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Fin pandémico y zombis sociales

Juan Parra - Politólogo, experto en desarrollo de la innovación y el talento rural y director de proyectos en la Asociación Adhara

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La mayoría de la sociedad desea que llegue el fin pandémico pero “que ¡llegue ya! y ¡las cosas vuelvan a ser como antes! Son ”Zombis Sociales“. Estas personas viven una realidad ilusoria que no existe. No conocemos la fecha del fin y no es posible volver atrás. Está claro que, acostumbrados a darle al ratón para comprar un televisor y tenerlo al día siguiente en casa (con la posibilidad de devolverlo si no gusta), una pandemia se hace larga.

Como comunidad de convivencia global, las múltiples crisis solapadas de la COVID-19 han mostrado lo poco diestros que somos a la hora de pensar, sentir y actuar de manera crítica. También se ha dejado ver la incapacidad que tenemos para adaptarnos e interpretar el tiempo que nos ha tocado vivir. Éramos contingentes y nos creímos intocables, únicos, gigantes y “Prometeos”. Flahault en su obra ‘El crepúsculo de Prometeo. Contribución de una historia de la desmesura humana’ (2013) desarrolla de manera amplia estos planteamientos aquí apuntados brevemente.

En este contexto convulso no se percibe por lo general ni una mínima intención de la ciudadanía por hacer un esfuerzo cabal de entendimiento de lo que sucede (ya pasaba antes de la pandemia y la misma no nos ha cambiado). Tampoco como individuos sociales queremos mirar hacia adelante (con proyección) para dibujar cuadros posibles que nos ayuden a planificar hoy de diferente manera, y abordar con éxito el mañana. De esta forma absurda, nuestro presente se desvincula de nuestro futuro. Así, se rompe abruptamente la línea natural del tiempo que construye el día a día de las personas.

Puede parecer que estas afirmaciones son agoreras, pero como científico social creo que es dar sentido a los hechos que nos rodean. Es invitar a estar vivo y no estar muerto en vida (como reza el dicho popular manchego).

El fin de la pandemia que la población desea es una demanda simplista para un escenario demasiado complejo: “¡que alguien nos dé entendido y solucionado de forma rápida el problema!” y “¡que podamos darles puerta con un clic a las explicaciones y soluciones si no nos gustan!” Y, sorpresa, de pronto nuestro mayor anhelo de libertad se ha transfigurado en el grito de: “¡poder tomar unas cañas!”

Afirmo así que: hay muchos muertos vivientes paseando por nuestras calles y reposando en las barras de bar. Las crisis solapadas no van a pasar, así sin más; ni rápido, ni de forma indolora.

Primeras, segundas, terceras, cuartas, quintas, sextas olas por la COVID-19 no han generado la suficiente conciencia e impacto social sobre lo que significa una pandemia (en todos sus aspectos). Por tanto, algo estamos haciendo mal.

Una paradoja real a la que tenemos que enfrentarnos de forma colectiva y con responsabilidad individual

La pandemia y sus efectos (sanitarios, económicos, políticos, etc.) seguirán estando ahí mientras no se aporten soluciones a nivel planeta. Es así de sencillo y así de enrevesado a la vez. Una más de las paradojas de nuestro tiempo. Una paradoja real a la que tenemos que enfrentarnos de forma colectiva y con responsabilidad individual. No olvidemos que ser libres, no es ir de bares. Ser libres es ser responsables (lo plantearon así los clásicos del liberalismo).

Por lo tanto, si la reflexión que se repite día tras día por los especialistas en la materia “la pandemia y sus crisis asociadas no acabarán hasta que no acabe en todo el planeta”, es impermeable en la población, todos y todas somos responsables.

Quizás y solo quizás, a las explicaciones biológicas, médicas, epidemiológicas y del big data sobre dicho fenómeno pandémico (que provienen de las ciencias puras y duras), le hace falta algún brebaje analítico más para acabar con esta pesadilla.

Creo sinceramente que las ciencias “impuras” y blandas, como la sociología y la ciencia política (entre otras) deben tener voz en este momento.

El impacto de la pandemia

Me atrevo a decir, querido/a lector/a que si se ha identificado claramente cómo el virus originario de la COVID-19 y sus mutaciones se contagian a velocidades supersónicas por “contacto social” y tiene un efecto de interconexión entre diferentes ámbitos de la vida, debemos conocer esa sociedad en la que se produce el roce y las interdependencias. Sin esas claves, llegar al final va a ser un infierno para mucha gente.

Saber cómo impacta la pandemia y sus derivaciones en una sociedad caracterizada por la volatilidad, los cambios constantes y rápidos, la ambigüedad, la incertidumbre, el consumismo, la inmediatez y el individualismo, en la forma de pensar, hacer y ser de las personas, es clave para salir del laberinto en el que estamos metidos.

El “viejo” Bauman al definir su modernidad líquida dejo un tesoro intelectual y de experiencia práctica a la vista de todos y todas. En las explicaciones sobre la sociedad postmoderna están encriptadas las soluciones al acontecimiento improbable que nos ha tocado vivir: uno de nuestros Cisnes Negros (sobre los que tanto escribió Nassim N. Taleb).

Tenemos la obligación, así, de apostar por el conocimiento social participado, por operar en comunidades amplias e internacionales. O somos solidarios a nivel mundial o no hay nada que hacer.

Tenemos que desarrollar toda nuestra inteligencia emocional para ayudar a los demás. La solución está en nuestras manos. Eso sí, no podemos pensar y actuar como sujetos sociales aislados, ni siquiera a nivel de Estado. Tenemos que creernos lo que somos: sujetos sociales globales. Quien no se sienta como tal, permítanme la osadía al decirlo de nuevo es: un “Zombi Social”.

Pandemia y globalidad van de la mano. Si no entendemos, integramos y procedemos en base a este binomio, desde una perspectiva holística, mi apuesta es clara: habrá más dolor y muerte.

Dejemos un espacio en el debate científico y en el debate público, tanto en términos interpretativos como de acción, a las ciencias sociales. Seamos capaces y seamos sensatos. A veces hace falta: sabiduría blanda para tiempos duros.

La mayoría de la sociedad desea que llegue el fin pandémico pero “que ¡llegue ya! y ¡las cosas vuelvan a ser como antes! Son ”Zombis Sociales“. Estas personas viven una realidad ilusoria que no existe. No conocemos la fecha del fin y no es posible volver atrás. Está claro que, acostumbrados a darle al ratón para comprar un televisor y tenerlo al día siguiente en casa (con la posibilidad de devolverlo si no gusta), una pandemia se hace larga.

Como comunidad de convivencia global, las múltiples crisis solapadas de la COVID-19 han mostrado lo poco diestros que somos a la hora de pensar, sentir y actuar de manera crítica. También se ha dejado ver la incapacidad que tenemos para adaptarnos e interpretar el tiempo que nos ha tocado vivir. Éramos contingentes y nos creímos intocables, únicos, gigantes y “Prometeos”. Flahault en su obra ‘El crepúsculo de Prometeo. Contribución de una historia de la desmesura humana’ (2013) desarrolla de manera amplia estos planteamientos aquí apuntados brevemente.