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Entrevista

“Hay gente que aplaude y también gente que no quiere que tu hija se acerque porque es hija de enfermera”

Mónica Vázquez, supervisora de planta COVID en el Hospital Valdecilla.

Javier Fernández Rubio

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Mónica Vázquez (Santander, 1973) es enfermera y supervisora de una planta COVID del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla en la capital de Cantabria. Desde hace 10 meses su vida laboral, y la de las 15 enfermeras y enfermeros y 13 auxiliares a los que dirige, gira en torno al SARS-CoV-2, un virus del que se ha tenido que aprender como se aprende a montar en bici: pedaleando, cayendo y levantándose. En la planta 7 de la Torre B de Valdecilla saben bien lo que es pedalear pero a estas alturas han establecido la mecánica para no caerse de la bicicleta. El cansancio y el estrés nadie se los quita, pero también están muy motivados y, a diferencia de lo que ocurría en la primavera de 2020, cada vez saben más a lo que se enfrentan y cómo encarar la atención al paciente sin por ello desatender a los familiares, a los que dedican buena parte de su jornada. “Antes que aplaudir preferimos que se hagan bien las cosas”, afirma quien recomienda encarecidamente las tres medidas básicas de protección para no contagiarse: mascarilla, lavado de manos y distancia social.

Vázquez se estrenó con la COVID en el Hospital de Liencres, aunque pronto pasó a Valdecilla. Tanto en un sitio como en otro 'debutó' con la experiencia de crear, desde cero, un equipo de Enfermería, con profesionales que antes estaban adscritos a los otros servicios, que ni se conocían ni habían trabajado juntos. Desde entonces ha visto de todo, pero por mucho que se diga, nadie puede hacerse idea de lo que supone estar en una cama de hospital con riesgo de tener una crisis respiratoria en cinco minutos. En ocasiones, de la planta salen enfermos que ingresan en la Unidad de Cuidados Intensivos y que vuelven después con miedo en la mirada tras pasar por esa experiencia. A su lado está el personal de Enfermería, que da “el 200%” de lo que es capaz.

¿Cómo fue que acabó, o empezó según se mire, especializándose en el tratamiento de la COVID?

Yo antes trabajaba en Oncología y, circunstancias de la vida, cuando empezó todo estaba en el hospital de día quirúrgico y me ofrecí voluntaria para ayudar. Me ofrecieron una nueva unidad que se había creado en el Hospital de Liencres para pacientes COVID. Se tomaron decisiones con urgencia, entre ellas, abrir ese hospital y acondicionarlo en tiempo récord tanto de recursos materiales como humanos. Todo fue muy deprisa y en una semana teníamos el equipo hecho. El hospital había estado cerrado y no había nada, ni camas, ni material, ni personal… Estuvimos abiertos un mes, durante el mes de abril, y cuando cerró me reenganché. Desde el 7 de septiembre estoy en la planta séptima de Valdecilla. Pero antes colaboramos con el Servicio Cántabro de Salud para la realización de PCR a muchas residencias de Cantabria. Lo organizamos en un tiempo récord y con 12 enfermeras en una semana hicimos todas las residencias de mayores.

¿Cómo recuerda esos primeros momentos?

La Dirección de Enfermería nos dotó de personal. Recuerdo entonces que teníamos la sensación de estar siempre un paso por detrás, no como ahora, que sí nos adelantamos. Utilizábamos los equipos de protección como nos decía Medicina Preventiva. Ahora, vacunados nos sentimos más protegidos y sabemos lo que tenemos que hacer, lo tenemos todo sistematizado.

¿Y cómo consiguen adelantarse al virus?

Hemos tenido un buen plan de contingencia y nos hemos adelantado a las cosas. La Enfermería tiene un problema, porque no hay enfermeras por contratar, por lo que hay que hacer encaje de bolillos, pero sabíamos los pasos que había que dar. Me gustaría recalcar la labor de Enfermería. Nos hemos adaptado, hemos movido muebles, hemos cambiado de ubicaciones, de unidades… hemos salido de la zona de confort y eso se nos tiene que reconocer a enfermeras y auxiliares. Siempre hemos estado cuando se nos necesitaba. Nos hemos adaptado y seguimos haciéndolo. Ganas no nos faltan: vamos a seguir.

¿Se sintieron apoyados en aquel entonces?

Al principio nos apoyamos mucho en Neumología. La pionera fue su supervisora y nos orientó a todos: todo lo que se metía en una habitación no salía, se desechaba. La supervisora de Neumología fue una gran referencia al ser pionera en los cuidados a los pacientes COVID. Nos asesoró y ayudó en la organización del resto de plantas que se iban abriendo. En aquella época era así. Todas las unidades de Enfermería cedieron personal e hicimos un equipo joven. Todos pusimos mucho de nuestra parte, nos unimos ante la adversidad e hicimos piña.

¿Cómo se organiza el trabajo en una planta COVID? ¿Hay diferencias con plantas no COVID?

El ratio de personal es más alto en una planta COVID por la complejidad en el abordaje del paciente. Aquí en planta somos 15 enfermeras y 12 auxiliares y estamos en turnos de mañana, tarde y noche, 4-4-3 en Enfermería y los auxiliares 4-3-2.

¿Qué es lo que ha cambiado en este tiempo?

Estamos haciendo más hincapié en la comunicación con las familias. Cuando ingresa alguien se separa de sus seres queridos. En la primera ola estábamos centrados en tantas cosas… Ahora lo primero es decir a la familia dónde está, las opciones que tenemos, hacemos videollamadas y procuramos tranquilizar. Dotamos de EPIs y dejamos venir a dos personas por enfermo y cuando el paciente es un agudo procuramos que haya la máxima comunicación posible: el médico informa todos los días y nosotras llamamos para hablar de los cuidados, preguntar si necesitan algo o traerles cosas. Sobre todo lo hacemos con pacientes dependientes porque los independientes llaman ellos mismos a sus familias.

¿Cuánto tiempo dedican a las familias?

No se sabe lo que es dejar a tu madre, por ejemplo, y no saber de ella. Que haya feedback con la familia es importante, saber cómo han pasado la noche, los cuidados que reciben. Yo llamo a todos los pacientes, de doce a dos de la tarde. A primera hora de la mañana hay pruebas analíticas, tratamientos de plasma y mucho trabajo como el aseo de pacientes dependientes y las curas. En caso de necesidad, hacemos videollamadas sobre la marcha. Procuramos que la rutina no deje esto de lado porque es importante. Estos pacientes en poco tiempo pueden presentar inestabilidad respiratoria hasta llegar a precisar su traslado a UCI. De esta infección sabemos que en cinco minutos te pones malísimo, una persona autónoma en unos minutos puede estar con el tubo puesto y hay que bajarla a cuidados intensivos.

¿Cómo empeoran?

Nosotros realizamos una vigilancia respiratoria muy estrecha desde el inicio. Hacemos gasometrías y vemos si tiene disnea. Cuando un paciente empeora, lo ves. Se produce una insuficiencia respiratoria clara, falta de oxígeno, sensación de disnea y nervios. Si Intensivos da el visto bueno, se le traspasa a la UCI.

También se ocupan de los pacientes cuando salen de la UCI, en una especie de camino de vuelta.

La larga estancia en UCI hace que estos pacientes precisen mucho tiempo de rehabilitación después. Se procura que vuelva a la misma unidad y cuando salen de UCI y van a planta se inicia una rehabilitación temprana.

¿Cómo vuelven de la UCI?

La UCI salva la vida pero tiene efectos secundarios. Vienen cuidados pero han pasado mucho tiempo sin moverse. Han estado dormidos y al despertar siguen un par de días en la UCI. Allí ven lo que hay alrededor y cogen miedo de volver a pasar por ello.

¿Después de tantos meses siguen motivados?

Seguimos con fuerza. Estamos motivados porque la motivación nos hace sentir muy seguros, pero también tenemos la sensación de que esto no acaba.

¿Cómo se ve desde el hospital las medidas de protección que se adoptan fuera?

Creo que hay gente responsable y otra no que no lo es. Hay tres medidas que son básicas: higiene de manos, mascarilla y distancia social. A nivel de salud es importante tener en cuenta esas tres cosas básicas y saber que volveremos a abrazarnos si hacemos bien las cosas.

¿El perfil del paciente ha cambiado en esta tercera oleada de la pandemia?

Cada vez hay ingresos más jóvenes. En la segunda ola vimos un aumento de la edad en unos 10 años, pero ahora está ingresando gente joven. Puede que se deba a que la cepa británica está en un nivel alto de contagio y se contagia mucho más, o puede que las residencias están más blindadas y que se haya empezado a vacunar...

¿Y ustedes cómo lo llevan personalmente?

Estamos tan metidas... No sé qué pasara cuando esto acabe, pero nos implicamos tanto que nos apoyamos mucho unos a otros. Hay pacientes que son mucho más dependientes y a veces hay un desenlace fatal y eso te deja… con la sensación de que has hecho todo por él. Cuando no se puede curar, también estamos ahí para que estén lo más confortables posible.

¿Disponen de todo lo que necesitan?

Desde el minuto uno hemos tenido todos los equipos de protección. No han faltado mascarillas, pantallas… Muchas veces nos dicen otros enfermeros: prefiero estar en una planta COVID en donde sabes lo que hay que en otra unidad en que no se sabe si hay un positivo. Nosotros nos hacemos controles cada 15 días.

¿Qué piensa cuando se les trata de héroes?

No me siento una heroína porque siempre hemos estado aquí con la COVID u otras enfermedades dándolo todo. La Enfermería es un valor. Mi equipo es jovencísimo, supertrabajador, dispuesto a doblar turnos y adaptarse a todo por sacar esto delante. Mucho de lo que pasa en este hospital es porque la Enfermería ha dado el 200%.

Ya no hay tantos aplausos como al principio...

Los aplausos están bien pero siempre hemos estado aquí. Antes que aplaudir preferimos que se hagan bien las cosas. Estamos cansados y venimos a trabajar haciendo un gran esfuerzo. Hay gente que aplaude y también gente que no quiere que tu hija se acerque porque es hija de enfermera. Yo tuve miedo de contagiar a la familia y eso al principio era un lastre mayor, pero ahora estamos más seguros. El miedo a contagiar a nuestra familia ha estado siempre presente, pero con el tiempo nos hemos dado cuenta de que el mayor riesgo no está en nosotros como profesionales sino en la transmisión comunitaria.

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