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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Pospandemia, renuncias y aceptaciones

Una camarera sirve unas cervezas en un bar.

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En abril de 2021, casi cuatro millones de personas dejaron su trabajo en Estados Unidos, el equivalente al 2,7% de toda la fuerza laboral del país, la cifra más alta desde que se comenzó a llevar el registro en el año 2000. Pero este fenómeno no se limitó exclusivamente a un mes y 20 millones de personas, según cómputos de Cinco Días en diciembre pasado, habrían dejado sus empleos desde principios de la primavera. Si ha habido efectos interesantes de la pandemia de COVID-19, uno de ellos, me parece, ha sido este: la parada ha hecho repensar a cierta clase trabajadora qué estaba haciendo con su vida y los ha llevado a actuar… o, mejor, los ha llevado a dejar de hacerlo, parar, poner pie en pared, pensar. A esta gran renuncia o denegación la está acompañando, según varios analistas, una «primavera sindical», y los que resisten en trabajos con condiciones leoninas, al menos, se empiezan a enfrentar a ello colectivamente para intentar mejorar su situación.

En España no ha habido gran renuncia que se sepa. Al parecer, siempre según datos oficiales —ergo relativamente fiables—, el número de bajas voluntarias presentadas entre 2020 y 2021 ha estado por debajo de las cifras prepandémicas. Los datos de Seguridad Social muestran un 6,7% menos de bajas voluntarias a enero de este año, aunque ganan velocidad en la segunda mitad del año. Tal vez influya que la tasa de paro sea aquí del 13,33% —11,52% en Cantabria— frente al 3,9% estadounidense, tal vez amedrente más dejar un trabajo cuando dudas si alguna vez volverás a encontrar otro.

Con todo, hay quien, como el grupo de investigación sobre desconexión digital de la Universitat de València, considera que sí que se han producido cambios, que hemos repensado en nuestras vidas, que nos preocupamos más por dónde vivimos y exigimos poder trabajar más a menudo desde casa, mejorando la conciliación, aunque con ello nos asomemos al abismo de la contaminación del trabajo en nuestra vida cotidiana. El grupo trabaja para promover una cultura empresarial que deje de normalizar la conectividad permanente del trabajador. Se ocupan de advertirnos ante la «tentación de la inmediatez», esa que nos lleva a consumir información continuamente y procesarla cuanto antes, por ejemplo, contestando mails, WhatsApps, mensajes varios… Quien ha trabajado desde casa en la pandemia ya sabe lo que es eso.

Anthony Klotz, psicólogo organizacional de Texas, uno de los expertos que puso atención y nombre al fenómeno de la Gran Renuncia, advierte de que la élite empresarial tiene una vuelta de tuerca siniestra para responder a la Gran Renuncia: las empresas harán mayores inversiones en robots e inteligencia artificial, algo que ya tenían en mente, para reducir los tiempos y costos de contratación y pueden buscar candidatos por todo el planeta, aprovechando el trabajo a distancia, creando más competencia y buscando siempre el trabajador más sumiso o la trabajadora más esforzada y la tarifa más barata. Moraleja: de nada nos valen las grandes renuncias si no van acompañadas de primaveras, veranos, otoños e inviernos sindicales.

Todo esto de la Gran Renuncia seguro tiene, por otro lado, mucho que ver con un asunto tan obvio e importante como obviado y descartado por el sistema de contraprestaciones al trabajo por el que tan acríticamente nos regimos, un asunto que sugiere con magistral inteligencia esa joya del pensamiento de la igualdad que es El maestro ignorante del filósofo francés Jacques Rancière. En esta reflexión sobre la igualdad de las inteligencias —que debería ser de obligada lectura para los docentes de todo el mundo— subraya que la potencia de la inteligencia está por igual en toda manifestación humana, que no existen tipos de espíritu, que no hay jerarquía en la capacidad intelectual. Tanto vale la obra de un trabajador y la de un pensador, la inteligencia de inventar no es distinta de la inteligencia de acordarse, y toda obra humana merece el mismo respeto porque se realiza por la puesta en práctica de las mismas capacidades intelectuales, sea la mano trabajadora o la mente especuladora. Entonces, ¿por qué hay tantos trabajos esforzados tan mal pagados? ¿Por qué suele suceder que el que dispone del trabajo más desagradable es el que cobra menos? ¿Cómo es que se combinan la falta de realización laboral y las retribuciones más bajas? ¿Recuerdan aquellos tiempos de temprana pandemia en que las cajeras de supermercado eran reconocidas como heroínas? Pues no, no les han subido el sueldo —o solo a quienes lo exigieron mediante un conflicto colectivo—, ni tampoco al personal de limpieza de los hospitales.

Cantabria cerró el año con 31.500 desempleados: la nuestra ha sido la comunidad donde menos bajó el paro el pasado año, con una tasa del 11,52%, por lo que tenemos la octava tasa más elevada del país, tras una pírrica mejora, ya que hace un año éramos la quinta comunidad autónoma en el triste ranking. Un informe de UGT, basado en los últimos datos de la EPA, muestra, además, que en Cantabria el paro en la pandemia tiene rostro de mujer: en estos dos años, se han destruido 4.700 empleos de mujeres frente a un aumento de 2.300 en los empleos ocupados por varones.  

Pero, sobre todo, en una tierra que, con algo de imaginación y responsabilidad con el futuro podría poblarse de agricultoras y ganaderos, de expertas en tecnologías limpias e impulsores de negocios agroalimentarios respetuosos con el medio ambiente, de proyectos ecológicos y de investigación y desarrollo a la altura de las necesidades del momento… Vivimos, en cambio, la condena de ser pasto de la emigración o la hostelería, gracias a un mercado laboral marcado por la temporalidad y la precariedad y tan poco atractivo que la juventud huye de él en una especie de gran renuncia silenciosa. Veremos dónde van, finalmente, esos 188 millones en fondos europeos que dicen que destinarán a Sanidad, Educación y Servicios Sociales, vigilaremos en qué quedan.

Muchos serán los cambios que nos queden por ver, algunos de ellos, sin duda, en marcha ahora mismo, amadrinados por las múltiples posibles aleaciones entre tecnologías, políticas y pandemia. La peste negra y el maquinismo cambiaron el mundo hacia la segunda mitad del siglo XIV y propiciaron la llegada de la Modernidad; más nos vale prestar atención a los cambios por llegar y las inercias por quedarse en cada aspecto de nuestras vidas, cuidarnos de cada renuncia, grande y pequeña, y de cada aceptación. Nos jugamos nada más y nada menos que el devenir colectivo.  

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