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Amor a contracorriente

Santander —

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Un sarampión rojo de querubines y flechas celebra estos últimos días con esperpéntico entusiasmo comercial el día de San Valentín. Pero, como novedad, desde lo público también se han sumado al 14 de febrero. Un cupido con Venus como escolta femenina celestial recorre los comercios en Astillero. En Santander han buscado la originalidad con una campaña para exaltar el amor propio que ha provocado un profundo desamor en Vox, hasta el punto de que ha pedido al PP que abandone las políticas de género de “la izquierda progre”. El colmo del ridículo: San Valentín politizado. “El sindicalismo enamora”, proclamó la delegada del Gobierno en la apertura del Congreso de UGT en la mañana del 14 de febrero.

Pero resulta insuperable que las trompetas de corazones hayan derribado las murallas de Cabárceno. Allí se ha alumbrado la ocurrencia de programar una experiencia romántica en pareja con cena y visita al recinto de las aves rapaces, analogía tal vez más propia de un divorcio. La promoción era un cartel con un león y una leona en actitud cariñosa. No se fíen. El día antes, los impulsores del evento cesaron al director general de Turismo. Mal preludio para tanta exaltación amorosa.

Va a ser que, efectivamente, el consejero del amor y el director del parque actúan como si todavía estuviesen gestionando las residencias de personas mayores de las que proceden. Lugares donde, a poco que uno se descuide, se celebra con alborozo cualquier efeméride a ritmo de matasuegras, churros y serpentinas. Así que también se han sumado a festejar San Valentín en Cabárceno.

Más allá de la postal efímera, más allá de la anécdota de esta tregua de amor, los discursos de odio siguen corrompiendo el discurso social y político. Un escenario en el que Trump y Putin inician un peligroso romance, lo que demuestra que algunos idilios no son tan convenientes cuando solo supuran odio.

Pero imagínense una reivindicación pública del amor. Imagínense que las flechas de cupido alcanzasen a otras parejas como Pablo Zuloaga y Pedro Casares, imagínense cenando juntos a la luz de las velas en la cabina del teleférico de Cabárceno al consejero Roberto Media con un 'okupa'. Al consejero de Educación, Sergio Silva, con un sindicalista de STEC. A la presidenta, María José Sáenz de Buruaga, con un refugiado, a los que negó la posibilidad de venir a Cantabria cuando rechazó aquel centro de acogida proyectado en Camargo.

Afortunadamente para ellos, solo tienen que fingir que se aman durante las 24 horas de San Valentín. El boleto del amor caduca al día siguiente.