El ADN revela que la primera colonización de Canarias fue más compleja de lo que se creía

Sala funerario de El Museo Canario. En primer plano, los restos de una momia.

Efe

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La colonización de Canarias por pueblos del norte de África a comienzos de la Era Común fue un proceso más complejo de lo que se creía, como muestra el descubrimiento de que los aborígenes de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura comparten ancestros con las demás islas, pero a través de ellos recibieron una herencia genética, en parte, diferente.

La revista Nature Communications publica este martes el análisis más completo que se ha hecho hasta la fecha sobre el ADN de los antiguos pobladores de Canarias, con datos de 40 individuos de siete islas que abarcan 1.300 años de la historia antigua del archipiélago, desde los tiempos de las primeras llegadas (restos del siglo III) hasta los primeros años bajo la Corona de Castilla (siglo XVI).

Y todo ello, fruto del esfuerzo coordinado de una veintena de investigadores de las Universidades de La Laguna, Las Palmas de Gran Canaria, Stanford (EEUU) y Copenhague, el Instituto Max Planck de Alemania, el Instituto Carlos III, la empresa Tibicena, el Museo Canario, el Museo Arqueológico de La Gomera y el Museo Benahoarita.

La comparación del genoma de esas gentes con los datos disponibles de tres yacimientos prehistóricos del norte de África corrobora que los antiguos canarios eran pueblos muy similares a los que habitaban Marruecos hace alrededor de 5.000 años, durante el Neolítico.

Su ADN muestra que todas esas poblaciones se quedaron aisladas en sus respectivas islas durante alrededor de un milenio, sin apenas contacto con nadie del exterior hasta la llegada de los primeros europeos en el siglo XIV, lo que a su vez conduce a otra conclusión con implicaciones para futuros trabajos: la Canarias prehispánica ofrece una ventana privilegiada al pasado del norte de África en la etapa previa a las invasiones árabes del s. VII, que puede completar los datos obtenidos de yacimientos prehistóricos del continente.

Los autores, entre los que se encuentran Javier Serrano (ULL), Jonathan Santana (ULPGC) y Rosa Fregel (ULL-Stanford), explican cómo la insularidad, la escasez de recursos y la falta de contacto con el exterior fueron moldeando la genética de los pobladores de cada una de las siete islas, sobre un sustrato común.

Este no es otro que la herencia de pueblos prehistóricos del actual territorio de Marruecos, cuyo ADN recoge, a su vez, la mezcla de dos ascendencias principales: una local, norteafricana, y otra de agricultores europeos que emigraron hacia al sur del Mediterráneo en el Neolítico.

Este trabajo revela que los aborígenes de las tres islas más cercanas al continente (Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura) tenían una mayor contribución genética del componente asociado a las poblaciones prehistóricas de Europa, mientras que los de las islas occidentales (El Hierro, La Palma, La Gomera y Tenerife) presentaban más aportación del componente prehistórico del norte de África.

Y ello, añaden los autores, lleva a pensar en “un modelo de colonización más complejo del que se planteaba hasta ahora”.

“Dado que el impacto de las migraciones neolíticas europeas en el norte de África no fue homogéneo, este resultado se puede explicar de dos formas: o bien las migraciones humanas que afectaron al archipiélago fueron asimétricas, con algunas arribadas llegando solo a una zona, o bien las poblaciones que colonizaron las islas orientales y occidentales del archipiélago procedían de regiones diferentes del norte de África”, señalan en un comunicado.

El autor principal del trabajo, Javier G. Serrano, remarca que diferencias entre las islas orientales y occidentales “parecen haber existido desde el comienzo del período de colonización aborigen, manteniéndose sin cambios a lo largo del tiempo”.

“Esto es importante porque determina que, si existieron migraciones asimétricas entre las dos regiones, tuvieron que ocurrir al inicio del periodo de colonización aborigen”, indica.

El artículo subraya que esta conclusión no hace sino apuntalar una serie de indicios que ya existían y que sugerían la existencia de alguna diferencia entre los pobladores de las islas orientales y los de las occidentales, como la mayor variedad de inscripciones en alfabeto líbico-bereber en las primeras o la presencia en una sola isla, Gran Canaria, de un árbol “importado”, la higuera.

Este estudio aporta pruebas de que la insularidad se acabó expresando de un modo u otro en el ADN de los pueblos de las siete islas, pero fue en las más pequeñas o con menos recursos (El Hierro, La Gomera, Lanzarote y Fuerteventura) donde más se aprecia una baja diversidad genética, “lo que puede explicarse por un fuerte aislamiento, dando lugar a la reducción del tamaño efectivo de su población y descartando así la posibilidad de que hubiera migración frecuente hacia estas islas”.

Como ya apuntaban algunos indicios arqueológicos, este estudio genético concluye que Gran Canaria, Tenerife o La Palma pudieron sostener en el pasado poblaciones de entre 30.000 y 60.000 personas, mientras que las condiciones de las demás islas hicieron que su censo de habitantes antes de la Conquista fluctuara entre 1.000 y 3.000.

El uso combinado de datos de ADN antiguo y carbono 14 ha permitido además estimar que la población de la isla de El Hierro, la más pequeña de Canarias, sufrió una importante reducción en torno al s. IX, coincidiendo con un periodo de inestabilidad climática.

“Teniendo en cuenta que El Hierro es una isla con recursos limitados, los cambios de temperatura y lluvias que se produjeron durante el s. IX podrían haber afectado en gran medida la disponibilidad de recursos naturales y la producción de cultivos, lo que es probable que provocara una mortandad importante”, indican los autores.

En cambio, ese fenómeno no se observa en Tenerife y Gran Canaria, islas de mayor tamaño y con más recursos, lo que probablemente permitió a sus poblaciones adaptarse y resistir a este periodo de inestabilidad, añaden. 

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