Hablan los rastreadores: desde no “dar abasto” hasta llamar para comprobar el aislamiento “y están pasando la ITV”

427 son los profesionales de rastreo con los que cuenta Castilla-La Mancha desde el mes de mayo, cuando un pequeño ejército de enfermeras y enfermeros se pusieron en marcha en toda la región para hacer frente a la posibilidad de nuevos casos. La estrategia de “seguimiento y control” de los casos de pacientes con COVID-19 se puso en manos de las Enfermeras Investigadoras de Casos desde Atención Primaria, por la cercanía ciudadano a este tipo de recursos sanitarios. Los profesionales se dividen en 86 en Albacete, 108 en Ciudad Real, 32 en Cuenca, 52 en Guadalajara y 149 en Toledo.

Más de tres meses han pasado desde que se implantó este sistema de seguimiento de los casos, que incluye complejos procesos administrativos que no siempre se pueden llevar a cabo. Con el incremento del número de positivos que se ha registrado en las últimas semanas, Álvaro (nombre ficticio), rastreador en Toledo capital, explica que ya es casi imposible finalizar todas las tareas del proceso. “Antes dábamos abasto, ahora ya no. Hace unas dos semanas que es imposible, han aparecido muchísimos positivos. Es casi imposible llamar y aislar a todo el que lo necesita, y ya no hablemos de llamar a todos los contactos”. Eso, cuando cuentan con la voluntad de los pacientes para que les den efectivamente los números de teléfono y nombres de las personas con las que han estado en contacto.

El número de PCR que deben hacer de manera diaria se ha prácticamente duplicado en las últimas semanas, lo que es bueno porque permite detectar los contactos. Pero malo, porque el número de rastreadores no se ha duplicado. “Estamos dejando mucho trabajo por hacer, antes se podía hacer todo perfecto, el seguimiento, llamar a la gente, pero el trabajo administrativo es mucho y no llegamos”, recalca. Lo mismo señala Laura, nombre ficticio, que trabaja haciendo rastreo en un centro de salud en una comarca de la provincia de Toledo. No sólo hace rastreo, también es encarga de cubrir consultas, con una jornada que no es suficiente. “Domicilios, urgencias y lo que salga, además del rastreo”, afirma.

Y, aunque el rastreo es lo que tiene prioridad en su trabajo, tampoco se pueden omitir el resto de sus obligaciones. “Muchas cosas se quedan hacer, sobre todo lo que es administrativo”, asegura. Eso sí, los pacientes de su zona, que incluye más de tres pueblos, no se han mostrado reticentes a facilitar la información necesaria, pero que si ocurre, se llama al Servicio de Epidemiología para que se pueda dar notificación a la Guardia Civil, o lo que sea necesario.

Es la única enfermera rastreadora de la zona. “Creo que deberían quitarme las labores de cubrir vacaciones y poner otra persona sustituta. Cuando no hay mucho jaleo ayudo todo lo que puedo, pero otra cosa es que me den una consulta en otro pueblo. He tenido que hacer 4 PCR, luego ir a otro pueblo a sacar analíticas y hacer toda la consulta. La situación es bastante horrible, porque muchas veces te vas con la sensación de que dejas las cosas a medias y no puedes atender a los pacientes bien por falta de tiempo, o estás pensando que espero que se vayan rápido, porque todavía tengo el rastreo pendiente. Mis compañeras están pendientes, pero no deberían ser ellas las que estén ayudando”, recalca.

Álvaro explica que por cada positivo hay que hacer, mínimo, el seguimiento a unas 10 personas. “Mucha gente ya está aislada, pero si son asintomáticos te pueden llegar a decir que han estado con 20 personas. No llegamos a tanto”, asegura. Y esto incluso cuando en su centro de salud “no son los que están peor”. “Nos está faltando tiempo, desde luego, pero conocemos casos mucho peores, nosotros necesitaríamos tener el doble de plantilla de rastreadores en el área de Toledo”. Él calcula que la ratio, que “en teoría debería ser de 4.000 habitantes” por rastreador, en Toledo llegaría a unos 10.000 habitantes, “por lo menos”. “Hay zonas que llega incluso a 15.000 habitantes”, advierte. “Al final vas priorizando, porque lo principal es encontrar a la gente, positivos y sus contactos, y en general ya casi no podemos ni llamarlos hasta el fin de su aislamiento”, señala.

“Vemos que es común que no se siga el aislamiento”

El profesional también lamenta que es algo “común” que la gente no siga realmente el aislamiento. “Mucha gente dice que sí y no respeta el aislamiento. Y otras veces, hay quienes nos han dicho abiertamente que no pensaba respetar el aislamiento ni dar tampoco sus contactos y cuestionan también nuestra calidad de autoridad sanitaria. No es lo más habitual, pero sí es habitual que no respeten el aislamiento”. Según sus cálculos, más de la mitad de la gente que se debe aislar se queda en casa, pero la mayoría no respeta su aislamiento como debe hacerlo. “Les pillas con cosas tontísimas, como que se fueron a pasar la ITV cuando tenían que hacerse la PCR”.

Carmen (nombre ficticio) es rastreadora en un pueblo de Ciudad Real. Su experiencia no difiere mucho de sus colegas toledanos, especialmente en el aumento tan grande que están viendo en el número de PCR. “En fin de semana, no solíamos hacer PCR pero el fin de semana pasado se hicieron unas 92”, explica. De hecho, señala que como el número de casos va subiendo, y están pidiendo muchas pruebas, por lo que están decidiendo cuándo será necesario hacer pruebas para evitar un posible colapso. Cerca de su centro de salud, en Alcázar de San Juan, ya han pedido refuerzos porque están “desbordados”. “Vemos en Alcázar o en Herencia, como es el nivel de desborde, pero nosotros tenemos menos casos”.

“La gente no se lo está tomando en serio”, afirma. También le pasa que ella llama para hacer el seguimiento, y oye a los pacientes estar en la calle, comprando o trabajando. “Pero si te he dicho que tienes que estar en aislamiento.... Pues no, ellos no. Esto nos está pasando con temporeros, porque nos dicen que no pueden estar en casa, porque viven de ello. Pero claro, no se lo están tomando lo en serio que deberían”. lamenta. Entre los casos aislados cuenta quien no quiso hacerse la prueba por motivos religiosos, o una familia con un niño que dio positivo en la que tuvo que intervenir la Policía para que siguiesen el aislamiento. “Vino uno de ellos a pedir la pastilla para curarse, es decir, no entendían lo que ocurrían. Pero son casos puntuales”, afirma.

Luis (nombre ficticio) hace su trabajo de rastreador en un pueblo grande de la provincia de Cuenca. “Sí es verdad que notamos que va a haber más casos de un momento a otro. Si no explota en un sitio, lo explotará en el otro. Pero no es lo mismo en un pueblo pequeño, que en las ciudades más grandes”, asegura. Además, recalca que el trabajo del personal rastreador no es hacer las PCR, sino los estudios de contacto y registrar los casos en el programa, algo que es “mucho trabajo burocrático”, que necesita de apoyo por parte del equipo de Atención Primaria. “Aquí, sólo dos perosnas han puesto pegas para hacer su confinamiento. Pero el pueblo no es muy grande y nos enteramos cuando la gente no respeta su aislamiento, incluso los vecinos que saben que soy rastreador”.