrada sur de la capital palmera, pegados al Real Club Náutico y frente al muelle polivalente, dos grandes depósitos de agua —350 m³ cada uno— van tomando forma. Son infraestructuras reguladoras destinadas a garantizar el suministro a cruceros, ferris y pesqueros en horas punta sin despresurizar la red municipal, un “pulmón” técnico que el puerto venía reclamando desde hace años. La actuación fue licitada en abril de 2024 (exp. C2024-00007), adjudicada en noviembre y está en obras desde comienzos de 2025: cronograma, presupuesto (≈ 0,79 millones) y ubicación constan en los expedientes oficiales y notas informativas consultadas.
No hay —y esto importa— dudas jurídicas: el proyecto forma parte del paquete de mejoras del Plan Director de Infraestructuras del puerto, sometido a Evaluación Ambiental Estratégica y con declaración favorable publicada en el BOE el 3 de abril de 2025. Además, se ejecuta en dominio portuario conforme a la Delimitación de Espacios y Usos Portuarios actualizada en 2023. Es decir, permisos y procedimiento, en regla.
La obra y su porqué
La solución técnica es sencilla: acumular agua en horas valle y entregarla con caudal estable cuando coinciden grandes consumos en atraque, evitando caídas de presión en la ciudad. La Autoridad Portuaria ya lo explicaba al anunciar la intervención: se trata de garantizar servicio a buques sin competir con el grifo doméstico. Los depósitos, semienterrados, se conectan a la red interior del recinto.
…y el malestar que aflora
Con todo, la ejecución ha levantado críticas en sectores de la ciudad por dos motivos: el impacto visual en la puerta de entrada y, sobre todo, una comunicación insuficiente durante la tramitación. Nueva Canarias —desde su representación municipal— ha verbalizado su rechazo por la falta de transparencia; algunas sociedades locales han expresado, aunque sin escritos formales, que el emplazamiento “no encaja” en la bienvenida a Santa Cruz. Son objeciones de distinta intensidad, pero convergen en una idea: la ciudadanía se ha enterado tarde y mal.
Puerto y ciudad: una relación (aún) asimétrica
Más allá del depósito, aflora un patrón: la Autoridad Portuaria opera —legalmente— como un ente con competencias estatales, pero su perímetro es pared con pared con Santa Cruz y continúa por el litoral de Breña Alta. Esa contigüidad hace que cualquier obra “interna” tenga efectos urbanos. La planificación vigente refuerza la asimetría: el Plan Director (portuario) avanza, mientras el Plan Especial —la herramienta urbanística para coser puerto y ciudad— decayó en 2022 y sigue por reactivar. Resultado: mejoras funcionales dentro del recinto y, fuera, preguntas abiertas sobre paisaje, accesos, tránsito pesado o usos ciudadanos del frente marítimo.
En positivo, el puerto ha incorporado medidas que alivian molestias históricas —como la conexión eléctrica a buques en atraque— y ha ejecutado pequeñas obras de integración (Paseo de Los Indianos). Pero las transformaciones de calado (plaza litoral, reordenación viaria, aparcamientos disuasorios) requieren el regreso del Plan Especial y una mesa puerto-ciudad con agenda, calendario y resultados medibles.
Transparencia: algo más que colgar un expediente
La queja de fondo no es jurídica sino cultural: Puertos cumple con la ley —publica, consulta, licita—, pero no conversa. En obras con efecto simbólico, como esta pieza visible en la “postal” de llegada, limitarse a la tramitación mínima alimenta la percepción de hermetismo. No ayudaría que la primera explicación pública llegue con la obra ya en marcha. Informes, infografías de impacto, simulaciones del antes y el después, sesiones abiertas en el Ayuntamiento y respuestas concretas a preguntas del tejido social habrían amortiguado el ruido.
Lo que está en juego
La capital palmera ha ganado una playa y aspira a un frente marítimo amable. El puerto, por su parte, necesita más orden operativo para crecer en cruceros y carga. Ambas cosas son compatibles si vuelven a sincronizarse los relojes: Plan Director para lo funcional, Plan Especial para lo urbano. Mientras tanto, el depósito —útil, necesario y reglado— se ha convertido en símbolo de un desencuentro evitable: el de un organismo que actúa como si fuera ajeno a la ciudad con la que comparte frontera física y destino económico.
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