Marcadores astronómicos de piedra en las cumbres
El cielo es el horizonte del firmamento. En La Palma, los enclaves que confirman que los primeros pobladores de la Isla buscaban en la bóveda infinita respuestas a cuestiones que, en la actualidad, pese a los grandes telescopios, continúan siendo una incógnita, se emplazan en distintos puntos del territorio insular, especialmente, cerca de las cimas. Los dos principales marcadores cósmicos de los antiguos habitantes de La Palma, los awara, se localizan, a más de 2.100 metros de altitud, en las cumbres de Garafía, según señala Miguel Martín, preshistoriador y especialista en astroarqueología.
Miguel Martín, miembro asimismo de la Asociación Iruene La Palma, centrada en el citado campo de la historia de la Isla, explica que los reseñados marcadores astronómicos, en concreto, se encuentran en Las Lajes (2.130 metros de altitud) y Las Lajitas (2.177 metros). El primero se ubica cerca de la cabecera principal del barranco de Izcagua, en las cumbres de Garafía. Este promontorio estelar aborigen está formado por cinco amontonamientos de piedras. Los mismos, señala, “fueron suficientes para trazar alineaciones que se orientan con el relieve montañoso en los ortos solsticiales y equinocciales sobre El Roque de Los Muchachos”.
El segundo, situado a 500 metros de distancia, lo conforman 18 amontonamientos de piedras y cerca de un centenar de petroglifos. “Los ortos solares”, precisa, “en los solsticios y equinoccios fueron señalados en la topografía de El Roque de Los Muchachos, Fuente Nueva y el lomo cercano al barranco del Barbudo; en este caso sin resaltes naturales, aunque sustituido por cuatro amontonamientos de piedras. También se puede contemplar el naciente lunar durante el lunasticio de verano sobre El Roque de Los Muchachos”.
Martín destaca que “son verdaderos templos al aire libre de significativa sacralidad”. Puntos fijos, detalla, “que concuerdan con los ritmos cósmicos, facilitando las principales orientaciones solsticiales y equinocciales en relación con los elementos topográficos del entorno”. Explica que “fueron construidos siguiendo un arquetipo celeste”. Sostiene igualmente que son “realidades transcendentes que resisten al tiempo”, es decir, subraya, “temporalidades cíclicas que se regeneran todos los años”.