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Reportaje

Jubilado y universitario: “Antes estudiabas para aprobar, ahora es un divertimento”

Carmen Fernández y Vicente Pérez, matrimonio que participa en las actividades de Unate frente al mural realizado por Paula Vallar Gárate, profesora del centro

Ainhoa Díez

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Cuando se abre el periodo de matriculación en junio de la Universidad Permanente de Cantabria (Unate), Carmen Fernández y Vicente Pérez acuden puntuales el primer día desde hace quince años. Aunque son socios y tienen prioridad en la matriculación, no quieren arriesgarse a quedarse sin plaza. “Siendo un poco cursi, podríamos decir que Unate nos informa, nos forma un poquito más y al mismo tiempo nos divierte”, resume Carmen.

No es una universidad al uso, en lugar de grados ofrece clases que agrupa en cuatro ámbitos: Salud y Bienestar, Aula de Idiomas, Humanidades y Ciencias Sociales, Arte y Recreación. Pero, si hay algo que la define, es que todos sus estudiantes tienen más de 50 años. La profesora o 'facilitadora', término con el que describen a los docentes dentro del centro, y responsable del Área de Humanidades de Unate, Teresa León, explica que para muchas personas se ha convertido en su plan para el momento de la jubilación.

Es el caso de Vicente Pérez, que empezó, junto a su mujer, cuando le llegó su prejubilación y, con ella, una mayor cantidad de tiempo libre. “Inicié con muchas prácticas: inglés, aerobic, baile y gimnasia. Poco a poco, fui soltando actividades porque me estaba acoplando en otras externas”, explica en conversación con elDiario.es. A día de hoy cursa únicamente 'Arte en la Actualidad', pero ha permanecido en Unate ininterrumpidamente. Carmen Fernández también participa en esta actividad que complementa con 'Inglés', impartida por un profesor de Gales. “Estoy encantadísima. De la puerta para dentro solo hablamos inglés. Y, oye, que lo entendemos ¿Será posible?”, cuenta entre risas.

Entre bromas y esa complicidad que solo puede adquirirse tras compartir muchos años juntos, el matrimonio relata conjuntamente su experiencia en las clases. Carmen ha sido profesora en educación especial y Vicente estudió el bachillerato en La Salle para acabar jubilándose en el sector de los seguros. Coinciden en que la motivación para estudiar es completamente distinta a la que tenían en esos años. Teresa León describe dos perfiles de alumno en la universidad: “Hay personas que vienen en mayor medida por satisfacer un deseo de conocimiento y otras que tienen como objetivo socializar más”, apunta.

Carmen Pérez se reconoce más en el primer grupo, aunque también estudia inglés para defenderse cuando viaja a otros países: “Sobre todo es para mis neuronas, para que estén activas”, reconoce. Tanto ella como su marido son conscientes de que no se trata solo de conocimiento o actividad, ya que, en palabras de Vicente, “es una terapia”. Al igual que ocurre en las universidades tradicionales, Unate se ha convertido en un espacio para conectar con gente que comparte sus mismos intereses. “Después del grupo salimos y tomamos unos vinos”, aseguran.

También con los profesores tienen una relación de “colegas”. La facilitadora Teresa León lo atribuye a la falta de obligación que hay en las actividades, y Carmen y Vicente lo corroboran: “Antes estudiabas para aprobar, ahora es un divertimento”. Y es que en Unate no hay calificaciones. “Se fomenta el aprendizaje a lo largo de ciclo vital, pero no tienen ningún tipo de sistema de evaluación. Lo que no existe es esa presión por alcanzar unos objetivos, cada alumno y cada alumna se plantean los suyos”, explica León.

Tendrá fallos, pero la verdad es que yo no acabo de ver uno.

Los propios facilitadores consideran las actividades como un extra. Muchos son docentes en centros educativos más formales y dan clase en Unate una hora a la semana. “Ves que incluso con problemas de agenda la gente intenta mantener las clases”, pone en valor Teresa León. Así, poco a poco van expandiendo su iniciativa a otros municipios de Cantabria. En el último curso, han ampliado su área de actividad de 13 a 25 municipios.

Asimismo, ha aumentado el número de alumnos y alumnas. Además de las 982 personas que están inscritas en Santander, hay 1.250 participantes en los demás centros de la región. Incluso durante el confinamiento las actividades de Unate se convirtieron en una vía de escape. “Nosotros estamos muy agradecidos. Tendrá fallos, pero la verdad es que yo no acabo de ver uno”, confiesa Carmen, que se define como un público muy exigente.

Forma parte del 84% de alumnado de la universidad, que se compone predominantemente por mujeres. Teresa León explica que es habitual que se trate de mujeres viudas en busca de combatir la soledad no deseada. Aunque Carmen Fernández y Vicente Pérez no la padecen, reconocen que la sociabilidad se va perdiendo cuando dejas de trabajar. Consideran que la cercanía de la organización ayuda a mantenerla, saben que hay personas a las que Unate “ha dado la vida” y que realizan donaciones más allá de la cuota de socio fruto del agradecimiento. Al final, opinan, “si la gente hace eso es por algo”. 

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