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Mitos y realidades de los perros policía: “Ni una vida agotadora ni una jubilación sin hogar”

Guías caninos de la Jefatura Superior de Policía de Cantabria.

Blanca Sáinz

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Comenzaron a entrar en las comisarías en los años 90 y pese a las labores de divulgación que realizan desde la Policía Nacional, los guías caninos o perros policía siguen estando rodeados de verdades a medias que los agentes resuelven cuando les preguntan por la calle. Sin embargo, conscientes de que la mayoría de las personas sigue sin conocer a fondo su mundo, se muestran encantados de que los ciudadanos conozcan el día a día de su trabajo y del de sus compañeros de cuatro patas.

“Nos preguntan de todo: hasta si entrenamos a los perros para que busquen droga dejándolos con síndrome de abstinencia”, revela Jesús Cotera, jefe de la Unidad Especial de Guías Caninos de la Jefatura Superior de Policía de Cantabria. Él, junto al oficial de policía Diego A., recibe a este periódico en las instalaciones que comparten con los canes para ir enseñando y explicando cómo funciona su trabajo.

“Este es el mejor trabajo del mundo”, comienza a relatar Diego, que reconoce que siempre quiso estar en esta unidad por la pasión que siente hacia los animales. Por su parte, Jesús tuvo un encuentro más casual con su profesión y fue a raíz de su trabajo en estupefacientes en San Sebastián cuando empezó a verlo como una posibilidad: “Contábamos con los perros para hacer los registros y me fue llamando más y más la atención hasta que tomé la decisión de prepararme el examen”, explica.

Y es que los agentes aclaran que todo el que entra en la unidad canina es por voluntad, por lo que son policías a los que les gustan mucho los animales: “Aquí no se entra porque lo pidas. Es un concurso específico con un proceso selectivo en el que hay que pasar pruebas, realizar un examen teórico, hacer una entrevista y un perfil psicológico y superar un curso de cuatro meses... Tiene que gustarte sí o sí”, sentencian ambos agentes.

El equipo cántabro está formado por seis policías: Jesús como jefe de la unidad, Diego como oficial y otros cuatro compañeros. En el otro lado, nueve perros les acompañan para realizar esa parte del trabajo a la que los profesionales no pueden llegar. Los canes, que siempre van en pareja, se dedican principalmente a buscar drogas, explosivos, armas y dinero: “Ellos trabajan cuando les pones a trabajar y el resto del tiempo son perros como los que tienes tú en tu casa. Y su forma de trabajo es por recompensas. Así, saben que si encuentran el explosivo van a tener un rodillo para jugar o una salchicha, y por eso son los primeros interesados en encontrarlo”, cuenta Jesús sonriendo.

Pero, ¿cómo aprenden los animales a buscar? Pues a través del adiestramiento que realizan con ellos los propios policías con los que trabajarán más adelante. Este dura en torno a un año y tiene una serie de pasos que comienzan por lo principal: que les envíen a un can con ciertas cualidades como buen olfato, que le guste jugar, que mantenga la búsqueda sin cansarse o que no tenga miedos.

Posteriormente, Diego y Jesús son los encargados de establecer el vínculo entre perro y policía, algo que califican de “muy, muy importante” ya que ambos trabajarán juntos y deben confiar. Más tarde arranca el adiestramiento como tal para enseñarles esa relación entre el objeto a encontrar y el premio que recibirán después.

Ahí se trabaja con sustancias -judicializadas y que deben devolver tras un año de uso- u objetos reales y siempre metidos en bolsas para que no puedan tocarlo y se les enseña la señalización, es decir, la parte en la que aprenden a sentarse sin hacer ruido para señalar que hay un explosivo, o en la que se quedan parados con el hocico en el sitio en el que hay droga.

Y al final, después de todo el trabajo, llega el momento de ver cómo funciona el animal: “Nos hemos dado cuenta de que van mejorando con el tiempo. Todos cumplen el mismo patrón y al cumplir años se van estabilizando, nos vamos conociendo mejor, estamos más a gusto y va afinando cada vez más el olfato”, revelan.

Horas de trabajo y jubilación

No obstante, la amenaza de la jubilación siempre está detrás de los animales y en cuanto rondan los 7 u 8 años, los agentes saben que llega el momento de despedirse. Una realidad poco conocida es que, normalmente, se quedan con los perros que les han acompañado: “Estamos aquí porque nos gustan los animales y, claro, cuando te encariñas te los quieres quedar para disfrutarles también en esa vida tranquila”, indica Diego.

Algo que también se encargan de desmentir habitualmente es dónde van esos animales cuando terminan de trabajar y, lejos de los rumores que dicen que el Estado no se hace cargo de ellos, el proceso es siempre el mismo y coincide con el caso de los perros de la ONCE: si ninguno de sus cuidadores puede o quiere quedarse con él, pasa directamente a una asociación encargada expresamente de buscarles hogar. “Hay mucha lista de espera para tener un perro policía y la hay porque desde la asociación hacen entrevistas, van a visitar a las familias y les hacen un seguimiento anual para ver que todo va bien... Al final, son perros que buscan droga, armas y dinero y no pueden caer en manos de cualquiera”, advierte Jesús.

Al mismo tiempo, Diego añade que en caso de que costase encontrar una familia, el perro se quedaría en las instalaciones en las que vive en la comisaría, un lugar donde, por cierto, disponen de 'habitaciones' individuales que limpian dos veces al día. Además, en ese espacio también disponen de varias salas como la de baño o la veterinaria, y los animales salen a pasear dos veces al día además de realizar sus entrenamientos. “Es que la gente no tiene ni idea de lo que llegamos a encariñarnos... Llegamos de vacaciones y venimos a verles porque les echamos de menos”, apostilla Diego.

Y otra de las cuestiones que más trasladan al Cuerpo es cómo de largas son las jornadas de los animales y lo cierto es que tienen una vida bastante tranquila: “Por la mañana suelen tener alguna requisa preventiva y ahora en verano hacemos aquí (en las instalaciones) las prácticas con ellos para que no pasen mucho calor. Pero no nos parece necesario tener a un perro dando vueltas todo el día... En caso de que haya algún registro también estamos pendientes de dejarles descansar porque aunque puedan buscar durante mucho tiempo, creemos que más de dos horas ya es demasiado. Así que si algo es muy grande llevamos a más perros y les vamos turnando”, exponen con detalle ambos agentes.

Por tanto, entre algún ladrido que otro y movimientos de cola para reclamar atención, estos perros observan a sus compañeros de trabajo mientras esperan, como cualquier perro, que les llegue la hora de comer o de salir. “Creo que la gente encontrar sacar las diferencias entre estos perros y los de casa y no son tan diferentes, lo que pasa es que estos son una especie de deportistas que tienen sus entrenamientos, su alimentación especial y su mantenimiento psicológico. Pero nada más. Mírales que felices”, concluyen sus compañeros policías.

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