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Ahormadas, como, por fortuna, siempre, a partir de su desacomplejado e irreverente típico descaro creativo, las algo más de cuarenta obras, entre pinturas y pequeñas esculturas, de Antonio Mancheño, “El Manchas”, que con su vivaz panoplia de historias pueblan y animan los espectaculares espacios reservados por la Fundación Antonio Pérez de Cuenca para sus exposiciones temporales en una muestra que viene a cerrarse con la video-animación creada específicamente por el artista para ese final y que, junto a algunas de las obras de mayor formato pueden verse en la otrora capilla del antiguo edificio conventual donde tiene su sede la institución, vuelven a poner de manifiesto, una vez más, la singularidad y la potencia expresivo-narrativa del peculiar y personal hacer de uno de los mejores exponentes del -recurriendo, mil perdones, al falaz pero tan funcional atajo de las clasificaciones encasilladoras- pop pictórico español contemporáneo.
Un pop, eso sí, transverberado de un nada solapado humor irónico y de un desinhibido sentido lúdico que bebe asimismo, y no lo oculta, del mejor cómic, que despliega ante nuestra regocijada mirada -y, en un paso más, reta asimismo a la vez a nuestra complicidad y a nuestra inteligencia como contempladores- un burbujeante puñado de guiños narrativos a modo y manera del más chispeante a la par vital y crítico 'storyboard' de nuestra por tantos motivos desquiciante y desasosegante cotidianeidad, por más que para ello -juego sobre juego, o quizá no tanto- salpique sus realizaciones de antropoides, rinocerontes o crustáceos en convivencial coprotagonismo, en tantas de sus realizaciones, con esos sus también tan característicos ejemplares humanos atrapados entre la acción, la perplejidad y quizá asimismo un tímido intento de preservarse, conformando lo que en la hoja de sala de la exposición Eduardo Soto describe como “jeroglíficos irónicos que transmiten inmediatamente ganas de sonreír y cierto desasosiego teatral” y que de alguna manera nos interrogan, y cómo, desde el aparente surrealismo de sus propuestas, sobre nuestros propios ser y estar de cada día, sea desde sus cuadros o desde esas pequeñas esculturillas como de hornacina a mi juicio tocadas de un cierto, permítanme el palabro, valdeslealismo temático, que no evidentemente tonal, que igualmente asomaría cabeza, aquí y allá, como de soslayo y tapadillo, en alguna de sus realizaciones pictóricas.
Nacido en Cuenca en 1963 y dominador desde muy joven de una excepcional maestría dibujística, “El Manchas” ha ido conformando una espléndida trayectoria tanto en el campo estrictamente pictórico como en los de la serigrafía o de la propia imagen animada, con una rica y numerosa producción buena parte de la cual ha ido hallando precisamente acomodo, aparte de en numerosas colecciones privadas, en los mismos fondos expositivos de la propia Fundación Antonio Pérez, tanto en esa su sede principal de la capital conquense donde ahora exhibe estas sus últimas obras, como en la ubicada en la población manchega de San Clemente; una producción fruto de un hacer de una especial valía puesta también una y otra vez de manifiesto en sus numerosas presencias expositivas, en mantenido desarrollo de un universo creativo absoluta y radicalmente personal que lo separa y diferencia claramente del resto de los practicantes del pop hispano.
Un universo en el que sus personajes humanos -que a veces parecen inmovilizados en la sorpresa del repentino flash con el que el artista les habría capturado- se desenvuelven, utilizando las palabras de Jorge Monedero, en el espacio-tiempo de una “realidad con la que interacciona ajeno a los parámetros convencionales” y en la que desarrollan su estar, viviendo “en la contradicción perenne de una presencia física potente al mismo tiempo que sufren el subconsciente deseo de la autoprotección deidentidad”. Un universo plasmado secuencialmente en unos cuadros-viñetas en los que el sabio juego de la línea y el siempre acertado uso de los colores planos junto a, en muchas ocasiones, la utilización también de elementos verbales, juegan a la par con la óptica y con la mente de quien desde su propia experiencia convivencial las contempla y reinterpreta. La muestra, inaugurada este diciembre en la institución conquense, permanecerá abierta hasta el 20 de marzo del entrante 2022.
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