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Con el avance del tiempo, pasando de un mes a otro, de un año a otro hasta llegar a siglos, la vida ha cambiado tanto para bien como en algunos aspectos para mal. Por esa razón hoy día disfrutamos de comodidades que hace cien años tal vez algunos soñaban, pero pocos creían posible.
Hoy contamos con aplicaciones para todo y para controlarlo casi todo. Queremos saber la última conexión de los que tenemos alrededor, si han leído nuestro mensaje y si es así ¿Por qué no ha contestado todavía? Queremos una aplicación para saber las calorías que hemos quemado, otra para que nos diga a que hora exactamente va a comenzar a llover y otra que nos ayude a tomar una decisión u otra. Queremos controlar cada aspecto de nuestra vida y nos frustramos si no lo conseguimos.
La mala utilización de la tecnología y el constante abuso de ella hace que estemos perdiendo parte de nuestra atención personal hacia el otro. En algunas ocasiones observamos la realidad a través de una pantalla en vez de con nuestros propios ojos.
Somos seres sociales, vivimos en sociedad, con todo lo que ello implica para, si no lograr, intentar conseguir la convivencia de todos en cierta armonía. Ahora bien ¿Cuál es el problema?, bajo mi punto de vista, y después de llevar trabajando mas de 15 años con personas, hemos olvidado una parte importante de nuestra condición humana. Nuestros valores mas fundamentales han ido cambiando y en vez de sacarles el máximo partido aumentado nuestras potencialidades, hemos optado por seguir el camino mas cómodo, sencillo y fácil “vivir por y para nosotros mismos, sin tener en cuenta al otro”, (por suerte no es algo generalizado)
Hoy en día mas que nunca es preciso ayudarnos unos a otros, cooperar conjuntamente por el bien común y sin embargo…
Un cambio de actitud quizá no sea fácil, pero si necesario. Un buen comienzo podría ser el retomar aquellos valores que nos hacen diferentes, la cooperación, la escucha activa, ¡la empatía, la solidaridad, el altruismo, la humildad, la sencillez… sería el único antídoto ante la “deshumanización”. Debemos aprender a aceptarnos con nuestras diferencias, tratarlas como algo que nos enseña a ver el mundo con otros ojos, desde una perspectiva distinta que tal vez nunca nos habíamos llegado a plantear. Necesitamos respetarnos, querernos y escucharnos de la misma manera que necesitamos ser respetados y escuchados por lo demás.
Mejorar como persona y como sociedad es imposible si ni siquiera nos conocemos bien a nosotros mismo, todo trabajo por mejorar junto a los demás será complicado. El primer camino es aceptarse. De acuerdo con Elsa Punset, esto supone indagar en nosotros, destripar nuestros impulsos y entender nuestra ira, dolor… así podremos convivir armoniosamente y plenamente con nuestras emociones y con las de los demás. Siguiendo con la obra de Punset, tómanos su definición de empatía, “Empatía es la base de la convivencia, es la habilidad de reconocer y de sentir lo que otra persona siente. Es la clave para sentar las relaciones con los demás”. Ervin Staub afirma que, “si no sentimos al otro, sino empatizamos, sino conectamos con sus preocupaciones y sus emociones, difícilmente podremos desarrollar una relación satisfactoria”.
Las personas poseemos distintas capacidades para aprender y asimilar; por ello respetar a los demás implica también el respeto a su particular ritmo de asimilación y crecimiento. Elie Wiesel nos dice que “la indiferencia puede ser tentadora, es mucho más fácil alejar la mirada, evitar interrupciones en nuestros sueños. Resulta incómodo y molesto estar implicado en el dolor y la desesperanza de otro ser humano.”
Somos la especie mas evolucionada, pero ¿de verdad la mas inteligente?, no es sencillo vivir plenamente en la sociedad actual, encontrar el equilibrio perfecto entre formar parte de un conjunto, y no perdernos a nosotros mismos por el camino.
¿Qué nos falta por ver?, ¿Hasta dónde vamos a llegar?