Espacio de opinión de Canarias Ahora
Razones, sí; razón, no
No se cansa de repetir Benjamín Netanyahu, primer ministro del Estado de Israel, que la agresión que su pueblo ha emprendido contra los palestinos en Gaza no es un genocidio, como proclaman a los cuatro vientos, de forma falaz y torticera, según él, los medios de comunicación de los países del planeta todo y las organizaciones internacionales, desde la más grande a la más pequeña, y vemos por televisión con nuestros propios ojos un día sí y otro también todos los hijos de la Tierra, sino un acto de legítima defensa de una nación pacífica contra una pandilla de fanáticos integristas que pretenden acabar con el Estado sionista; y que todo aquel que piense lo contrario se sitúa en el lado equivocado de la Historia, que es precisamente aquel que no le conviene a él.
Se trata de unas declaraciones tan cínicas y escandalosas, que no ha faltado ya quien haya propuesto poner una mordaza o un zálamo al incombustible político judío para que deje de intoxicar el mundo con fake news tan obscenas y morder a los palestinos. Creemos que esta propuesta (bien intencionada, no cabe duda) de privar de libertad de expresión a alguien, por muy infame que sea, es no sólo imposible de llevar a cabo en el caso que nos ocupa, sino, además, totalmente contraproducente. Como dice Antonio Machado en su desenfadado y, sin embargo, profundo Juan de Mairena, en una república cristiana, liberal y democrática como la nuestra, hasta el mismísimo Satanás debe disponer de tribuna para exponer alto y claro sus razones con la mayor libertad del mundo; porque Satanás no tiene nunca razón, pero tiene razones, y hay que escuchárselas todas, aunque sólo sea para saber de qué pata cojea.
El mal está tan arraigado en el alma humana como el bien y debemos conocerlo a fondo para poder combatirlo. Hasta el criminal más arrebatado tiene siempre razones para cometer las fechorías que comete, desde las más rebuscadas, como la teoría del hombre superior alegada por el Raskolnikov de Dostoievski, hasta las más ingenuas o fútiles, como “el sol, el calor y la tensión acumulada” alegadas por el Meursault de Camus. Muy difícil resulta luchar contra aquel o aquello que no se conoce. Por eso, son tan necesarias las cátedras de Diablología, llamémoslas así, en las sociedades democráticas.
Un pueblo que no tome en consideración el componente más avieso del alma humana, sea mediante estudios científicos, sea mediante representaciones artísticas, y esconda la cabeza bajo el ala ante los propagadores de odio y muerte no sólo pone en riesgo la seguridad de sus ciudadanos, sino también la del propio Estado. La primera razón que alegan los judíos para defender su masacre en Gaza es que se trata de una reacción legítima de su pueblo al vil asesinato de más de 1.400 jóvenes israelíes y la captura de otros 240 perpetrados por lo que ellos llaman el grupo terrorista Hamás (Grupo de Resistencia Islámica) en octubre del 2023. “Legítima defensa” nos dicen que se llama esto en lenguaje jurídico, aunque esta “legítima defensa” para hacer justicia a las 1.640 víctimas, sin ninguna duda inocentes, suyas vaya ya por la desmesura de 62.000 muertos y 20.000 mutilados palestinos, un 5.000% más que aquellas. La segunda es que las matanzas son inevitables porque los terroristas usan a la población civil como escudos humanos. Otra es que es imposible convivir con unas gentes que practican ritos religiosos distintos de los suyos. La cuarta es que el pueblo judío necesita tierras para las expansión de sus colonias, y la única forma de procurárselas es a costa de la cada vez más menguada de los palestinos. La quinta es que tienen en la Casa Blanca a un mentor o valedor que los apoya incondicionalmente y les da alas, con ideas tan luminosas como convertir la franja de Gaza en “la Riviera de Oriente Medio”, para lo cual lo primero que hay que hacer es limpiarla de gazatíes, por supuesto. Y la sexta es la en cierta manera complicidad de las civilizadas y poderosas Alemania, Francia, Inglaterra y otras naciones fraternales, que no sólo se cruzan de brazos ante las masacres de la devastadora máquina de guerra judía, sino que la alimentan y engordan con tanques, drones y bombas.
No cabe ninguna duda, a Benjamín Netanyahu no le faltan razones para declarar por activa y por pasiva que lo que está haciendo su ejército en Gaza no es una limpieza étnica, sino una cruzada santa contra el imperio del mal, que se ha propuesto acabar con un pueblo enteramente inerme como el suyo. Tiene razones, sí; razones muy convincentes para él y su gente, pero no tiene razón para hacer lo que realmente hace, que es asesinar a sangre fría a bombazo limpio y dejar morir deliberadamente de hambre y enfermedad a miles y miles de pobres hombres, mujeres, niños y ancianos inocentes, que el único delito que han cometido es intentar obtener un mendrugo de pan que llevarse a la boca en las colas del hambre que ha organizado el mismo Israel en terreno palestino y sobrevivir en un mundo en ruinas, donde ya no queda ni una sola casa en pie. La “razón”, lo que llamamos “razón”, no es una cuestión política, económica, religiosa, militar o lo que sea, sino una cuestión de proporcionalidad, mesura, racionalidad, justicia, rectitud o derecho en lo que se hace. Y lo que está haciendo el primer ministro del Estado israelí en Gaza ni es proporcional, ni es mesurado, ni es racional, ni es justo, ni es recto. Por eso decimos que puede tener RAZONES, las que confiesa y las que no, para azuzar a su potentísima maquinaria de guerra contra los indefensos palestinos y asesinarlos en masa, pero carece de RAZÓN.
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