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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La energía de la felicidad

Las familias españolas pagan el coste de la electricidad más alto de Europa. |

Patricia Manrique

El pasado fin de semana tuve el placer de participar en la primera Jornada estatal sobre cooperativismo energético en Torrelavega. El placer de conocer a gente diversa que no solo está preocupada por el medio ambiente sino que se ha puesto manos a la obra y ha creado una cooperativa energética para obtener, comercializar y/o distribuir energía de un modo descentralizado y democrático, colectivo y sostenible —y sin trampas en tus facturas—. Unirse a este proyecto es fácil y permite, por fin, dejar de pagar a los caraduras de Iberdrola, Endesa, Eon, Gasnatural Fenosa o EDP-HC… esto es, a las cinco empresas que conforman el oligopolio que sangra a las familias españolas.

Organizada por Solabria, la cooperativa de energía verde de la que debiéramos hacernos socias todas las cántabras que creemos en una gestión democrática y sostenible de la energía, a ella acudieron representantes de varios puntos del país de la Unión Renovables, unión de cooperativas de personas consumidoras y usuarias de energías renovables que agrupa a 19 cooperativas de ámbito municipal y autonómico y que se dedican a comercializar electricidad a más de 93.000 personas socias, a quienes forman e informan sobre cómo efectuar ajustes de factura para ahorrar y sobre los entresijos del funcionamiento del sector eléctrico.

No son cuatro perroflautas, no. Las 19 cooperativas que forman parte de Unión Renovables cuentan con más de 93.000 personas socias y con más de 142.000 contratos de luz que suponen un consumo energético anual de más de 500 GW/ h de energía renovable. El volumen económico supera los 65 millones de euros y cuentan ya con 135 personas trabajadoras en su nómina… Sin embargo, aún son el 0,65% de mercado eléctrico español y juegan con total desventaja ante el cartel de las eléctricas: una desventaja que solo puede acortarse con una legislación más justa —sin avatares de corte ideológico como hasta ahora—y una entrada masiva de socias a estas entidades.

Se habló de muchas cosas y muchas de ellas, lógicamente, relacionadas con la energía y con la apuesta de las cooperativas, en general, por una gestión democrática del mundo laboral y de la propia energía, intentando en esto último hacer frente al monstruo del oligopolio que, a base de prácticas ilegítimas y ventajas de todo tipo, ha conseguido que la factura de la luz sea la ruina de tantas familias en España. Y es que las familias españolas cargamos con el coste de la electricidad más alto de toda Europa —sin proporcionalidad, claro está, con los salarios—, según los datos de Eurostat. FACUA-Consumidores en Acción, por su parte, ha advertido que gastamos en la factura de la luz un 85,7% más que hace 15 años.

La liberalización del sector, que tanto tenemos que agradecer a los tiempos del “milagro económico” de José María Aznar y el presidiario Rodrigo Rato, es considerada por esta asociación “una auténtica estafa a los consumidores” pues el oligopolio no solo no quiere competir, señalan, “sino que especula con unas tarifas infladas artificialmente”. No perderé más tiempo en explicar cómo expolia el oligopolio, sus impactos socio-ecológicos y sus vulneraciones de derechos humanos en otras latitudes, su guerra sucia contra el ecologismo, cómo abusan de puertas giratorias —de Felipe González en Gas Natural Fenosa y José María Aznar en Endesa para abajo—, de la pobreza que generan y de la jeta que le echan… porque hay datos por todas partes —busquen, por ejemplo, “Iberdrola” en este medio y ya tienen para un rato—. Quien sigue pagando facturas ahí tiene que ser un poco masoca o confiar en que las cosas cambian o mejoran por generación espontánea.

De vuelta a la unión de renovables, en la Jornada se habló mucho también de economía social y solidaria, esa que crece a buen ritmo poniendo la vida en el centro y haciéndolo en común. De los grupos de consumos a las cooperativas de crédito, de la banca ética a las cooperativas de viviendas en cesión de uso, de las cooperativas de trabajo asociado a las que suministran telefonía o internet… la economía social es esa en la que hay menos brecha de género — el porcentaje de mujeres es del 63,05%, mientras que la economía tradicional solo emplea a un 46,20%—, que ha resistido mejor a la crisis, que genera un tejido económico y productivo que mira más allá de la rentabilidad económica hacia el bien común… y que la derecha quiere cargarse, por cierto, como ha ocurrido recientemente con los semilleros de economía social MAR en Madrid, que contaban con el apoyo de la UE y de donde surgieron, por ejemplo, cooperativas de riders, y que José Luis Martínez-Almeida ha finiquitado.

En las Jornadas se habló de todo esto, pero también se habló de felicidad. De la felicidad de estar haciendo lo que se debe y de la felicidad de hacerlo juntas: esa que está vetada a tanto sinvergüenza millonario que si duerme bien por las noches será a costa de haber perdido el alma. De la felicidad de crear puestos de trabajo honestos, de llevar energía a sitios que no eran rentables a las grandes empresas, de poner toda la ilusión en un proyecto colectivo, de trabajar en común y poder decir “no estamos solas” en tiempos en que la soledad es una plaga por culpa del individualismo descarnado. Esa felicidad, esa riqueza que da lo que merece de verdad la pena, lo que no se puede cuantificar en los términos zafios del neoliberalismo, esa que no se sabe lo que es hasta que se vive… y cuando se prueba, lo cambia todo.

Hay una energía que mueve el mundo mucho más que el dinero desde tiempos inmemoriales, y es la felicidad. El capitalismo es un ridículo intervalo de unos 250 años en la historia de la humanidad, pero ya decía Aristóteles en su Ética a Nicómaco que los honores, el placer y otras cuestiones materiales “los deseamos ciertamente por sí mismos, pero también los deseamos en vista de la felicidad” por lo que la felicidad es muy superior al resto. Muchas veces me pregunto si los señores y señoras de puro y chistera sabrán de la limpia felicidad y la riqueza que se respira en espacios como estas jornadas, como la vida cotidiana de la gente honesta, si no lo darían todo, si lo supieran, por tener una vida sencilla rodeada de gente trabajadora y no de ladrones desalmados dedicados a expoliar a buena parte del planeta.

Si no lo saben, allá ellos y ellas: sepámoslo nosotros y nosotras, disfrutemos de esa energía que da reconocerse como personas ricas, muy ricas, de una riqueza muy superior a la estrictamente material, cuando podemos decir que, pese a todo, estamos acompañadas, somos honestas y estamos construyendo un mundo mejor para personas, animales, plantas y el propio planeta. Habrá quien nos tache de buenistas, perdida como anda cierta gente, mucha, pero ya se sabe lo que decían aquellos acertados versos, recogidos para la posteridad por Machado, sobre las necias y los necios: que confunden, ay, valor con precio.

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