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Juana I de Castilla, la reina toledana que ni estaba loca ni tuvo un marido tan 'hermoso'

La demencia de Juana de Castilla, de Lorenzo Vallés (1866)

Carmen Bachiller

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Juana I de Castilla fue la reina más famosa de España junto a su madre Isabel La Católica. La mayoría ha oído hablar de ella con el despectivo apodo de ‘La Loca’ pero… ¿Es cierto?

Un nuevo libro de la historiadora María Lara (Guadalajara, 1981) desmonta mitos sobre la mujer destinada gobernar y que nunca pudo hacerlo, atrapada en un triángulo asfixiante entre su padre Fernando El Católico, su marido Felipe El Hermoso y su hijo Carlos V. “Fue tratada como una marioneta”, afirma la historiadora, pero no, no estaba loca. “No hay ninguna prueba de eso que yo no haya desmentido con argumentos. Ha sido un reto apasionante contradecir la historia oficial. Todas las piezas fueron casando”.

El título del libro ya es toda una declaración de lo que el lector encontrará entre sus páginas. ‘Juana I. La reina cuerda’ (Almuzara, 2023) no es una novela, sino un ensayo basado en evidencias científicas que la autora ha recopilado buceando entre documentos en España, Polonia, Suecia o Cerdeña.

Confiesa que a medida que avanzó su trabajo de campo, lo que en principio quería ser una biografía se convirtió en algo más. La documentación cambió su idea original sobre el personaje -llegó a escribir hasta 15 versiones- porque encontró “muchos argumentos que revelan que ha sido la mujer más maltratada de la Historia”. Su objetivo entonces fue la “reparación”. Ha sido, dice, “fiel a la Historia” pero también hay mucha “empatía” en las páginas de libro.

‘La reina cuerda’ nació en Toledo en 1479. Al menos es la versión más aceptada entre los especialistas. “Hay fuentes que sitúan su nacimiento en el castillo de Cifuentes, en Guadalajara. Es curioso porque en ambos casos la iglesia donde se dice que fue bautizada tienen la advocación de San Salvador. Es difícil documentarlo y hay muchos ingredientes para la duda porque no se conserva su partida de nacimiento. Barajo tres versiones en el libro”. Hoy la pila en la que se cuenta que fue bautizada se conserva en el Museo de Santa Cruz de Toledo.

Fue el tercer parto para su madre Isabel, cuya Corte era itinerante. Acababa de poner fin a la guerra civil castellana entre la monarca y su sobrina ‘Juana La Beltraneja’ con la firma del Tratado de Alcazobas que sellaba la paz con Portugal.

La reina Isabel ha pasado a la historia como un auténtico icono, independientemente de su condición de mujer. ¿Por qué no ocurrió lo mismo con su hija? María Lara cree que “la clave” - al margen de los diferentes caracteres entre ambas- está en que “Isabel se enfrentó a otra mujer, a su sobrina Juana, pero su hija tuvo que hacerlo con tres hombres y en aquella época esa lucha era muy asimétrica. Son hipótesis que desarrollo”. Nunca recibió el título de emperatriz que le correspondía.

“Y no digo que estuviera cuerda porque sí”, asegura esta doctora en Historia Moderna. “Hay varios argumentos: cuando en 1501 el obispo de Córdoba la visitó como embajador de Castilla en Flandes, ya estaba casada con Felipe, y la describe como mujer muy cuerda”.

María Lara pone otro ejemplo. “Cuando Juan de Padilla es ajusticiado en Toledo, durante la revuelta comunera, escribió una última carta a María Pacheco en la que le dijo que se mantuviera muy cuerda. Él sabía de la leyenda que ensombrecía la vida de la reina Juana. Poco antes se había entrevistado con ella en Tordesillas para pedir su adhesión a la causa comunera”.

Un marido no tan ‘hermoso’

Juana se casó con Felipe de Habsburgo en 1496. El apelativo de ‘El Hermoso’ se lo puso después el rey Luis XII de Francia. “He aquí un príncipe hermoso”, fue el primer saludo que le dispensó en lo que quizá fue una cortesía por la rivalidad entre los reinos.

María Lara le describe como “alto, robusto, con la piel clara, las mejillas sonrosadas, cabello rubio y ojos azules”, pero también apunta que tenía “muchas caries” y sustituyó muchas de sus piezas dentales por oro. “Una sonrisa extravagante que marcó tendencia entre los nobles de la época”, relata. También era un juerguista y por lo visto “caía bien”. Otra cosa era de puertas para adentro. Ahí perdía toda la ‘hermosura’. “Nadie pensaría que en la intimidad fuera tan posesivo, arrogándose el derecho de administrar la herencia de su esposa”.

La sucesiva muerte de sus hermanos mayores convirtió a Juana en heredera de la corona en el año 1500 que heredaría a la muerte de su madre en 1504. En realidad, nunca fue suya. “Tanto Fernando El Católico como Felipe El Hermoso eran muy ambiciosos. No querían ser ni el padre ni el marido de la reina o el rey consorte”. María Lara comenta que resulta curioso que ambos personajes, que nunca se llevaron bien ni se hablaban, “se pusieran de acuerdo en anular a Juana”.

La reina tuvo seis hijos. Todos llegaron a la edad adulta y se convirtieron en reyes y reinas. Otra rareza para una época en la que, recuerda María Lara, “había tanta mortalidad infantil”.

Su matrimonio empeoró cuando se convirtió en reina. Su marido trató por todos los medios de ser rey titular. El maltrato individual se convirtió después en maltrato colectivo que hoy sigue recibiendo

Fue la mujer mejor preparada del Renacimiento. Tras su llegada a Flandes fue considerada como “una princesa muy bien educada, capaz de hablar en latín con los obispos y también otros idiomas a pesar de no haber sido formada como futura reina. Su educación se había debido a la importancia que Isabel La Católica le daba a la cultura. Y sin embargo pasó a la historia como loca, celosa y además bruja.

Y es que “en aquella época chirriaba que fuera culta. Después la mujer pasó a ser 'La perfecta casada' de Fray Luis de León en el siglo XVI o 'La dama boba' de Lope de Vega, en el XVII”.

Tampoco fue como se cuenta su 'locura' de amor. “Pese al flechazo inicial entre Juana y Felipe, poco después ella sabría que la engañaba con muchas mujeres. Era un mujeriego que tuvo muchos hijos ilegítimos. Era normal el enfado. Su matrimonio empeoró en el momento en que se supo que ella iba a ser reina y desarrollo la teoría de que en 1506 el enamoramiento de ella había desaparecido”, sostiene la historiadora.

“Su marido trató por todos los medios en convertirse en el rey titular. El maltrato individual por parte de Felipe se convirtió después en un maltrato colectivo por las ensoñaciones del Romanticismo. Hoy lo sigue recibiendo. Es una mujer que lleva 500 años de maltrato”.

Juana desenterró y paseó el cadáver de Felipe El Hermoso entre otras cosas para evitar que la volvieran a casar. Ejercer de viuda lo impedía, según una tradición de Castilla

También cuenta que fue traicionada por uno de los maestros de su infancia. Pedro Mártir de Anglería se encargó de perpetuar buena parte de los chismes que circulaban sobre ella. Pero Juana supo sacarle partido a la locura que se le atribuía. Para la historia ha quedado sobre todo que, cuando murió su marido, mandó desenterrar sus restos y paseó el cadáver del ‘hermoso’ por media España.

No era un desvarío, sostiene la historiadora. “Lo hizo, entre otras cosas, para para evitar que la volvieran a casar”. Y es que había una tradición en Castilla por la que la reina viuda no podía volver a casarse hasta que pasase un año y un día desde la muerte del esposo. Su treta le habría valido para esquivar el matrimonio con Enrique VII de Inglaterra, “viejo, calvo, desdentado y del que se decía que tenía mal aliento”, según le describe María Lara.

Juana fue una viuda cotizada entonces, pero al morir el candidato inglés dejó de serlo. Su hijo Carlos no tardaría en ocupar el trono, con la guerra de las comunidades de por medio, para impedir su reinado. Juana nunca accedió a posicionarse contra su hijo. Ni siquiera desde su encierro en Tordesillas donde estuvo 50 años. Allí murió en 1555, sin que nadie de su familia estuviera presente. Ni siquiera su nieto Felipe II, con el que mantenía una buena relación.

María Lara imparte clases en el Grado de Psicología de la Universidad a Distancia de Madrid y en el libro analiza también el hecho de que se atribuyera a Juana I de Castilla un diagnóstico que navega entre la psicosis, la histeria o el trastorno bipolar. En el siglo XVI la 'locura' se identificaba más con la ruptura de las normas, con no ser capaz de controlar las pasiones, y no tanto con una patología. El concepto 'depresión' no existía. En 1511, cuando ya estaba en Tordesillas, Erasmo de Rotterdam publicó el 'Elogio de la locura', un tratado satírico que quería convencer de que la locura era el origen de todos los deleites.

“Incluso ni cuando se habla de sus 'delirios de grandeza' puede atribuírsele locura. Era una reina y se había mirado en el espejo de su madre, la poderosa Isabel”, concluye la historiadora, al asegurar que siempre supo “que estaba rodeada de calumniadores pero logró mantener su orgullo”.

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