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Sobre este blog

Este blog es un espacio de colaboración entre elDiario.es de Castilla-La Mancha (elDiarioclm.es) y el Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha para abordar diversas cuestiones sociales desde la reflexión, el entendimiento y el análisis.

El trato a las personas con discapacidad a lo largo de la historia

Fotograma del Diagnóstico de Violencia de género y mujeres con discapacidad del ICI.

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Me gustaría empezar haciendo una reflexión: en Sociología decimos que todos los hechos sociales son observables y por tanto susceptibles de estudio. Y que, para estudiarlos, hay que tener siempre en cuenta su contexto sociohistórico. Por eso, considero que es importante entender cómo ha sido tratada la discapacidad a lo largo de la historia, para poder entender a su vez, cómo han sido (y son en muchos casos) tratadas las personas con discapacidad.

Centrándonos en la discapacidad, podemos hacer referencia a tres modelos teóricos que se corresponden precisamente con tres contextos sociohistóricos: el modelo de la prescindencia, propio de la Antigüedad y la Edad Media; el modelo médico o rehabilitador, característico de la primera mitad del siglo XX; y el modelo social de la discapacidad que aparece en la década de los sesenta también del siglo XX. Se trata de tres modelos que explicarían el tratamiento social a las personas con discapacidad y que en la actualidad coexisten en mayor o menor medida.

El modelo de la prescindencia característico de la Antigüedad y la Edad Media consideraba que las personas con discapacidad no eran dignas de vivir, bien porque se consideraba que habían recibido un castigo de los dioses, o bien porque no tenían nada que aportar a la comunidad.

En este modelo destacan a su vez dos submodelos: el eugenésico, que consideraba que un niño o niña con discapacidad era el resultado de un pecado cometido por los padres en el caso de Grecia; o una advertencia de que la alianza con los dioses se encontraba rota en el caso de Roma. Los griegos crearon el término 'estigma' para referirse a signos corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de quien los presentaba.

A todo esto se le suma la importancia de la estética y el culto al cuerpo en el mundo clásico, cuyos héroes buscaban parecerse a los dioses, si bien existen un par de casos de la mitología que aparecen con discapacidad. Es el caso de Hefeso, que tenía una discapacidad física, ya que nació con cojera y el mito dice que se le tiró al mar para ocultarlo. También el caso de Tiresias, adivino con ceguera de la ciudad de Tebas.

Además, en el mundo antiguo, las personas con discapacidad que sobrevivían eran objeto de burla y entretenimiento.

De la prescindencia a la marginación

Esto en el caso de las personas que nacían con una discapacidad, entendiendo que la discapacidad tenía su origen en causas religiosas. Sin embargo, para las personas que adquirían una discapacidad en la etapa adulta el trato era diferente. De hecho, los soldados que quedaban heridos de guerra cobraban pensiones y participaban del reparto del botín.

El segundo submodelo de la prescindencia es el de la marginación. El cristianismo condena el infaticidio, motivo por el cual, a partir de entonces, los niños y las niñas con discapacidad, que eran abandonados por sus padres, eran cuidados en asilos y hospitales. En la edad Media, las personas con discapacidad eran incluidas dentro del grupo de los pobres y los marginados, siendo la característica principal la exclusión, bien por subestimarlos y considerarlos objeto de compasión, bien por temor y rechazo al considerarlos objeto de maleficios y advertencia de un peligro inminente.

En esta etapa, mientras que en los primeros siglos cristianos las personas con discapacidad cumplían un rol en la comunidad, ser mendigos para que los ricos pudieran dar limosnas y así alcanzar la salvación, además de constituir la atmósfera perfecta para que la Iglesia hiciera milagros, hacia la Baja Edad Media, consecuencia de la peste negra, se asocia a las personas con discapacidad con pobreza y contagio, convirtiendo la marginación que viven en una verdadera exclusión.

El segundo modelo, el médico o rehabilitador, propio de la primera mitad del siglo XX, surge a raíz de la Primera Guerra Mundial. Los soldados mutilados y el auge de las leyes laborales modifican la forma de entender la discapacidad. Así, los impedimentos físicos y mentales dejaron de ser considerados castigos divinos y comenzaron a entenderse como enfermedades que podían recibir tratamientos, por lo que las personas aquejadas de alguna dolencia no necesitaban ser marginadas de la sociedad ya que podían tener algo que aportar a la comunidad, eso sí, solamente en el caso de ser rehabilitadas. Comienza entonces una actitud paternalista y caritativa y un enfoque de la discapacidad hacia las deficiencias.

Un lenguaje “descalificador”

Un tercer modelo, el modelo social de la discapacidad, emerge durante la segunda mitad del siglo XX. En los años 70 se pasa de hablar de asistencia a hablar de derechos. Pero, fíjense, este avance en derechos viene de la mano de la “Declaración de los Derechos del Retrasado Mental”, en 1971 y de la “Declaración de los Derechos de los Impedidos” en 1975. Como pueden observar el lenguaje era bastante descalificador. El modelo social de la discapacidad traslada el foco de lo individual a lo social, en lugar de entender la discapacidad como una carencia de la persona que se debe remediar en pro de la inserción, se pasa a mirar las deficiencias como un producto social, resultado de las interacciones entre un individuo y un entorno no concebido para él.

Las causas que originan la discapacidad no serían ni religiosas ni científicas sino sociales. Y las personas con discapacidad aportarían a la comunidad al menos lo mismo que cualquier otra persona sin discapacidad, entendiendo que las limitaciones vendrían por lo tanto de la sociedad que no es capaz de prestar los servicios apropiados para garantizar sus necesidades.

Hay que destacar finalmente la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad que se firma en 2006 y España ratifica en 2008, que asume el enfoque de derechos, que sitúa al individuo en el centro de todas las decisiones que le afecten y ubica el centro del problema fuera de la persona, en la sociedad. Se reconoce así que las personas con discapacidad son sujetos de derecho, con derechos, y que el Estado y otras entidades tienen responsabilidades para garantizar su ciudadanía plena, obligando a los Estados parte a integrarlo en sus políticas públicas. En España, por ejemplo, tenemos la Estrategia Española sobre Discapacidad 2022-2030 para el acceso, goce y disfrute de los Derechos Humanos de las Personas con Discapacidad.

Sin embargo, el modelo social, aun siendo el más cercano a nuestro contexto sociohistórico y el más inclusivo, parece quedarse en lo teórico ya que para que esto fuera así la sociedad debería estar realmente preparada para la inclusión social de las personas con discapacidad y los datos que manejamos no dicen lo mismo.

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