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Canarias, en la encrucijada energética

Javier Santacruz Cano / José Juan Sansó Fernández

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En pleno 2025, mientras las Islas Canarias deberían estar acelerando con una determinación inquebrantable su camino hacia un futuro energético 100% renovable, observamos con profunda preocupación cómo se materializa la decisión gubernamental de instalar nuevos grupos electrógenos basados en combustibles fósiles, un proceso cuyos trámites administrativos ya avanzan.

De momento han salido para “alegaciones públicas” un total de siete enclaves para instalar estos grupos de emergencia, cinco en Tenerife, uno en Gran Canaria y uno en Fuerteventura, lo que supone la nada despreciable cantidad de 57 grupos, alimentados por propano o por gasoil (puedes encontrar todas las características de estos proyectos de una manera resumida en www.saltoecologico.es).

Esta dirección, adoptada para asegurar la estabilidad de nuestra red aislada, una prioridad que hemos compartido y trabajado desde siempre plantea, sin embargo, serias contradicciones con nuestros urgentes compromisos climáticos y desaprovecha la oportunidad de consolidar soluciones verdaderamente sostenibles e innovadoras, como las centrales hidroeléctricas reversibles de bombeo puro.

La justificación de “emergencia” o “seguridad de suministro” es comprensible en un sistema insular. No obstante, persistir en soluciones fósiles, cuando la tecnología y la viabilidad económica de las alternativas limpias son cada vez más evidentes, nos obliga a cuestionar si estamos realmente trazando el rumbo más inteligente y responsable para el archipiélago. 

Desde esta perspectiva, es crucial reevaluar las implicaciones de estas nuevas instalaciones fósiles frente al potencial de alternativas que no sólo resuelven la necesidad de respaldo, sino que impulsan nuestra transición ecológica. Es innegable: cada nuevo motor diésel o turbina de gas instalada, por muy “de emergencia” que se etiquete, es un ancla que nos frena. Estas instalaciones emiten gases de efecto invernadero, perpetuando el problema que con tanto esfuerzo intentamos combatir y que golpea con especial virulencia a territorios insulares como el nuestro. Además, desvían inversiones y atención de donde realmente se necesitan: en el despliegue masivo de la energía solar y eólica que baña nuestras islas y, de forma crítica, en sistemas de almacenamiento a gran escala.

Aquí es donde la cuestión se vuelve apasionante y donde Canarias puede, y debe, brillar. La intermitencia de las fuentes renovables no es un obstáculo insalvable, sino un desafío de ingeniería que ya tiene respuestas robustas. Entre ellas, destacan con luz propia las centrales hidroeléctricas reversibles de bombeo puro, cuyas ventajas son múltiples:

Almacenamiento a gran escala y larga duración: permiten almacenar grandes cantidades de energía durante horas, días o incluso más, algo fundamental para dar respaldo a todo el sistema.

Estabilidad de red: ofrecen servicios auxiliares cruciales, como la regulación de frecuencia y tensión, mejorando la calidad y seguridad del suministro.

Integración de renovables: facilitan la máxima penetración de energías solar y eólica, aprovechando sus picos de producción en lugar de tener que desconectarlas (vertidos).

Madurez tecnológica: es una tecnología probada y fiable con una larga vida útil.

Canarias no es ajena a esta solución. El sistema de Gorona del Viento, en El Hierro, que combina la energía eólica con una central hidroeléctrica de bombeo, ha sido un proyecto pionero mundial, demostrando la viabilidad de aspirar a una isla 100% renovable. Y la apuesta se redobla con proyectos como la central de Salto de Chira, en Gran Canaria, una infraestructura de bombeo reversible de gran envergadura diseñada precisamente para almacenar excedentes renovables y aportar firmeza al sistema eléctrico insular. Este es el camino. Nuestra orografía volcánica, con sus desniveles, ofrece emplazamientos idóneos, y aunque el recurso hídrico es escaso, estas centrales pueden diseñarse para operar en circuitos cerrados minimizando las pérdidas.

Por supuesto, cada proyecto de esta envergadura requiere estudios ambientales exhaustivos y una cuidada integración en el territorio. Pero el debate no puede quedarse anclado en si necesitamos o no seguridad de suministro, la respuesta es un sí rotundo, sino en cómo la vamos a conseguir de manera inteligente, sostenible y alineada con el futuro que anhelamos.

Optar por nuevos grupos fósiles es elegir la comodidad aparente del pasado, ignorando los costes ambientales y económicos, la dependencia energética y la oportunidad perdida. Abrazar soluciones como las centrales de bombeo reversibles, junto con otras tecnologías de almacenamiento como las baterías, una gestión inteligente de la demanda o el incipiente hidrógeno verde, es apostar por la innovación, por nuestra soberanía energética y por un legado de responsabilidad.

Canarias tiene la oportunidad de ser un faro de la transición energética en sistemas aislados. Contamos con el talento, los recursos naturales y, esperamos, la visión estratégica para no desviarnos de ese rumbo. Es hora de mirar hacia arriba, hacia nuestros embalses llenos de potencial, y no hacia el humo de chimeneas obsoletas.

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