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Los palmeros del toisón

Santander —

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La Unión Europea es incapaz de contener un conflicto armado, de plantar cara con decisión a los fatuos aranceles de Donald Trump y de controlar la venta de armas a países en conflicto, entre otras debilidades.

Pero, en cambio, su tela de araña legal atrapa a las moscas más pequeñas. Mientras avanza la tolerancia y la tibieza con los regímenes democráticos autoritarios, la UE se entretiene controlando a los ciudadanos que salen a pescar.

Ahora predican que cada vez que lancen la caña en el Nansa o en la bahía de Santander tendrán que reportar a una aplicación si ha picado o no algún pez. 

Cualquier día, a la vista del interés por el menudeo, las autoridades europeas convertirán en obligatorio subir a las redes sociales las fotos de los platos que los homovidens contemporáneos piden en los restaurantes antes de hincarles el diente.

Probablemente el control sobre nosotros y nuestras menudencias les resarce de los fracasos de la pesca mayor. Las ballenas del poder y los ejércitos de tiburones de los fondos de inversión. Los bancos de peces financieros a los que rescatan de la tormentosa red del mercado libre. Cuando éste les castiga porque cuando les da beneficios se cierran en banda contra la política socializadora.

Precisamente al hilo de impunidad de los peces gordos estos días se ha conmemorado en España los 50 años de la transición y de la propia coronación del rey Juan Carlos, a quien le atribuyen los méritos. Se ha hecho sin él. Con el estigma de su ausencia presente en la escena. 

Aún así no han dejado que la realidad empañe este mayúsculo ejercicio de autocomplacencia.

Los jóvenes piensan que la dictadura no fue para tanto y el heredero de Franco está en el exilio. Pero ellos, los peces gordos que nunca caen en las redes de Hacienda, algunos de los que se han hecho ricos después de pisar las moquetas del poder, se reparten palmaditas y toisones de oro. Mientras nosotros sobrevivimos al naufragio como un banco de bocartes en la intemperie del Atlántico.